¿Hasta dónde estás dispuesto a olvidar por amor? ¿Mentiras, traiciones, o quizás... muertes?
Realmente, ¿es posible vivir con una venda en los ojos?
Bienvenido a un mundo donde los héroes no son tan valorados como se parece.
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Capítulo 11: Nueva oportunidad parte II
Parece que, en casa, hay una gran fiesta.
Entramos a la propiedad y la mirada se me va a distintas direcciones, desde ostentosas decoraciones hasta un banquete con servicio incluido, hay muchos invitados y una mesa de regalos, por lo que, lo primero que se me viene a la mente, es una fiesta de cumpleaños.
«¿Pero en el jardín?» bueno, si yo tuviera un jardín así, también lo aprovecharía.
La mansión da la imagen de ser un castillo blanco, en medio de un bosque, abrazado por una arboleda y rodeado de jardines florales «es hermoso» es una vista muy agradable de presenciar desde el auto, aunque me da la sensación de que soy la única impresionada.
Seguimos hasta una de las entradas, lo suficientemente lejos del mar de gente, que ha traído el evento, los nervios me revuelven el estómago, justo cuando estacionan el auto, porque eso significa que tendré que caminar entre ellos y yo, no creo que me acople bien a este tipo de ambiente.
Ángel baja en cuanto Albert le abre la puerta, luego seguimos el Sargento y yo.
El aire esta condensado de clase, no se, como se supone que debería actuar y Ángel es la primera en notarlo.
Me alegra que al menos alguien se preocupe por mi bienestar, aunque solo sea la amabilidad que daría un anfitrión.
—Estas en tu casa, Carrie. —asegura Ángel, tomándome con delicadeza del hombro, sus dedos parecen plumas— Ricky, porque no guías a nuestra invitada. Ni si te ocurra dejarla sola, ¿entendido?
El Sargento asienta sin rechistar.
—Entendido. —responde
—Bien. —sonríe Ángel al mirarme— Diviértete, les daremos privacidad. Aun tenemos que ver algunos arreglos, ¿cierto, Albert?
—Cierto, Sra. Ángel. Esas serpentinas no se colocarán solas. —añade el chofer con un tono alegre
—Se un caballero, Ricky. No quiero que la hagas llorar de nuevo. —dice Ángel antes de tomar el brazo de Albert, ambos se dirigen hacia el jardín
El Sargento niega lentamente al ver la expresión de su tía.
—¿Nunca le has presentado a nadie? —pregunto y el Sargento da un pequeño salto de sorpresa
—No voy a responder eso. —finaliza cruzándose de brazos
—¿Eso es un no? —burlo y aunque lo intente, él termina contagiado por mi risa
—No, a ninguna. —responde y lo miro con sorpresa— Por eso piensa que somos pareja.
—Ya veo, entonces ella...
—No me gusta mezclar la vida personal con el trabajo. —explica negando con la cabeza
El Sargento se devuelve hacia el auto y saca la caja de caramelos de la cajuela. Se ve tan diferente sin su uniforme, que me resulta imposible retirarle la mirada de encima, es chocante; vestido de traje con una camisa color vino, zapatos lustrados y hasta corbata, luce elegante y mas relajado de lo que se encontraría en el cuartel.
—¿Quién es el festejado? —pregunto intentando aligerar la conversación
El Sargento hizo una mueca antes de responder, no estoy segura, si por el peso de la caja o por la pregunta en sí.
—Mi hermana. —responde y comienza a caminar— Es la fiesta de mi hermana menor.
Ahora la mueca era mía, había más «¿cuántos eran?» intento dar un repaso rápido a los informes, pero tengo la mente vacía, hasta el momento, solo lo conozco a él y al chico científico, Silvestre, así se llamaba.
—¿Tú hermana? —pregunto de vuelta, a pesar de haber escuchado bien la respuesta
—Si, eso dije. Es el cumpleaños de mi hermana menor. —afirma el Sargento, deteniendo su caminata— ¿Vienes?
—Si, disculpa. —digo siguiéndolo por el sendero, hacia la entrada de la mansión
El Sargento actúa como una persona ermitaña, pero no, tiene una familia grande y hasta una hermana menor, una tía amorosa y un chofer bastante agradable. En momentos como este, es cuando me pregunto «¿alguien sabe de esto?» no puedo recordar nada de esto en las investigaciones de la agencia, así que, no existen, la familia del Sargento oculta muy bien su vida privada y por lo que es casi un milagro que me encuentre aquí.
Barbara solo sabia la dirección de esta propiedad, porque escolto al General, sino ni ese dato hubiera conseguido.
Caminamos hasta la entrada, frente a dos enormes puertas de vidrio que dan al pasillo, el Sargento sostiene la caja con un brazo y con el otro abre la puerta.
—¿No vas a entrar?
—Si. —respondo extrañada con la caballerosidad
Solo basto que se cerraran las puertas, para librarnos del bullicio del exterior.
