— Seré directa, ¿quieres casarte conmigo? — fue la primera vez que vi sorpresa en su rostro. Bastian Chevalier no era cualquier hombre; era el archiduque de Terra Nova, un hombre sin escrúpulos que había sido viudo hacía años y no había vuelto a contraer nupcias, aunque gozaba de una mala reputación debido a que varias nobles intentaron ostentar el título de archiduquesa entrando a su cama, y ni así lo lograron, dejando al duque Chevalier con una terrible fama entre las jóvenes y damas de la alta sociedad.
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¿Es usted noble?
El gran salón estaba abarrotado de gente; todos los nobles estaban invitados al baile en honor a los novios.
Margaret y el archiduque abrieron el baile deslumbrando a todos. Ellos estaban en su burbuja de ensoñación, sin importar lo que los demás pensaran. Sin embargo, cierto conde, al no poder asistir, mandó a su asistente en representación. Esta no era más que Lea, quien estaba intentando entrar al círculo social de nobles y ganarse su favor para evitar la inminente caída que estaba teniendo el conde Derby por culpa de Margaret Vitaly, eso era lo que ella pensaba.
—Tanto que decía amar al conde Derby y terminó casándose con el mejor postor — Exclamó Lea con asco. Para ella, los nobles no respetaban sus sentimientos; lo único que querían era obtener más poder, y eso era repudiable ante sus ojos.
— ¿Es cierto que Lady Margaret amaba al conde Derby? — Preguntó una joven con aparente inocencia, pero ella lo que realmente quería era darle material a Sofía para que acabara con esa hormiga.
— Así es, yo trabajé de doncella para Lady Margaret durante tres años, y solo hablaba de lo enamorada que estaba del conde y de que pronto se casaría con él; es evidente que se casa por más estatus. —Lea estaba destilando su veneno contra quien no debía y enfrente de las personas incorrectas. Si bien Margaret tenía algunos detractores por su comportamiento, contaba con el apoyo de personas realmente influyentes y con mucho peso en la sociedad.
— Los matrimonios son arreglados por nuestros padres; es evidente que buscarán lo mejor a toda costa; ese es su deber — Dijo otra joven. Su familia había ascendido hace poco a nobles, cuando compraron una baronía. No le interesaba meterse en chismes, pero le gustaba estar bien informada para saber por dónde dirigirse entre ese nido de víboras.
— ¿Es usted noble? — Preguntó la princesa heredera a Lea, haciéndola foco de atención de otras señoritas.
— No, Su Alteza, soy plebeya. Estoy en representación del conde Derby; soy su asistente. Debido a su condición, no pudo asistir —Dijo Lea, inclinándose un poco torpemente, lo que causó gracia en la princesa Sofía, quien pensaba que, hasta para ser víbora, se tiene que tener clase e inteligencia.
— Debido a su estatus, no está enterada, pero la única mujer que puede escoger con quién casarse es Lady Margaret, y ella eligió al archiduque, un hombre excepcional en batalla con logros impresionantes. Antes que a tu señor, el conde Derby, no es más que un cobarde que, cuando Lady Margaret lo rechazó por ya estar comprometida, intentó manchar su reputación de la peor manera. Un hombre como ese no vale ni una moneda de cobre. Una plebeya como tu no debería estar manchando la reputación de quien fue tu señorita. Algo realmente malo tuvo que pasar para que dejaras de trabajar para una de las familias más importantes y te conformaras con trabajar para un conde en desgracia como él, a menos que, ¿no será que eres su amante? Esa sería la única explicación lógica —preguntó Sofía con malicia mientras cubría su rostro con un abanico, ocultando su sonrisa. Ella era una experta en analizar personas, y esa mujer no le agradaba en lo absoluto; tenía un aura extraña.
— Eso explicaría su presencia, lady Lea. Así como usted dice que los nobles queremos subir de estatus, la plebe no se queda atrás, y usted es un digno ejemplo de ello —dijo otra señorita con burla. Era sumamente difícil que una plebeya entrara al círculo social, y más si esta estaba relacionada con un noble en desgracia y con tan mala reputación.
Lea tuvo que salir corriendo debido a las insinuaciones de las damas. Estaba furiosa; la habían humillado como si ella fuera nada, y su odio iba dirigido a Margaret sin ningún motivo.