BL.
⚠️ Para mayores de 18, la novela puede contener escenas no aptas para menores. ⚠️
Alfred es un hombre que se dedica a desmentir leyendas junto con su hermano. Toda su vida ha sido relativamente tranquila o así lo cree él, en realidad no tiene casi ningún recuerdo. Estos parecen estar tapados con una espesa niebla blanca.
Jamás sintió demasiada intriga sobre el por qué sus recuerdos habían desaparecido, hasta que una extraña leyenda llega a sus manos, de hecho, fue muy conveniente para poder solucionar también el desastre en el cual su hermano se había metido.
Esta leyenda trataba sobre un Ángel y ofrecía una muy buena recompensa, junto con su hermano se embarca en su nueva aventura, que sin que Alfred lo supiera, se convertirá en el camino para desenvolver su pasado y encontrar a alguien que lo ha estado esperando en secreto.
Pd: La imagen de la portada NO me pertenece.
Newt y Thomas son solo una representación.
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Capítulo 16: Moff.
Los días se habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, el plan ya estaba decidido. Quizá no era muy fuerte o muy bueno, pero Alfred confiaba en Andy y en que todo resultaría tal como querían.
Porque sentía que así sería.
Se colocó la mochila, esta estaba cargada con las cosas necesarias para escalar una montaña: Picos, cuerdas, botas, ropa y de más. Aunque no estaba seguro si usaría algo de eso, ya que el muchacho le repetía una y otra vez que la montaña tenía un camino que había sido hecho desde hace muchos siglos.
Aun así él quería ir preparado.
A pasos lentos, con Hugo siguiéndolo por detrás, salió de la habitación, era de madrugada y todos dormían. Estaban evitando provocar algún sonido y despertar a Sea que descansaba en el piso superior, exactamente en la única habitación que tenía rosas talladas en las puertas de la ventana.
Al bajar las escaleras se encontraron con el rubio que les sonreía a la par que los saludaba moviendo la mano, claramente desbordaba emoción, haciendo que el corazón de Alfred saltara al imaginarse ingresando en Moff.
— ¿Listos?— Preguntó en un susurro, y antes de que alguno de los dos pudiera decir algo, se acercó a grandes zancadas a la puerta y la abrió.
La brisa nocturna sacudió sus cabellos, llevándose consigo el sueño residual que los atormentaba a esas horas, las estrellas brillaban en la bóveda celeste, acompañándolos con cada paso que daban. Un pedacito de luna temerosa colgaba del cielo y algunas pequeñas nubes la cubrían creando una vista agradable a los ojos.
Los tres se encontraban de buen humor y bastante expectantes. Hugo y Alfred por fin podrían tener el dinero después de esto y volver a su hogar, por otro lado Andy iría a la montaña con la cual había soñado incontables veces.
Todos ganaban.
—Ya estamos llegando.
—En verdad solo estaba a unos cuantos kilómetros—. Hablo Alfred y miro a su alrededor, aun así no veía ningún rastro de una montaña.
Andy saco del bolsillo de su camisa blanca un viejo reloj que resplandecía bajo las estrellas, las manecillas indicaban que ya pronto serían las cuatro de la mañana, y según el joven, que ya había calculado el horario de los guardias, a esa hora se producía el primer cambio.
—Allí esta.
Ambos hermanos desviaron la mirada del reloj del joven hacia el costado derecho en donde se alzaban muchos árboles de diferentes especies: Sauces llorones, robles, paraísos, etc. Más allá de sus frondosas ramas se podía apreciar un pequeño pico que apenas sobresalía, lo curioso es que este pico no terminaba en punta, sino que era aplanado, como si alguien lo hubiese limado con una lima de tamaño descomunal.
En verdad Moff no era una montaña alta, ni parecía ser una montaña normal a lo lejos.
— ¿Siquiera se puede llamar montaña a eso?— Preguntó Hugo mientras los tres comenzaban a sumergirse entre los árboles.
—Créeme que hubo un tiempo en que Moff era una montaña increíblemente alta.
— ¿Y qué le paso?
—No lo sé, dicen que fue la mano humana la cual modificó el lugar—. Titubeó Andy.
