{Publicaciones los LUNES/MIÉRCOLES/VIERNES}
Elizabeth era una mujer adulta que vivía sola y gozaba a pleno de su sexualidad, cuando muere por un accidente de tránsito, reencarna en un libro de época antigua que leyó antes de morir. Ella al saber cómo se darán las cosas, comienza a preparar y claro, a formar su propio harén, porque ¿para que conformarse solo con uno cuando se puede tener a seis?. Elizabeth tendrá que enfrentar muchas cosas y personas para lograr sus objetivos, además de enfrentarse a la diferencia de época y creencias sociales...
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capítulo 7
Al otro día, Elizabeth había pedido en confidencia a Nina que le comprara medicina para no quedar embarazada, por supuesto que Nina se alertó y asustó muchísimo, pero luego de una charla bastante íntima, la sirvienta se relajó y prometió ayudarla en todo.
La semana pasó volando y el lugar que había comprado lo había convertido en una tienda de ropa, con algunos modelos de su época, no tan reveladora pero sin tanto trapo. Además de que había creado ropa interior por pedido, pero solo para círculos cerrados.
Encontrar y convencer a la modista había sido bastante complicado, pero como la chica era pariente de Nina y no tenía empleo, ni marido que la ayudara con sus dos hijos, terminó por aceptar, más al ver lo que se le pagaría.
Al principio todos especulaban sobre a quien le pertenecía aquel local de ropa, pero nadie lograba dar con el dueño, además otros hombres pretendían hacer negocios exclusivos con la aclamada tienda que rápidamente se había puesto de moda, pero la mayoría eran rechazados por un mensajero.
Los únicos que estaban al tanto de que la verdadera dueña era Elizabeth, eran sus amigos; Nina, Caleb y Harriet. Ellos la apoyaban en todo, le daban ideas, le traían comentarios que escuchaban o la ayudaban averiguando información sobre los hombres que pretendían hacer negocios con ella.
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Elizabeth estaba escribiendo en un papel algunas ideas para lanzar más adelante, cuando su padre pidió pasar a su cuarto.
-Adelante - exclamó Elizabeth guardando las cosas
-Hola hija - le sonrió él cálidamente - solo pasaba a informarte que hoy debes asistir a una fiesta de té de una señorita - paro brevemente al ver las caras de desagrado que hacía su hija - hace muchísimo no vas a esas reuniones hija, y es necesario que empieces a relacionarte en sociedad para ir forjando tu carácter y hacer nuevas amistades.
-Entiendo, está bien padre - acepto rápidamente ella, sabiendo que negarse era en vano, además de qué tal vez le haría bien conocer a ciertas personas.
-Hija, debes entender que lo digo por tu bien, además... - se detuvo en seco a mirarla atentamente con los ojos abiertos - ¿qué? - logró articular sin entender nada.
-Si, padre - admitió ella - sé que tienes razón y solo deseas lo mejor para mí - le sonrió ella
El duque Robert se quedó un rato mirándola sin saber bien que decir, nunca antes le habían dado la razón a la primera.
-Eeh, bueno... - balbuceó - ¿gracias?, ¿quieres dinero? - ofreció
Elizabeth sonrió, su padre sí que era un buen tipo.
-No, gracias padre - lo abrazó Elizabeth - ahora me arreglaré para salir
Luego de que él duque saliera de la habitación confuso, Elizabeth se arregló, su puso uno de los vestidos de su tienda, llevaba uno de los más limitados. Le pidió a Nina que la ayudara con un buen peinado, se perfumó y apenas se maquilló sencillamente. Cuando fue la hora de partir se encontró con su hermana Amelia en el carruaje y como les quedaba de paso, pasaron a buscar a Harriet.
Todo el camino Amelia estuvo lanzando comentarios pasivos agresivos a Elizabeth, y aunque Harriet había querido responderle para defender a su amiga, Elizabeth no la dejó, susurrándole que no gastara saliva en esa sanguijuela.
Al llegar a la fiesta de té de la señorita Lydia, Amelia bajo deprisa, dejando a las chicas atrás.
Cuando Elizabeth y Harriet se miraron, suspiraron, a ninguna le agradaba estar en ese lugar. Además, bien sabían que Lydia era una buena amiga de Amelia, por lo que tratarían de hacerlas pasar vergüenza o quedar mal.
Lydia Smith
Al entrar ya había muchas señoritas sentadas en la mesa, y por supuesto, Amelia estaba junto a Lydia y otras tres jóvenes más que solo cuchicheaban al verlas entrar.
-Mucho gusto, gracias por la invitación - se inclinó levemente Harriet ante la anfitriona, mientras estás solo sonreían despectivamente
-¿Y vos? - señaló una jóven a Elizabeth - ¿acaso no te pensás inclinar ante la anfitriona?
