Valentina Rossi. Lo tiene todo: belleza, fortuna y un apellido que pesa más que el oro. heredera de un imperio empresarial, su vida parece más bien un cuento de hadas.
hasta que las amenazas en contra de su familia la obligan a aceptar algo que jamás imaginó: un guardaespalda personal que la siga a todas partes.
El es Gabriel Duarte, un hombre frío, reservado con un pasado que prefiere mantener en silencio. Su deber es protegerla, mantenerla a distancia y no involucrarse. Pero el carácter rebelde de Valentina, sus intentos de sacarlo de control, un chispa peligrosa que surge cada vez que se miran, lo hace que la línea entre la seguridad y el deseo comience a desmoronarse.
Entre lujos, intrigas familiares y enemigos ocultos que acechan en la sombra, Valentina descubrirá que el peligro siempre la asecha.
¿Podrá un guardaespalda endurecido por la vida, y resistir la tentación de enamorarse de la qué juró proteger? ¿O cederá, aunque eso signifique arriesgarlo todo?
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Valentina
Mis queridas Lectoras. Aquí estamos nuevamente, con esta nueva obra. Esperando que sea de su agrado.
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** Ahora sí comencemos **
Valentina Rossi, nació en el seno de una de las familias más influyentes de Francia, en una mansión de mármol blanco que parecía más bien un palacio que un hogar. Desde el instante en que abrió los ojos, el mundo ya tenía un lugar preparado para ella: ser la heredera de la fortuna Rossi, un imperio empresarial con raíces en el lujo, la moda y las inversiones inmobiliarias. Nació en cuna de oro, literalmente; pero con el paso del tiempo, ella descubría en todo lo sé podía convertir
Su madre Catherine, era una mujer elegante y distante, cuyos rostro siempre estaba impecablemente maquillado, como sí formara parte de la fachada de la familia. Su padre Lucio Rossi, es un magnate qué rara vez está en casa. Valentina creció rodeada de institutrices, tutores privado y una servidumbre que parecía cambiar con frecuencia. Desde muy pequeña comprendió que la soledad era su más fiel compañera.
A los 7 años, ya sabía sentarse erguida como una reina, responder en varios idiomas y sonreír de manera encantadora frente a las visitas importantes. Sin embargo, cada vez que se miraba al espejo, sentía que detrás de esa sonrisa ensayadas se escondía una niña hambrienta de abrazos y risas sinceras. Cuándo se escapaba de la mansión, para correr descalza por los jardines o esconderse en la cocina con los trabajadores, encontraba un respiro que no hallaba en los salones de mármol.
En la adolescencia, Valentina hermosa en belleza. Sus ojos grises, profundos como la niebla de París, empezaron a llamar la atención de todos los que la rodeaban. Los periódicos sociales comenzaron a hablar de la "princesa Rossi", participando en las galas más exclusivas. Pero junto con el reconocimiento vino también la presión: debía ser perfecta, debía representar a su familia sin un error, debía vestir como un ícono, comportarse como toda una dama y nunca mostrar debilidad.
El peso de esas expectativas se volvió insoportable. Mientras sus compañeras de colegio soñaban con viajes, música y amores juveniles, Ella tenía un calendario lleno de clases con protocolo, piano y reuniones con futuros socios de la empresa familiar. Su vida era una agenda diseñada, para fabricar la herencia ideal.
A los 16 años conoció lo que creía que era el amor. Un joven estudiante de arte, apasionado y bohemio, se cruzó en su camino en una exposición. Fue la primera vez que Valentina sintió que alguien la miraba como una persona, no como un apellido. Valentina se escapaba para encontrarse con él, se escribían cartas, y se juraba un futuro lejos de la opulencia. Pero ese romance fue descubierto, y su familia lo aplastó sin piedad. El muchacho fue enviado al extranjero con una beca "generosamente" financiada por los Rossi, a Valentina le recordaron que su deber no era enamorarse, sino perpetuar el legado. Ese fue el primer golpe que la endureció, la primera lección que en su mundo el corazón era un lujo que no podía permitirse.