Alfred escuchaba de vez en cuando la conversación de ambos hombres, se sorprendió al darse cuenta que en realidad estos árboles no formaban un bosque, ya que en menos de 200 pasos ya habían salido hacia un área llena de pasto. Al parecer las personas que plantaron los arboles ahí lo hicieron con sumo cuidado para crear una ilusión de profundidad con ellos.
—Agáchense.
El largo pasto casi les hacia cosquillas en sus mejillas cuando se cernieron en él, más adelante había una zona escarpada de tierra y dos personas vestidas con ropa militar: Botas de cuero y una chaqueta de piel, por debajo de esta se asomaba una remera de un color verde musgo y en sus manos llevaban armas de pólvora. Alfred miro detrás de ellos, en donde una pequeña cerca se alzaba, parecía que había estado ahí durante años.
Andy volvió a sacar su reloj, eran las tres y cincuenta de la mañana. Diez minutos más y tendrían menos de medio minuto para correr hasta ahí y pasar.
Tres y cincuenta y uno.
Uno de los guardias olfateo el aire y se movió de un lado a otro.
Tres y cincuenta y dos.
Ambos guardias intercambiaron algunas palabras.
Tres y cincuenta y tres.
Alfred, Hugo y Andy comenzaban a sentir la presión de estar en ese lugar, si realizaban apenas un movimiento que llamara la atención estarían condenados.
Tres y cincuenta y cuatro.
Tres y cincuenta y cinco.
Tres y cincuenta y seis.
Tres y cincuenta y siete.
Tres y cincuenta y ocho.
Tres y cincuenta y nueve...
Solo faltaba un minuto.
—Algo no se siente bien—. La voz grave de un guardia llego hasta sus oídos, los tres se tensaron en el pastizal.
— ¿Mh?— Su compañero miro a su alrededor y olfateo el aire.—Tienes razón, lloverá más tarde.
—No es eso, iré a ver.
Las fuertes pisadas comenzaron a acercarse hacia ellos, primero se oyeron las piedras crujir por debajo de las botas y después la yerba.
Estaban acabados.
En ese momento un sonido de tintineo, como el de una campana, retumbo por todo el lugar, el guardia detuvo su andar y volteo a ver a su compañero, el cual le hacía señal.
—Debe de ser un animal, ¡vámonos!
Ya era la hora del cambio de guardia.
Naturalmente su turno había terminado y estaba más que feliz de poder regresar a casa a descansar, esa sensación de que algo iba mal se disipó de inmediato y se alejó a grandes zancadas.
Los tres, que estaban escondidos, tenían el corazón en la boca y pudieron suspiras aliviados antes de levantarse con cautela, cuando no vieron a nadie se echaron a correr lo más rápido que pudieron hacia la cerca. Al llegar Alfred descubrió que la pintura de esta alguna vez había sido blanca, pero ahora era de un tono gris oscuro adornada por muchas enredaderas verdes.
—Saltemos, ya.
No había tiempo que perder, así que ambos levantaron las piernas y pasaron. En el momento en que se alejaban cuesta arriba Alfred volteo, ¿esto no había sido demasiado fácil?
Demasiado...
Esperaba que nada malo sucediera, pero tenía una premonición en su pecho de que las cosas serían más complicadas.
Esto ya no le estaba gustando mucho.
Siguieron corriendo por el camino, literalmente era un camino construido con piedras perfectamente pulidas para que ninguna sobresaliera del suelo, llegaron hasta una pequeña fuente y se detuvieron. Alfred miro con curiosidad el tallado en esta, era una flor con enredaderas y plumas en el suelo, el aspecto gris y el musgo que se arraigaba a la piedra le daba un toque encantador y misterioso.
Andy se descolgó su bolso y saco un pequeño trozo de tela el cual recubría tres agujas, le paso una a Alfred y a Hugo mientras su expresión era sería.
—Una gota de sangre, recuerden. No debe de ser más ni menos.
Alfred estaba algo dudoso sobre esto, pero los otros dos que estaban con él no, inmediatamente se pincharon el dedo, una pequeña bolita carmesí comenzaba a asomarse. Alf, sin pensarlo demasiado, presiono la aguja contra su pulgar, un pequeño dolor como el de una espina pinchándolo recorrió su dedo. Los tres extendieron sus manos y una gota de sangre de cada uno cayó dentro de la fuente seca.
