Liv está ansiosa por su 18º cumpleaños, pues ese día finalmente conocerá su verdadero destino: su alma gemela. Lo que no sabe es que, al cruzar ese camino, será marcada por tres posesivos Alfa que cambiarán su vida para siempre.
Ahora, Liv deberá lidiar con la inesperada obsesión de estos tres hombres enamorados de ella y descubrir la manera de domar esa pasión descontrolada, antes de que se convierta en algo más peligroso de lo que jamás imaginó.
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Capítulo 12
Liv narrando:
Mi rostro fue cubierto con maquillaje que nunca soñaría en pagar. Una mirada rápida a las paletas que vi en la mesa frente a mí y supe que valía cada centavo.
Las empleadas me ayudaron hasta el baño para que pudiera ser "purificada", como dijo Erisa. Sí, su nombre era Erisa, porque había oído a las empleadas llamarla por ese nombre.
—Pero ya me he bañado —protesté, aunque había sido hacía más de siete horas.
Erisa me miró con un desprecio reducido. Su mirada de desprecio había disminuido de intensidad después de aquella amenaza de Callum.
—Mira, joven omega, es importante que estés muy limpia para que mi arte funcione en ti —explicó de una forma muy sofisticada, como si hablaran los hombres lobo de alta alcurnia muy ricos.
Las empleadas fueron más delicadas durante el baño de lo que esperaba. El tratamiento que estaba recibiendo era más de lo que podía imaginar. Era como si uno de mis sueños más salvajes se estuviera haciendo realidad. Nuestros papeles estaban invertidos; ellas estaban cuidando de mí, una omega sin nombre ni casa.
Terminamos con el baño y ellas me secaron intensamente con toallas, casi como si quisieran borrar mi maldito estatus de omega. Lo más aterrador era que, a diferencia de Erisa, la maquilladora, las empleadas permanecían con un rostro sonriente mientras trabajaban.
Me quedé frente a un espejo, con mi cabello recogido en lo alto de la cabeza. Erisa entró después de dos minutos cargando dos cajas gigantes de algo que yo presumía era maquillaje y, junto con las empleadas, tragué saliva. Ella soltó las cajas y me miró, parpadeando con los dedos mientras me encaraba con ojos sombríos que no reflejaban ninguna luz.
—¿Qué tal si te quito ese rostro de tu cara, como dijo el joven señor Alfa? —me preguntó. Yo sostuve el cuello de mi robe y suspiré.
Después de una hora, bajo los cuidados de Erisa y de las cinco empleadas del infierno, me miré a mí misma en el espejo y no podía creer lo que veía reflejado.
—Nunca he fallado en mi trabajo, incluso cuando tengo que hacer que una omega parezca de alta alcurnia —dijo Erisa mientras ponía los brazos sobre mis hombros.
De alguna manera, el impacto en su voz había disminuido mientras miraba mi reflejo como si fuera una obra de arte increíble. Yo misma no podía creer en lo que me había convertido; estaba muy por encima de mis expectativas.
Realmente era bella.
Mi cabello estaba recogido en un moño muy sofisticado. Mis ojos fingían inocencia, como si nunca hubieran visto nada de maldad en mi vida. Mi piel, ah, mi piel. Ella tenía aquel brillo que las personas ricas exhiben, aquel brillo que solo es posible alcanzar comiendo y bebiendo dinero —no aquel que se consigue comprando maquillaje. Pero, de alguna forma, Erisa consiguió hacer parecer real.
Me levanté y miré mi vestido. Era un vestido amarillo sin tirantes que tocaba el suelo con gracia, incluso cuando yo estaba de pie. Una combinación perfecta con mi piel pálida. Di una pequeña pirueta con él.
—Gracias —le dije a Erisa. Fue magnífico.
—Sí, sí, no me importa —dijo Erisa mientras cerraba las cajas—. Al menos, puedo mantener mi empleo —murmuró.
Entonces, recordé.
Recordé mi destino. Recordé que era demasiado bueno para ser verdad.
Recordé que eran los trillizos a quienes iba a ver. Nada bueno salía de eso; era un castigo o represalia por lo que les había hecho.
De repente, inspiré aire y me di cuenta de que no estaba respirando bien. Apoyé las manos en la mesita frente a mí y encaré mi reflejo ante el espejo. Me preparé, mirando mi rostro, convenciéndome a mí misma de que yo solo me tenía a mí en el mundo y que tenía que pasar por esto como si fuera una prueba importante en mi vida.
La puerta se abrió y me giré repentinamente en dirección a ella, estremeciéndome al ver a los guardias.
El aura intimidante de ellos no era tan fuerte como la del Alfa del cuartel, pero fue suficiente para que mi corazón se detuviera por un instante.
Toda la determinación que venía acumulando desapareció de una vez.
Uno de ellos tenía una cicatriz en la cara, atravesando los ojos, pero me miraba con intensidad. Pensé que sus ojos brillaban en tono verde.
—Los tres amos exigen que usted comparezca ante su presencia —murmuró.
Sudor frío escurrió por mi cuerpo, pero fue rápidamente disipado por el sistema de aire acondicionado eficiente de la habitación. Apreté los dedos para reducir los temblores que pasaban por mi cuerpo.
Había algo en la manera en que dijo aquello que me asustó. De alguna manera, estaba más asustada con los guardias que con ellos.