En los años siguientes se dedicó a esculpir a la mujer que todos esperaban. Se graduó en las mejores universidades, con títulos en administración, finanzas y arte. Era brillante, perspicaz y elegante. La prensa la aclamaba como un ícono de la sofisticación, y los negocios familiares se beneficiaban de su imagen impecable. Sin embargo, por dentro, Valentina se sentía como un reflejo vacío.
A menudo, en las noches, se quedaba mirando la ciudad desde lo alto de su ático en París. Preguntándose. Quién era en realidad. ¿Era la hija obediente, la heredera de la fortuna, la joven que deslumbraba en los eventos? ¿O seguía haciendo aquella niña que deseaba correr libre por los jardines sin que nadie la juzgara?
La presión aumentó cuando cumplió 24 años. Su padre, ya envejecido, le recordó que no bastaba con ser la cara pública del imperio: debía casarse con alguien de su mismo nivel, unirse a otro linaje poderoso y asegurar así la continuidad de la dinastía Rossi. Pretendientes no faltaban; príncipes, banqueros, herederos de fortunas internacionales, todos querían a valentina no solo por su belleza, sino por lo que representaba.
Pero Valentina nunca olvidó la sensación de aquel primer amor arrancado de sus manos. Desde entonces, había aprendido a desconfiar de los compromisos impuestos. Veía a cada pretendiente como una transacción, una negociación disfrazada de romance. Por eso, rechazaba sutilmente a todos, aunque su madre se desesperaba y su padre la reprendía con dureza.
Lo que nadie sabía era que Valentina tenía un secreto: un lado rebelde que florecía lejos de los flashes y los titulares. Y por las madrugadas, se escapaba de su mansión y recorría la ciudad como una mujer común, ocultando su identidad bajo ropa sencilla. Caminaba por los barrios más humildes, observando a los artistas callejeros, se sentaba en cafés pequeños donde nadie la reconocería y podía escuchar las risas auténticas de la gente. Esos momentos eran los únicos en los que Valentina, se sentía viva.
Fue en una de esas escapadas donde su vida cambió. Una amenaza en contra de la familia Rossi, envuelta en chantajes y rivalidades empresariales, la obligó a aceptar lo que más odiaba: la vigilancia permanente. Su padre le impuso a un de sus guardaespaldas personal, demás confianza, un hombre de mirada dura y un pasado misterioso, que debía acompañarla a todas partes. Valentina lo detestó desde el primer instante; lo veía como una cadena más, un recordatorio de que hasta su libertad más pequeña estaba haciendo arrebatada.
Sin embargo, con el paso de los días, comenzó a notar algo distinto en él. No la miraba como los demás, no la trataba como una joya Intocable ni como un trofeo. La protegía, sí, pero también la confrontaba con su carácter rebelde, la obligaba a salir de la burbuja de cristal en la que había vivido siempre. Valentina, acostumbrada a que todos le dijeran que sí, descubrió un muro contra el, que se estrellaba... Y qué, de algún modo. comenzó sentir algo más real que nunca.
La atención entre ambos creció en silencio. Valentina luchando contra lo que sentía, recordando las cicatrices de su primer amor destruido y el peso de su apellido. Pero por las noches, cuando lo escuchaba caminar cerca de su puerta, cuando lo veía vigilar a la distancia en los eventos, cuando su mirada se encontraba fugazmente, sentía que algo dentro de ella se quebraba.
La heredera perfecta, la mujer de hielo que todos admiraban, empezaba a descubrir que su corazón aún estaba vivo. Y con ese descubrimiento venía un nuevo dilema: ¿podría desafiar a su familia, arriesgar todo por un amor imposible? ¿o terminaría, como siempre, obedeciendo al destino que otros habían escrito para ella?
pero esa cancelación debe ser un hecho en la prensa directa
ahora valentina debe tener mucho más cuidado
con ese loco de Adrien
Entonces dale dónde más le duele a Gabriel 🤣 en el Orgullo. ☺️