Sombras De Pasión

El sol de la tarde brillaba a través de las amplias ventanas de la oficina de Sofía, reflejando el caos que había sido su día. El golpe contra Lucas aún reverberaba en la empresa. Era un escándalo del que hablarían por mucho tiempo, y aunque Sofía estaba orgullosa de haber sobrevivido a la tormenta, sabía que la calma que seguía era solo superficial.

Se reclinó en su silla, cerrando los ojos por un momento. La fatiga finalmente se hacía presente. Por primera vez en semanas, Sofía se permitió bajar la guardia, aunque solo fuera por un segundo. Estaba agotada, tanto física como emocionalmente.

Su teléfono vibró en el escritorio. Mariana, su mejor amiga, le había enviado un mensaje con uno de sus característicos comentarios irónicos:

**"Ya me imaginaba que te convertirías en la nueva reina de los dramas empresariales. ¿Ya pensaste en quién hará de ti en la película?"**.

Sofía sonrió. Mariana siempre sabía cómo hacerla reír en los peores momentos. Pero incluso con la broma de su amiga, algo la mantenía inquieta. Sabía que Gabriel seguía jugando un papel en esta historia, y ese pensamiento era un pequeño recordatorio de que la batalla estaba lejos de terminar.

La puerta de su oficina se abrió de golpe, y como si el destino lo hubiese invocado, Gabriel apareció. Llevaba su clásico traje oscuro, siempre impecable, y su expresión fría, aunque esta vez parecía haber un brillo particular en sus ojos. Entró sin pedir permiso, una costumbre que ya le estaba empezando a irritar a Sofía, pero no lo demostró.

—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó Sofía, con una ligera sonrisa sardónica, aunque sabía que Gabriel rara vez aparecía sin un motivo claro.

—Solo quería ver cómo estabas después del espectáculo de esta mañana —respondió él, inclinándose contra el marco de la puerta—. Ha sido un día largo.

Sofía lo miró con desconfianza, aunque no pudo evitar admirar lo seguro de sí mismo que parecía estar siempre. Gabriel era el tipo de hombre que siempre sabía más de lo que dejaba entrever, y eso la mantenía alerta. Pero había algo en él, una chispa que a pesar de su frialdad, la intrigaba.

—Estoy bien, gracias —respondió, alzando una ceja—. Supongo que deberías estar celebrando. Todo salió como lo planeaste, ¿no?

Gabriel sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—No todo fue por mí, Sofía. Tú fuiste la que hizo la jugada final. —Dio un par de pasos hacia ella, acercándose lo suficiente para que Sofía sintiera la intensidad de su mirada—. Pero sí, fue un buen día.

Sofía lo miró fijamente, midiendo sus palabras. Había un aire peligroso en él, pero también algo que la atraía, como si su presencia en su vida fuera tan inevitable como desafiante.

—¿Y ahora qué, Gabriel? —preguntó ella, cruzando los brazos—. ¿Cuál es tu próximo movimiento?

Gabriel se detuvo justo frente a su escritorio, su sonrisa ahora más cálida, casi juguetona.

—Por el momento, asegurarme de que *Valente* esté en las manos adecuadas. Y esas manos, Sofía, son las tuyas.

Ella dejó escapar una pequeña risa incrédula.

—Claro, porque esto no te beneficia en absoluto, ¿verdad?

Gabriel dejó caer su mirada un segundo, como si estuviera considerando su respuesta. Cuando volvió a mirarla, sus ojos brillaban con una mezcla de sinceridad y algo más que Sofía no pudo identificar.

—Siempre hay algo en juego, eso lo sabes bien. Pero no estoy interesado en destruirte, Sofía. *Valente* necesita fuerza ahora, y tú eres esa fuerza. Solo... asegúrate de que no confías en la gente equivocada.

Las palabras, aunque con tono de advertencia, tenían algo seductor. Era como si Gabriel estuviera tendiéndole una mano, pero no sabía si la oferta era genuina o solo otro movimiento estratégico. Sofía, sin embargo, no era fácil de manipular, y Gabriel debía saberlo.

—Eso va en ambos sentidos —replicó, inclinándose hacia él—. Yo también debo asegurarme de no confiar en ti demasiado.

Gabriel soltó una suave risa, una que no parecía haber sido planeada. Se apartó un poco de su escritorio y se cruzó de brazos.

—Me encanta esa parte de ti, Sofía. Eres impredecible.

—Lo mismo digo —dijo ella, sin poder evitar sonreír levemente.

Hubo un momento de silencio entre ellos, una tensión palpable que no tenía que ver con el negocio ni con la traición de Lucas. Algo más burbujeaba debajo de la superficie, algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir abiertamente. Sin embargo, ambos lo sentían.

Gabriel fue el primero en romper el momento, ajustando su reloj como si hubiera decidido que ya era suficiente por hoy.

—Bueno, supongo que nos veremos mañana en la reunión con los accionistas. —Se giró hacia la puerta, pero justo antes de salir, se detuvo y miró a Sofía por encima del hombro—. Ah, y Sofía... me alegra que seas tú la que esté al mando ahora.

Sofía lo miró, estudiando cada una de sus palabras. Era difícil saber si Gabriel era sincero o si todo formaba parte de su elaborada estrategia, pero algo en su voz había sonado auténtico. Quizás, después de todo, había algo más en él de lo que dejaba ver.

Cuando finalmente se fue, Sofía se recostó en su silla, exhalando el aire que no sabía que había estado conteniendo. Gabriel siempre conseguía sacar lo mejor y lo peor de ella en una misma conversación. Y ahora, más que nunca, tenía que decidir si confiar en él era una locura o una jugada inteligente.

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Mientras Gabriel bajaba en el ascensor, no pudo evitar sonreír para sí mismo. Sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero eso era lo que le daba adrenalina. Sofía era todo lo que había esperado: inteligente, fuerte y con una voluntad implacable. Pero había algo más en ella, algo que lo hacía sentir más interesado de lo que debería estar.

Quizás, pensó, el acercamiento que estaba buscando no era solo una alianza de negocios. Pero en el mundo que ambos habitaban, el romance era tanto un arma como una debilidad. ¿Sería capaz de mantener las cosas bajo control o acabaría cediendo a esa atracción que claramente ya estaba sintiendo?

Con un último vistazo al reflejo de su sonrisa en las puertas del ascensor, Gabriel se preparó para lo que vendría. Porque si algo sabía con certeza, era que con Sofía, lo inesperado siempre estaba a la vuelta de la esquina.