El Sargento camina a mi lado, mientras observo la decoración del pasillo, dentro, hay muchos retratos familiares, detengo la vista en algunos de ellos; uno de una niña montando a caballo, otro de dos gemelos sentados en el regazo de una señora de cabellera ondulada y el ultimo que miro, un General con el pecho del uniforme lleno de medallas.
La ultima pintura me causa un escalofrío involuntario, pero lo ignoro, creo que ya he permanecido demasiado tiempo callada.
—¿Es tú padre? —pregunto, el Sargento se toma unos minutos antes de contestar
—Si, es él. —responde y su rostro lo traiciona
«Desagrado» identifico su expresión y por un instante, me inunda la curiosidad, «¿Hay problemas entre ellos?» «¿una mala relación?» «¿despecho?» me encantaría poder hacer todas esas preguntas, pero tendré que guardarlas para después, no seria la mejor de las ideas presionar demasiado, cuando aún, no está asegurado mi regreso.
—Eres mas cercano a tu tía, ¿cierto? —la mirada del Sargento se suaviza, he acertado
—¿Es tan obvio?
—Lo es, Sargento.
—Aquí, no soy Sargento. —corrige deteniéndose en una de las puertas— Solo Rick.
—Esta bien, Rick. —digo con una sonrisa
Ingresamos a la habitación, una cocina de techo alto y brillante.
Las encimeras y el suelo son de mármol pulido, las sillas de roble, debajo de un candelabro de gotas de cristal «este lugar es muy lindo» pienso tratando de no girar el cuello hacia todos lados, él esta acostumbrado, pero esta es la primera vez que veo una casa así.
Tomo asiento junto a la barra de la cocina, mientras Rick deja la caja de caramelos sobre la mesa, luego, busca un par de vasos de la alacena y llena uno de ellos con agua —que bebe de un sorbo— para después observarme en silencio por unos minutos.
—¿Quieres algo de beber? —pregunta Rick desabrochando el botón de su saco antes de sentarse
—Lo que sea, está bien. —respondo
Rick se gira sin levantarse del asiento y usa su telequinesis para abrir el refrigerador frente a él.
—Tenemos jugo de naranja, leche y creo que eso es té. —enumera antes de regresar su atención— Elige lo que quieras, de todas formas, no es posible que te humilles más.
—¿Era necesario hacer ese comentario? —refunfuño cruzando los brazos sobre la mesa
—Muy necesario. —añade Rick con burla— Nunca antes, vi que alguien se arrastrara tanto por un puesto.
—¡No es solo un puesto! —bufo acercándome al refrigerador, para tomar la jarra de té
La expresión de Rick es una mezcla de incredulidad y burla.
—Ya. —dice alzando el mentón— Déjame adivinar, es el motivo de tu vida.
—¿Es tan difícil de comprender? —doy un sorbo al vaso y me siento a su lado— No todos tenemos opciones, Sargento.
—Tenemos distintas definiciones de lo que significa entrar al ejército. —comenta jugando con el vaso, sin apartar la mirada— Creo que, si tienes opciones y que esas opciones se terminaran una vez que estes dentro, solo que no puedes verlo.
—¿Piensas que voy a cambiar de opinión?
Él asienta.
—Si, pienso que podrías arrepentirte. —añade y se ve convencido— No estas hecha para esto, puede que lo creas, pero te aseguro que es solo un capricho.
—¿Disculpa? ¿un capricho? Yo no soy la que vive en un castillo de marfil, Rick.
—¿Me estás juzgando? —responde frunciendo el ceño— Porque no estas en la mejor posición, en este momento, Jones.
—Si, no lo estoy. —aseguro abrazando el vaso con ambas manos— No tengo a donde ir y llevo dos años enviando solicitudes que son rechazadas.
—Recrimíname lo que gustes. —acepta Rick cruzando los brazos— Si, soy un superior malvado y privilegiado, que no te permite arruinar tu vida, entrando a un lugar al que no perteneces.
—¡Tengo poderes! Puedo mejorar, soy fuerte y aprendo rápido.
—Te desmayaste después de ver unos cadáveres.
—¡Por dios! —chillo a modo de queja— ¿Quién no se desmaya al ver un cuerpo? no respondas, tú no cuentas, ya tienes experiencia.
—¡¿Y como crees que se consigue esa experiencia?! —alza la voz, pero después de notarlo, se tranquiliza— No intento criticar, solo intento explicar que es más difícil de lo que parece al principio.
«Tiene un punto» pienso intentando bajar el calor que me ha provocado la discusión.
—Podre con ello, deja que lo intente. —pido y Rick suspira
—Bien. —acepta a medias— No quiero reclamos.
—No los abra, lo juro. —prometo para llevar la mano al pecho, como juramento
Rick niega con la cabeza al verme, no esta molesto, solo no comprende mi decisión.
