Grace Pons trabajaba en una casa de citas hasta que escapó de esa vida llena de peligros y vergüenza, para acabar dando su consentimiento a un matrimonio de conveniencia. Sin embargo, no viviría mucho tiempo como una mujer respetable si no conseguía mantener su pasado y su corazón bajo siete llaves.
El amor era lo menos importamte en el matrimonio para un hombre que había empezado de cero, y tenía aspiraciones políticas. Bruno Valverde necesitaba una esposa adecuada para garantizar su elección y darle una madre a sus hijos.
Aún así, el deseo hacia su bella esposa comenzó a ser irresistible, hasta que los secretos de su pasado empezaron a descubrirse...
NovelToon tiene autorización de Maria Esther para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Un gran padre.
Bruno se acercó entre risas y ella se abalanzó dispuesta a que la tomaran brazos para liberarla de esas misteriosas criaturas. Él perdió el equilibrio, se tambaleó y la agarró por debajo de las rodillas mientras intentaba mantenerse de pie. Casi lo había conseguido, pero se resbaló y los dos cayeron al agua. El arroyo no era profundo, pero estaba muy frío y la ropa de Grace se empapó inmediatamente dejándola helada. Bruno también contuvo la respiración por la impresión, pero acabó riéndose. Grace quiso levantarse, pero pisó el borde de la falda y volvió a caer de espaldas mojándose la cara, el cabello y buena parte de la blusa. Dejando casi al descubierto unos senos redondos y grandes. Estaba atrapada entre la ropa mojada y Bruno se rio con más fuerza, incapaz de ayudarla o hacer algo él mismo. Tenía el cabello mojado y pegado a la frente y la camisa empapada permitía ver el contorno de su pecho. Sus dientes eran blancos y los ojos estaban entrecerrados por la sonrisa.
Grace lo recordó cuando eataba vestido tan protocolariamente la noche que se conocieron y se preguntó qué pensaría toda esa gente si viera a su abogado en ese momento. Su risa era contagiosa. Sintió un placer desconocido y empezó a reírse con todas sus ganas. Oyó el sonido, pero no pudo reconocerlo como propio. Pasó un minuto y seguía riéndose. Casi asustada por el extraño de la situación, se recompuso y se tapó la boca con una mano.
Bruno dejó de reírse, se le esfumó la sonrisa y le miró la mano en la boca y la ropa mojada.
Ella bajó la mano a un costado y lo miró fijamente. Tenía la respiración entrecortada y los ojos más oscuros. Se miró fugazmente y comprobó que la blusa era transparente y que el agua helada había tenido cierto efecto aparte de los escalofríos. Sin pensar en las consecuencias, se inclinó hacia adelante y le tomó la cara entre las manos. Solo tuvo un segundo para captar su expresión de asombro antes de besarlo apasionadamente.
Todo era desconocido y extraño en su nueva vida. Se sentía perdida e inepta. No podía gritar, pero sí pudo encontrar un punto de apoyo y aferrarse a él para sentirse segura.
Su boca era cálida y sus brazos y irradiaban calor cuando la abrazó, lo que agradeció en contraste con el agua gélida. La avidez de sus labios la sorprendió. Estaba perfectamente afectado y su piel se sentía suave y cálida. Sintió una operación en el pecho y le costó respirar.
Quería estrecharse más contra él y no perder nunca esa sensación de seguridad y ligera esperanza.
Bruno se apartó un poco y la miró a los ojos.
Estás temblando, le dijo.
Ella había creído que solo temblaba por dentro. La tomó en barazos, la sacó del agua y la dejó en la orilla.
A lo mejor quieres secarte la falda.
Ella se apartó un poco se sentó en la hierba y empezó a retorcer la tela. Él también intentó sercarse los pantalones, en vano, y agarró los zapatos.
Será mejor que volvamos a casa y nos pongamos ropa seca.
Grace agarró las medias y los zapatos y lo acompañó.
Esa tarde, a última hora, Bruno se reunió con la familia en su despacho. Ya había refrescado y encendió la chimenea. La habitación con mesas de caoba y estanterías con libros era agradable y acogedora.
Chris abrió una caja y sacó unas figuritas que dispuso en una especie de formación. A juzgar por los sonidos, Grace comprendió que eran soldados. Betty dejó dos muñecas de trapo en el reposapiés y empezó a darles de comer de unos platos de porcelana diminutos. Paquito vació una bolsa con piezas de madera y construyó unas torres murmurando para sí mismo.
Betty no me ha hablado todavía, susurró Grace a Bruno.
A mí tampoco me habla, replicó él.
Aunque algunas veces le oigo hablar con sus muñecas cuando está sola en su habitación.
¿Siempre ha sido tan silenciosa?
Sí, era muy pequeña cuando Paquito nació y su madre murió. Llora cuando le duele algo o está asustada, pero nunca pide nada.
Grace miró a la niña. Estaba bien cuidada y tenía privilegios que no tenían otros niños. Haber perdido a su madre tenía que haber sido traumático, pero no explicaba su silencio. Grace se sentó en el suelo al lado del reposapiés.
¿Crees que yo también podría tomar el té?
Betty la miró con escepticismo, pero tomó una taza y un plato en miniatura y se los dio. La niña la había oído y entendido de modo que oía perfectamente.
Gracias, ¿tienes galletas?
Betty asintió con la cabeza, tomó algo invisible del reposapiés y tendió la mano hasta Grace como si sujetara una galleta. Ella fingió tomarla y morderla.
Es deliciosa, ¿cómo la has hecho?
Betty se limitó a ladear la cabeza como si no lo supiera y siguió dando de comer a las muñecas.
Tiene que ser con harina de avena y uvas pasas, siguió Grace, son mis favoritas, ¿cómo lo sabías?
Betty no contestó, pero le dio otra galleta imaginaria.
Más tarde, Gracias acompañó a Bruno cuando fue a arropar a sus hijos. Miró alrededor y pudo ver sus libros y juguetes, entre ellos, la fila de muñecas de Betty.
Ella nunca había tenido una muñeca. Durante el día tenía clase y daba lecciones de canto y por las tardes practicaba el inglés. No recordaba haber tenido un momento de ocio hasta que terminó los estudios a los 16 años.
En una mesa baja y redonda, vio una especie de barco con tejado y ventanas. En cubierta y alrededor había como un par de docenas de parejas de animales. Reconoció las ovejas y la jirafa que Paquito había llevado a la iglesia.
Bruno habló en voz baja con cada uno de sus hijos y tomó un oso de peluche que le había pedido Paquito. ¿Qué golpe de fortuna había hecho que esos niños tuvieran un padre que los cuidaba tanto? Naturalmente, todos los niños tenían padres, pero ¿cuántas personas habían tenido un padre así? Nunca lo había pensado, cuando Bruno besó a sus hijos, ella se preguntó si Diego Aguilar habría arropado a sus hijos cuando eran pequeños.
EXPLÍCAME POR FAVOR AUTORA.
¿QUE PASÓ CON EL VIERNES Y EL SÁBADO, Y COMO LLEGARON A LA NOCHE DEL SÁBADO?