son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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capitulo 24
El regreso a la ciudad no fue tan tranquilo como Amelia esperaba. Aunque el fin de semana con Deniss y Vanesa le había permitido desconectarse y recargar energías, la realidad la recibió como un balde de agua fría. Apenas cruzó la puerta de su casa, su madre la estaba esperando en la sala, con una expresión seria que no auguraba nada bueno.
— Amelia, tenemos que hablar — dijo, señalándole el sofá frente a ella.
Amelia dejó su mochila junto a la puerta y se sentó, preparada para lo que sabía que sería otra discusión sobre Axel.
— Me enteré de que sigues viendo a ese chico — comenzó su madre, cruzando los brazos. — No entiendo por qué insistes en desafiarme, Amelia. Sabes lo que pienso de él y de lo que representa.
— Mamá, ya te lo dije: Axel no es lo que tú crees. Es una buena persona.
— Eso no importa — replicó su madre, alzando un poco la voz. — No quiero que te relaciones con alguien que nunca va a entender lo que es nuestra vida. Él no pertenece a nuestro mundo, Amelia.
Amelia sintió que la frustración se acumulaba en su pecho, pero intentó mantenerse calmada.
— ¿Y qué hay de lo que yo quiero? ¿No importa?
— Claro que importa, pero como tu madre, tengo la obligación de protegerte.
— ¿Protegerme de qué? — replicó Amelia, ya perdiendo la paciencia. — Axel nunca me ha hecho daño. Lo único que me está lastimando es esta constante pelea contigo y con todos los que intentan decidir por mí.
La madre de Amelia suspiró profundamente, como si estuviera buscando las palabras correctas.
— No quiero que te hagas ilusiones, Amelia. Las relaciones como esa no funcionan. Con el tiempo, las diferencias se vuelven demasiado grandes.
Amelia se levantó, sintiendo que la conversación no llevaba a ninguna parte.
— Lo único que no funciona aquí es que no confíes en mí.
Y sin decir más, subió a su habitación, dejando a su madre sentada en la sala.
Esa noche, mientras estaba acostada en su cama, Amelia no podía dejar de pensar en lo que su madre le había dicho. Aunque intentaba ignorarlo, una pequeña parte de ella temía que pudiera tener razón. ¿Y si las diferencias entre ella y Axel realmente eran un problema insuperable? Pero al mismo tiempo, sabía que no podía tomar una decisión basada en los miedos de los demás.
Decidió que necesitaba hablar con Axel. No podía seguir evitando la situación. Si querían estar juntos, tenían que enfrentar los problemas juntos.
Le envió un mensaje breve:
> "Podemos hablar mañana después de clases?"
Axel respondió casi de inmediato:
> "Claro. Estaré esperando."
Al día siguiente, cuando la última campana sonó, Amelia salió al patio y vio a Axel esperándola cerca de la entrada. Su rostro reflejaba la mezcla de emociones que ambos sentían: preocupación, cansancio, pero también determinación.
— Gracias por venir — dijo Amelia, tratando de encontrar las palabras adecuadas para lo que quería decir.
— Siempre voy a venir por ti — respondió Axel, su voz firme. — ¿Qué está pasando, Amelia?
Ella suspiró y miró hacia el suelo antes de levantar la vista para encontrarse con sus ojos.
— Mi mamá no quiere que estemos juntos. Piensa que nuestras diferencias van a separarnos eventualmente.
Axel frunció el ceño.
— ¿Y tú qué piensas?
— No sé qué pensar — admitió Amelia. — Me preocupa que tenga razón, pero al mismo tiempo, no quiero dejar que eso nos detenga.
Axel dio un paso hacia ella y tomó sus manos.
— Amelia, sé que no va a ser fácil, pero estoy dispuesto a luchar por esto. Por nosotros. No importa lo que digan nuestros padres o lo que piensen los demás.
Amelia lo miró, buscando en sus palabras la seguridad que necesitaba.
— ¿Y si al final no es suficiente, Axel? ¿Y si todo esto termina lastimándonos más?
Axel apretó suavemente sus manos, su mirada fija en la de ella.
— Nada en la vida está garantizado, Amelia. Pero prefiero arriesgarme a luchar por algo real que rendirme antes de intentarlo.
Amelia asintió lentamente, sintiendo cómo las palabras de Axel disipaban algunas de sus dudas.
Mientras tanto, Stiven observaba desde lejos. Había visto a Axel y Amelia hablando juntos, y aunque no podía escuchar lo que decían, no le costaba imaginar de qué se trataba. La forma en que Axel tomaba las manos de Amelia, cómo ella lo miraba... todo le resultaba insoportable.
Desde que Amelia había empezado a distanciarse de él, Stiven había intentado recuperar su lugar en su vida, pero Axel siempre estaba en el medio. Sin embargo, Stiven no estaba dispuesto a rendirse. Sabía que Amelia estaba pasando por un momento complicado, y pensaba aprovecharlo.
Esa tarde, mientras Amelia caminaba sola hacia su casa, Stiven la interceptó.
— Amelia, ¿puedo hablar contigo un momento? — preguntó, tratando de sonar casual.
Amelia lo miró con cautela.
— ¿Qué quieres, Stiven?
— Solo quería saber cómo estás. Me preocupas.
Amelia cruzó los brazos, desconfiada.
— Estoy bien, gracias.
Stiven sonrió, pero había algo en su expresión que no terminaba de convencerla.
— Sabes que siempre puedes contar conmigo, ¿verdad? He notado que las cosas con Axel no están muy bien últimamente.
Amelia lo miró, sorprendida.
— ¿Cómo sabes eso?
— La gente habla — respondió Stiven, encogiéndose de hombros. — Solo digo que, si alguna vez necesitas a alguien que realmente te entienda, estoy aquí.
Amelia sintió un nudo en el estómago. Aunque las palabras de Stiven parecían amables, sabía que había algo más detrás de ellas.
— Gracias, Stiven, pero estoy bien — dijo con firmeza antes de continuar su camino.
Stiven la observó mientras se alejaba, su expresión endureciéndose. No iba a rendirse tan fácilmente.
Esa noche, Amelia habló con Deniss y Vanesa por videollamada. Les contó lo que había pasado con su madre, con Axel y con Stiven.
— Ese tipo no cambia, Amelia — dijo Vanesa, claramente molesta. — Está jugando contigo.
— Axel, por otro lado, parece realmente comprometido — agregó Deniss. — Pero al final, tienes que decidir lo que te hace feliz.
Amelia asintió, agradecida por sus consejos. Sabía que no sería fácil, pero por ahora, estaba decidida a seguir su propio camino, sin dejar que nadie más decidiera por ella.