—¿Tienes hambre? —pregunta
—Mucha. —digo tocando mi barriga vacía
—Hay comida en el refri y ahí esta el microondas. —señala Rick con una sonrisa burlona
—¡Eso es demasiado, es tu casa, no la mía! ¿Por qué siempre haces lo mismo? Eres amable y luego lo echas a perder. —reclamo, dándole un golpe en el hombro.
—¿Demasiado? Tú fuiste quien me buscó y lloró en el auto para chantajearme con mi tía. Tienes hambre, sírvete, no veo el problema. —explica entretenido
—¿Qué ocurre con la hospitalidad? No creo, que quieras que Ángel se entere de esto.
—¿Me estas chantajeando? —exalta ofendido— Que bajo, Jones, y justo cuando estaba considerando tu petición.
—¡¿En serio?! —digo con ambas manos sobre la mesa
—Nunca bromeo con eso, eso sí, no me decepciones. —responde Rick sacando un traste con lasaña de refrigerador para meterlo al horno— Estoy jugándome la palabra, vas a tener que demostrar que lo mereces.
—Confía en mí. —digo inflando el pecho— Seré la mejor.
—Si... —arrastra sin estar demasiado convencido— Solo no mueras en el intento.
El Sargento saca la lasaña del horno y me la sirve en un plato, pero es una porción pequeña, así que volteo el resto de la pasta encima y comienzo a comer con gran apetito.
Después de que me he comido una buena porción del plato, me siento con la suficiente energía y humor, para seguir con la plática.
—¿No piensas ir a la celebración de tu hermana?
—No... —responde alargando la «o»
—Que desconsiderado.
Rick me pasa una servilleta antes de contestar.
—¿Eso crees? —dice con una risa que se apaga rápidamente— En este momento, mi madre debe de estar presentándole pretendientes.
—¿Pretendientes? —digo con la boca llena y manchada, Rick me mira— Hey, no me juzgues.
—No he dicho nada —dice Rick con una leve sonrisa en los labios
—¿Porque pretendientes?
—Prefiero no decirlo —responde alzando los hombros
—Entonces... ¿cuándo puedo presentar la prueba? —pregunto, cambiando el tema, no se ve cómodo hablando de su hermana
—No va a ver prueba, tendrás que defenderte tras la marcha. —explica Rick y casi me atraganto con la comida
—Sin prueba. —trago— ¿Puedes hacer eso?
—Puedo hacer muchas cosas. —acepta como si la confesión le pesara— Solo no lo tomes como un regalo, tienes que ganarlo.
—Si, si, ya entendí, trabajo duro y esfuerzo. —tarareo llevándome otro gran bocado a la boca— ¿Y cómo saber qué día? Dame tu número para llamarte, me costó mucho encontrarte ¡no permitiré que te desaparezcas!
El Sargento se pasa la mano en el cabello antes de soltar una risa, es curioso, pero creo que es una de las pocas que son genuinas. Toma papel y pluma y anota los números antes de entregarme el dato.
—Número de teléfono y línea, pero ya no tengo radio. —menciono al ver la frecuencia de sintonización
Rick abre uno de los cajones y sin decir más, saco una radio y la coloco en la mesa.
—¿Guardas radios en los cajones de cubiertos? —pregunto extrañada
—A veces. —asegura con media sonrisa— ¿Siempre críticas a tus superiores?
—A veces. —digo siguiéndole el juego
Me agradaba mucho mas esta faceta de él, no el Sargento, sino Rick.
Se que el sigue teniendo sus dudas sobre mis habilidades, si podre o no con la presión, pero esta dispuesto a ayudarme y eso es algo que siempre agradeceré. No ha sido textual, pero nos entendemos, ambos nos sentamos a contemplar la celebración en el jardín, como si fuera un modo de estrechar las manos y cerrar el trato.
Ambos tenemos nuestros secretos, puedo notarlo, no hay nada en esa gente que se parezca al Sargento, además de las prendas, su esencia se aleja de la ostentosidad.
Por un momento, casi y olvido la razón que me trajo hasta aquí «estoy investigando» de hecho, estoy investigando a todos... a su familia y próximamente a la SSMH.
«Lo sé» estoy actuando como una rata.
Escarbando entre la conversación, buscando sentimientos y semejanzas a las cuales aferrarme, es mi forma de sobrevivir, aunque por ahora, quiero disfrutar del momento.
Quiero aprovechar el tiempo con Rick, sin etiquetas, ni intereses de por medio, si, al final soy una espía, pero hay algo en el que me intriga, la calidez... que no es retratada en ninguno de nuestros informes, él no se ve, como el hijo de un asesino.
Me protegió de ser linchada por un carnicero y ahora, me ayuda, a pesar de tener sus dudas.
No lo ha dicho en voz alta, pero confía y gracias a eso, regresa al lugar en donde comienza todo, para tener una nueva oportunidad.