En una pequeña ciudad dominada por las tradiciones, Helena se enfrenta a un futuro incierto cuando su padre es acusado injustamente de un crimen que no cometió. Desesperada por limpiar su nombre, acude a Iván del Castillo, un juez implacable y frío, conocido por su estricta adherencia a la ley. Sin embargo, lo que comienza como una simple búsqueda de justicia, rápidamente se convierte en un intenso enfrentamiento emocional cuando Iván, marcado por un oscuro pasado, se siente atraído por la apasionada Helena.
A medida que ambos luchan con sus propios demonios y los misterios que rodean el caso, Helena e Iván descubren que la verdad no solo pondrá a prueba sus convicciones, sino también sus corazones. En un mundo donde la justicia y el amor parecen estar en conflicto, ¿podrán encontrar el equilibrio antes de que sea demasiado tarde?
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Capitulo 21
Iván sentía el peso del mundo sobre sus hombros. Nunca antes había estado en una situación tan delicada, una en la que las líneas entre su vida profesional y personal se desdibujaban peligrosamente. Helena, la única persona que lo había hecho sentir algo después de años de ser un hombre frío y calculador, ahora estaba del otro lado, cuestionando todo lo que representaba.
Se sentó en su despacho, las manos apoyadas en el escritorio, tratando de aferrarse a algo de control. Los informes, los documentos legales, todo lo que alguna vez había sido su refugio, ahora se sentía como una montaña insuperable. Su carrera, esa que había construido con tanto esfuerzo, estaba en la cuerda floja. Pero peor aún, lo estaba perdiendo a ella.
—¿Cómo llegué hasta aquí? —susurró, mirando la puerta por la que Helena había salido unos minutos antes, después de su enfrentamiento.
Cada paso que daba lo alejaba más de ella y de la verdad. Y por primera vez, Iván no estaba seguro de si podía mantener la compostura.
La puerta se abrió de golpe, y su asistente entró con una mirada preocupada.
—Señor del Castillo, la prensa está haciendo preguntas... el caso ha generado demasiada atención y están pidiendo una declaración.
Iván cerró los ojos. Sabía que debía salir al frente, mantener la apariencia de control, pero por dentro estaba quebrándose.
—Diles que no haré ningún comentario —respondió, su voz más tensa de lo habitual.
Cuando su asistente salió, Iván se quedó solo en la habitación, su mente trabajando a mil por hora. Sabía que pronto tendría que elegir: seguir el camino recto y perderla, o arriesgarlo todo por ella.
Una elección imposible.
Iván se levantó de su silla, incapaz de seguir ignorando la tormenta que rugía dentro de él. Caminó hacia la ventana, contemplando la ciudad que se extendía ante sus ojos, ajena a su caos interno. Cada decisión que había tomado hasta ahora lo había llevado a este punto: el borde de un abismo.
Los recuerdos de su pasado comenzaron a filtrarse, esos mismos que había mantenido enterrados durante años. La culpa, la traición, el miedo a perderlo todo... lo había sentido antes. Pero esta vez era diferente. Esta vez, estaba Helena.
No podía perderla, no cuando ella era lo único que hacía que todo tuviera sentido.
La puerta volvió a abrirse, y su asistente asomó la cabeza.
—Señor del Castillo, su audiencia está programada en diez minutos —anunció, con cautela, consciente del estado mental de Iván.
—Lo sé —respondió él, sin volverse—. Dígales que estaré ahí.
El asistente salió, e Iván cerró los ojos, tomando una respiración profunda. Sabía que tenía que tomar una decisión. Sabía que, una vez que cruzara esa puerta, no habría marcha atrás.
Miró por última vez el escritorio, los papeles que representaban su carrera y su reputación, y los dejó atrás. Su mente ya estaba en otra parte, en otro futuro.
Con un último suspiro, caminó hacia la salida, preparado para enfrentarse a lo inevitable.
Iván caminó por el pasillo hacia la sala de audiencias, cada paso lo alejaba más de sus dudas y lo acercaba a una decisión que sabía que cambiaría su vida. La tensión en su pecho crecía, pero se obligaba a mantener la compostura, a ponerse la máscara de frialdad que había perfeccionado durante años.
Al entrar en la sala, el murmullo de los presentes se detuvo de inmediato. Todos los ojos se posaron sobre él, esperando ver cómo el juez impecable manejaría este caso tan mediático. Pero Iván solo podía pensar en Helena, en lo que se estaba jugando fuera de esos muros.
Elena ya estaba allí, sentada entre la audiencia. Su mirada lo atravesó como un rayo. Aunque había hecho todo lo posible por ignorar sus sentimientos, ahora resultaba imposible. Sus emociones estaban expuestas, latentes bajo la superficie, mientras la justicia y su corazón colisionaban de frente.
Tomó asiento en su lugar habitual, revisando por última vez los documentos ante él, pero no podía concentrarse. Las palabras en las páginas parecían borrosas, irrelevantes. El conflicto en su mente era más fuerte que cualquier argumento legal que pudiera construir.
De repente, sintió un nudo en la garganta. ¿Podría continuar ignorando lo que sentía? ¿Podría tomar una decisión objetiva cuando su corazón ya había tomado partido? Cerró los ojos por un segundo, intentando recuperar el control, pero sabía que esa lucha estaba perdida.
El caso estaba a punto de comenzar, y con él, la posibilidad de perderlo todo: su carrera, su reputación, y lo que más le dolía, a Helena.