— ¿Ahora qué?
—No sé, sigamos avanzando.
— ¿Cómo que no sabes?
Hugo rodó sus ojos y siguió al rubio, el mayor se quedó atrás, frunciendo sus cejas mientras miraba pensativo esta fuente. Se le hacía conocida de alguna parte, pero no sabía de donde, cuando comenzó a avanzar capto una luz por el rabillo del ojo: Provenían de las plumas de piedra.
¿Qué mierda?, ¿qué clase de estatua brilla?
— ¡Alfred, no te quedes atrás!
— ¡Voy!
Cuando le dió la espalda a la vieja fuente las enredaderas alrededor de la flor se tensaron aún más y brillaron a la par de las plumas de roca.
Cuando llego nuevamente al lado de su hermano y Andy ya estaban un poco más arriba, extrañamente el aire no les comenzaba a faltar, en vez de disminuir parecía que abundaba más.
—Chicos, las plumas de la fuente...—, dejo de hablar mientras sus ojos color miel se abrían de par en par. Árboles se alzaban a su alrededor, eran de tamaño medio, delante de estos habían muchas plantas y flores, muchas flores. Las flores que más abundaban eran las de jazmín, las cuales impregnaban el lugar con todo su aroma.
— ¿Qué es todo esto?— Pregunto Hugo desconcertado al igual que él.
—Al parecer es cierto que aquí siempre es primavera.
Su labio inferior tembló.
¿Ara tenía razón?
¿Siquiera era eso posible?, no tenía sentido. Para la altura a la cual se encontraban debería de estar mínimamente frío, pero no. Su entorno era agradable y cálido.
—Alfred, esto no me gusta—. Le susurro Hugo. —Si esto es real, ¿qué tal si...?
—No lo digas, sigamos caminando—. No quería pensar de más en ellos, ¿no sería mejor seguir avanzando y descubrir la verdad al final?
Siguieron caminando en silencio, solo acompañados por el murmullo del viento que acariciaba los árboles, de vez en cuando las ramas chocaban entre sí con un sonido suave y Alfred no podía evitar mirar en esa dirección, sintiendo que su propio corazón golpeaba contra su pecho queriendo huir. En algún momento Andy se había colocado a su lado, ya no iba por delante, en cambio lo miro atentamente y le sonrió con suavidad, tratando de calmarlo. ¿Por qué sentía que había algo oculto en todo esto?, y no era respecto a si la leyenda era real o no, era otro presentimiento más profundo y aterrador, había algo que Andy sabía y no le había dicho. Estaba seguro.
No desconfiaba del rubio, pero ahora, caminando directo al "calabozo" comenzó a sudar frío ante la sonrisa del mismo.
—Eso..., wow.
El susurró impresionado de su hermano lo hizo desviar su atención y sus propios ojos se abrieron como platos. Frente a ellos había una cueva con una gran puerta de piedra llena de patrones extraños, en el centro de la misma había una pluma cubierta por enredaderas, debajo de esta había un pequeño agujero que pensó que podría tratarse de la cerradura.
¿Este lugar necesitaba una llave?
— ¡Lo sabía!— El rostro de Andy estaba colorado por la emoción y fue el primero en correr hacia la puerta, apoyo sus manos sobre la roca y trazo algunos de los patrones. Alfred y Hugo se acercaron con cautela y también, de igual modo que el más joven, sus dedos trazaron patrones que estaban a su alcance, Alfred levanto el brazo y trazo la pluma con la yema de sus dedos, la piedra estaba perfectamente tallada, por lo cual era muy suave.
Estaba impresionado, la sensación le causo cosquillas y un temblor en el corazón.
—Al parecer necesitamos una llave—. Observo Hugo.
—Alfred, pon tú dedo ahí dentro.
— ¿Mi dedo?— Ahora estaba absolutamente desconcertado, ¿había algo ahí dentro?, ¿cómo un botón?
Hugo y él se miraron, finalmente metió el dedo dentro de agujero. La piedra era suave y del tamaño perfecto, por lo cual no le apretó en ningún momento, sin embargo sintió un dolor punzante y la sangre caliente que se derramaba. Al sacar su dedo con una expresión en blanco logro ver dos pequeños agujeritos en este, producidos por algún objeto punzante y afilado.