Arrastré mi cuerpo lentamente entre los dos y los seguí hasta el lugar donde fui convocada. Sentí los ojos del segundo guardia clavados en mis espaldas y casi me estremecí.
Era mi primera vez teniendo un encuentro con los guardias. Por lo que parecía, ellos eran de alto escalón, más próximos del Alfa de la manada, el padre de los trillizos.
Quería preguntar para dónde estábamos yendo, pero no esperaba que los guardias respondieran.
Estábamos en la parte principal de la mansión, en el área que yo nunca había visitado antes, donde el Alfa y los nobles de alta alcurnia hacían sus negocios. Ya conseguía imaginar para dónde estábamos yendo, pero dudaba y esperaba estar equivocada.
En el momento en que pasamos por las habitaciones de los trillizos y seguimos directo para el salón de comidas principal, mi miedo fue confirmado.
Íbamos a encontrar al Alfa del grupo y a la Luna. Yo tenía certeza de eso. La Luna y el Alfa siempre estaban presentes en la mansión a esta hora, y los trillizos habían planeado cuidadosamente para que yo los conociera.
Apuesto a que ellos no estaban bromeando cuando dijeron que yo iba a conocer a la madre de ellos.
Sostuve al guardia por el hombro y paré, jadeante. Estaba teniendo un ataque de pánico, algo que no tenía hacía mucho tiempo. Mi visión quedó borrosa mientras miraba al suelo.
—¿Qué es lo que pasa? —el guardia con la cicatriz me miró. Él ignoró el hecho de que una dama estaba en pánico.
—Por qué no te recompónes y vamos —sentí una mano pesada golpeando mis espaldas, y juro por Dios que era más una palanca que una mano. Mi alma casi salió del cuerpo con aquel toque.
—Nada de lo que usted haga nos va a convencer a parar; mejor comenzar a andar —amenazó uno de los guardias, y ellos sacaron sus caninos afilados. Los miré, pálida y chocada con sus palabras. Era lo suficiente para hacerme comenzar a moverme temporalmente.
Percibí que estaba aceptando mi destino mientras entrábamos en el gran salón de jantar.
El salón de jantar era mayor de lo que esperaba. El techo quedaba a casi treinta metros del suelo y era espacioso lo suficiente para acomodar la mitad de los aposentos de las empleadas allá dentro. El emblema de la manada estaba en casi todos los rincones del salón.
En el centro, había una gran mesa de jantar y, en ella, estaban sentados el Alfa Arthur, la Luna Rebecca, Ryder, Max y Callum, con una legión de empleadas al lado, esperando atender a las demandas de sus amos.
Y allá estaba yo, de pie cerca de la mesa, mirando al suelo con mi alma casi saliendo del cuerpo.
Como de costumbre, Callum, Max y Ryder se levantaron de sus lugares en la mesa.
Los miré y juré que sus ojos brillaban como si yo fuera la cosa más linda del mundo.
De repente, Max y Ryder aparecieron a mi lado, sosteniendo mis manos con las dos manos, con una mirada cariñosa. Yo estaba totalmente confusa y mis mejillas quedaron calientes, tan chocada y avergonzada con el tratamiento gentil de ellos.
Callum se levantó y puso las manos en mi rostro, su boca quedó entreabierta, como si estuviera sin palabras.
—Estás... —él paró de hablar y me encaró intensamente—. Lindísima —él finalmente dijo.
—Eres la cosa más bonita que ya he visto; la luna queda en segundo plano comparado a ti —Max apretó mis manos suavemente—. Erisa ha hecho un buen trabajo.
Ryder me sorprendió más que todo. Nunca había visto a Ryder tan impresionado en mi vida, ni con cualquier otra mujer. Él examinó todo mi cuerpo con los ojos, tragó y sus próximas palabras me chocaron:
—¿Cómo alguien puede ser tan bonita? —Había lágrimas en sus ojos mientras hablaba.
Jesús, murmuré. ¿En qué me he metido?
De repente, miré a la mesa y sentí los ojos del Alfa sobre mí. Sus ojos observaron la escena delante de él. A la Luna Rebecca, por primera vez, yo la vi, y percibí de dónde los chicos heredaron sus ojos. Ella era una mujer muy bonita, incluso en aquella edad.
Sus ojos encontraron los míos y ella de repente frunció el ceño para mí. Mi respiración aceleró y Ryder percibió mi reacción, mirando de vuelta a la mesa.
—¿Qué es esto? ¿Cuál es el significado de esto? —Rebecca exigió. Sus ojos estaban muy amargos.
Creo que Erisa no consiguió lavar el olor a omega de mí, al final.
—Ah, madre, padre, esta aquí es nuestra compañera, la persona que queríamos presentarles —Ryder respondió con una sonrisa en el rostro. Su expresión era gentil, él casi parecía inocente.
Callum sonrió de lado.
—Y ustedes deben darle el mismo amor y cariño que tienen por nosotros —Había una puntita de sarcasmo en eso, y yo no entendía muy bien qué papel él estaba desempeñando.
Rebecca sacudió la cabeza varias veces y batió las manos en la mesa. La vibración sacudió todo el salón. Observé mientras sus labios formaron palabras amargas que yo sabía que no serían agradables a mis oídos.
—¡Solo por encima de mi cadáver! —Rebecca gritó, batiendo con fuerza en la mesa.