-No, y no tengo por qué hacerlo - luego miró a Harriet - vos tampoco deberías hacerlo más, menos ante alguien que no es superior a vos en estatus - señaló Elizabeth molesta por la forma en que la se burlaban de su amiga.
-¿Cómo te atreves?, ¡mal educada! - gritó fingiendo estar indignada la joven
-Mal educada serás vos querida, yo soy hija de un duque, Harriet es hija de un conde y la anfitriona es hija del ministro de finanzas, según el reglamento, ella debe inclinarse a saludarnos a nosotras, no al revés - indicó muy tranquilamente Elizabeth haciendo que todas enrojecieran de la rabia - Además, ¿y vos quien sos para hablarme así?
-Yo soy Louisa, hija del marqués Lafayette - respondió ella con el mentón en alto, mirándola llena de soberbia
Louisa Lafayette
-Pues entonces me debes respeto, y antes de hablarme con ese talante altivo, primero te inclinas ante mí saludando como corresponde ante la hija de un duque - contraatacó Elizabeth sonriendo de lado, veía de reojo como las demás la mataban con la mirada, pero ya ninguna se atrevía a decir nada.
-Entonces Harriet me debe respeto a mí por ser inferior a mí - protesto infantilmente Louisa al ver que no podía con Elizabeth, por lo que atacó a su amiga de forma altanera
-Primero que nada - se acercó a ella de forma amenazante - Harriet no es inferior a vos, su estatus es menor, hay una diferencia - dió otro lado a ella - y segundo, ella en ningún momento le faltó el respeto a nadie, al contrario, ustedes nada más vernos llegar nos han faltado el respeto continuamente, por lo que tampoco te debe nada - la defendió
-Chicas, disculpen a mi insolente hermana, no está acostumbrada a socializar - comentó de forma burlona Amelia
-Puede que no esté acostumbrada a socializar en fiestas de té como está, pero sí es mucho más educada que muchas de acá - sentenció Harriet defendiendo a su amiga
Las demás comenzaron a protestar por la forma de hablar de ambas jóvenes.
-Querida Harriet, ¿qué te parece si vamos a tomar el té a tu hogar? - preguntó amablemente Elizabeth al ver lo incómoda que se encontraba su amiga
-Será un placer Elizabeth - le sonrió ella
Por lo que ambas jóvenes abandonaron con dignidad aquel salón, ante las críticas de las demás. Aunque Elizabeth ni nadie ahí había notado un par de ojos curiosos de un joven que se encontraba allí, el cual había presenciado todo. Él solo sonreía complacido por la forma en la que aquella joven de cabello blanco y ojos celestes se había defendido.
Las chicas pasaron la tarde en la casa de Harriet en compañía de Caleb, ya que con él presente los condes no se atreverían a decirle nada a Harriet, mucho menos en presencia de Elizabeth.
A veces entre ellos coqueteaban y hacían insinuaciones calientes, las cuales Harriet no entendía del todo, pero si entendía el contexto de aquello por lo que se ponía roja de la vergüenza, aunque no le molestaba.
Pronto Elizabeth regresó al ducado en compañía de Caleb que como todo un galán la dejó en la puerta de su casa prometiendo visitarla más tarde en la noche.
Elizabeth nada más entrar recibió una fuerte cachetada de parte de su madre, la duquesa.
Al parecer su hermana Amelia había llegado antes y a contar todo lo que había sucedido pero claro, a su manera.
-Elizabeth, ¿de dónde vienes? - preguntó su madre visiblemente molesto
-De la casa de Harriet padre, su hermano tuvo la cortesía de acompañarme hasta la puerta - indico tranquilamente Elizabeth
-Seguro andaba de regalada con el joven Miller - metió cizaña su hermana
-¡Amelia! - la regañó su padre - no quiero volver a oírte decir eso, tu hermana es sus comentariosespetable
-Pues su comentarios en la fiesta de té dejaron mucho que desear - comentó furiosa Amelia
-¿Defenderme y hacerme valer está mal? - preguntó con una sonrisa Elizabeth - padre, disculpame pero creí que debía de hacerme respetar al ser tu hija, sino sería el hazmerreír de toda la sociedad
-¿A qué te referís con hacerte respetar? - preguntó vacilante el duque
-Así que no te contaron todo - sonrió Elizabeth, contándole los hechos tal cual a su padre, poniendo de testigo a Harriet cuando ella visitara el ducado.
El duque al saber cómo fueron realmente las cosas, castigó a su hija Amelia por inventar cosas y no defender a su hermana. Además, advirtió a la duquesa de no volverla a agredir de esa forma tan injustificada y sin darle oportunidad de explicarse.
Más tarde en la noche, cuando todos se fueron a dormir, Caleb entró por la ventana nuevamente.
Elizabeth ya lo esperaba en ropa interior sobre la cama, él se sorprendió al verla con esa ropa extraña, pero le encantó.
Estuvieron juntos hasta el amanecer dándose placer mutuamente.