Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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Reunión familiar.
—Oye, oye, ¿qué ocurrió ahí adentro?
Me pregunta Leo y no puedo evitar reírme al recordar lo que acabo de hacer.
Él sonríe al verme reír.
Llego a mi piso y entro a la oficina, él igual entra.
—Esta será mi nueva oficina.
—¿Cuál será tu área?
—Psicología.
Le digo y él pasa el dedo por las ventanas llenas de polvo.
—¿Ya encargaste lo que ocuparás?
—Sí, pero el imbécil de Sebastián no quiere.
—Ya lo tengo.
Me dice Gabriel desde la puerta, me acerco y me entrega un ticket.
—Entrégalo cuando lleguen, ya está el pedido justo como me lo pediste.
—Gracias.
Le digo abrazándolo y veo pasar a varias personas.
—Bien, me tengo que ir, tu marido no es nada sin mí.
Dice viendo a Leo y lo observo irse.
—Tengo muchos traumas.
Me dice de la nada y sonrío. Él saca un pañuelo y limpia una silla que me ofrece.
—No es el lugar, es la persona.
Me dice limpiando otra silla donde se sienta.
—Y bien, quiero ser el primer paciente.
—Bien, señor Leo, dígame...
—La mujer que amo se casó con un imbécil que no la valora, pudimos ser felices, pero sus padres creyeron que no era lo suficiente, y ella hace todo lo que ellos le dicen. Nunca podré saber qué hubiera pasado si ella me hubiera dado una oportunidad, una, solo eso le pedí.
Me dice y la voz se le quiebra.
—Puedes confesarte en otro momento, y lo de imbécil esta vez te salió gratis porque no tengo tiempo para una persona como tú.
Le dice Sebastián desde la puerta.
—Sabes bien que yo la quería.
Le dice y no sé a dónde ver.
Leo hace a un lado la silla y le hace frente a Sebastián, quien termina de entrar.
Los separo metiéndome entre ambos.
—Ya, Leo, por favor, sal.
Le digo y este lo duda pero termina saliendo.
—Oye, están preguntando por ustedes.
Dice Gabriel en la entrada y nota la tensión.
—¿Todo bien? Leo salió molesto de la empresa.
Dice y Sebastián sale enojado.
—Es la segunda vez que se enfrentan así, en la tercera habrá madrazos.
Dice serio y yo muerdo mis uñas.
—Y si los hay avísame, porque yo quiero ver.
Lo miro y sonrío caminando con él. Entramos a la sala de juntas y Sebastián está serio, sentado en la silla principal.
Me siento a un lado y siento la mirada de todos sobre mí.
Me ve una mujer con rasgos fuertes, levanta una ceja.
—Creí que peleaban a alguien mejor.
Se atreve a decir y me cruzo de piernas.
—Así se escucha la envidia.
Le digo y ella me ve mal. Gabriel carraspea acomodándose en su lugar.
—¿Envidiarte a ti? Que fuiste subastada como un objeto que se vende al mejor postor.
Me dice riéndose y estoy por responder cuando un hombre golpea la mesa.
—Eva, espera afuera.
Ella se levanta saliendo de la sala de juntas.
—Mi palabra vale.
Dice deslizando una carpeta.
—Eres el que más acciones tiene en esta empresa y tienes mi apoyo, pero aún falta algo y ya saben qué es. Demuéstranos que la empresa está en buenas manos, y no hablo de trabajo porque de eso no hay dudas, saliste como tu padre de trabajador. Esta empresa se fundó a base de la familia, es el pilar principal.
Dice y cambia su cara seria.
—Ahora cambiando de tema, ¿cómo está mi hijo favorito?
Dice extendiéndole los brazos a Sebastián.
—¿Y Dalila? No la vi cuando llegué.
—No lo sé.
Le dice, y este hombre es como un témpano de hielo.
El señor me mira y camina hacia mí.
—Carina, es un placer para mí que seas la madre de mi nieto. De todas las que me presentó mi hijo, tú eres la suertuda.
—No pues wow, es lo que siempre quise.
Le digo fingiendo alegría y el padre de Sebastián se ríe, cosa que nunca le he visto hacer a Sebastián.
—Nunca les he presentado a nadie.
Le dice Sebastián de mala gana.
—Ah pues ya viste, Carina, siéntete afortunada: eres la primera.
—La primera en aguantarlo.
Se me sale decir y Sebastián me mira mal.
—Vamos a cenar, apenas hoy regresé de mi viaje.
Nos dice señalando la puerta y noto que trata de no reírse.
—¿Y piensas llevar a tu amante?
Le dice Sebastián a su padre y este solo se queda serio.
—Tu madre ya te metió ideas.
Le dice molesto.
—No soy un maldito crío para que alguien me meta ideas.
—¡Papi, Sebas!
Gritan y veo llegar a Dalila corriendo, abraza a su padre y luego a su hermano.
—Saluda a tu cuñada.
Le dice su padre y ella solo me ve.
—No hace falta.
Le digo acomodándome la falda.
—Vamos a cenar.
Vuelve a decir el padre y ella sujeta su brazo.
Estoy por dar un paso cuando Sebastián me sujeta del brazo.
—Compórtate.
—¿Yo? Siempre.
—Sí, cómo no.
—Me pediste que limpiara tu escritorio y eso hice, ahora no te quejes.
—Esa me la pagarás. Y sigue insultándome, se te seguirá sumando más cosas.
—Uy, qué miedo. Ya veremos.
Le digo soltándome y es que no hay nada mejor que una “reunión familiar”.