—Esto..., ¿es como la fuente?— Preguntó mientras se llevaba el dedo lastimado a la boca, el sabor de la sangre inundó sus papilas gustativas. — ¿Cómo tenías conocimiento de esto si jamás habías venido?
Andy estaba a punto de hablar, pero algo se movió en la puerta y los tres instintivamente se alejaron. Alfred sintió que el gusto a sangre en su boca se intensificaba cuando noto como las enredaderas de piedra se desenroscaban de alrededor de la pluma mientras esta se movía a un lado. En algún momento, los patrones extraños habían adquirido un tono rojo vino. Luego, la puerta de roca se abrió de par en par.
—Como... ¿qué?— ¿La roca se había movido?, ¿cómo podría ser posible?
Su escepticismo recibió su primer golpe en muchos años y se sintió perdido. Miro a Hugo en busca de ayuda o algún consuelo, pero su hermano estaba parado tranquilamente unos pasos por delante de él. Dudo cuando su brazo se extendió hacia él, finalmente lo bajo y se acercó.
—Es increíble—. Murmuro el de piel bronceada. —¿No te parece?
—Si...
Andy comenzó a avanzar y su persona fue tragada por la oscuridad de la cueva, Alfred abrió la boca y se sorprendió al darse cuenta que no podía pronunciar palabra. No sabía si era miedo o emoción, pero su corazón no dejaba de amenazar con salir de su pecho. Hugo también avanzo, sin decirle nada más y se hundió en la oscuridad.
Ambas personas parecían poseídas mientras se adentraban dejándolo atrás.
Titubeó antes de dar el primer paso y finalmente avanzo constantemente, al pasar el umbral una sensación fría calo sus huesos, el olor a humedad ataco sus fosas nasales. Si agudizaba el oído podría escuchar las respiraciones de Andy y Hugo, los cuales optaron por no hablar mientras avanzaban al notar su presencia. El constante repiqueteo de las gotas cayendo era el único sonido que podía captar con simplicidad, a unos cuantos metros vieron luz y al salir se encontraron con un gran recinto en donde habían una clase de hongos luminiscentes de un aspecto verdoso y esponjoso, el micelio de estos se extendía por todas las paredes junto con gruesas enredaderas con flores rojas de color sangre, la vista los impresiono y los hizo detenerse. Alfred, por mera curiosidad, se acercó a uno de los hongos y se agacho, poniéndose sobre una rodilla, lo suficientemente cerca como para extender su mano y tocarlo, pero aun así no lo hizo. No era experto en hongos ni sabía si este tenía alguna toxicidad, por más bonito que pareciera debían ser precavidos.
Se puso de pie, solo para descubrir que el pantalón en la zona de la rodilla que había apoyado en el suelo estaba mojado, esto demostraba que el suelo estaba realmente húmedo, de hecho la roca estaba un poco resbaladiza, pero no lo suficiente para hacerlos caer.
Delante de ellos había un camino iluminado por los mismos hongos, así que se adentraron en esa sección de la cueva que era como un túnel y avanzaron, el olor a humedad era más intenso, tanto que les hacía picar la nariz, nublando sus sentidos.
Los hongos verdes poco a poco fueron reemplazados por piedras amatistas que emitían un tenue brillo dándole al lugar un aspecto más sombrío y misterioso, fueron capaces de ver el final de ese "pasillo". Alfred sintió que su sangre se congelo y no fue capaz de dar un paso más, así quedándose estático en el umbral.
No podía creerlo, no. No quería creerlo.
El lugar era inmenso, más espacioso que el recinto anterior. Lleno de piedras amatistas que emitían ese tenue brillo, pero multiplicado por la gran cantidad de ellas. En el centro, rodeado por cadenas oxidadas, había algo o alguien tendido en el suelo en posición fetal. Su tez tenía una palidez mortal, sus omóplatos estaban hundidos y en su espalda había una gran cicatriz en forma de V dada vuelta.
— ¿Eso es...?— La voz de Hugo salió como un susurro, pero retumbo en el gran espacio, la figura se movió. Todo el aire se volvió aún más frío.
¿Esto solo logro facilitar o dificultar más las cosas?
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