LA JOVEN ESPOSA DEL TÍO DEL REY

Observando con dulzura y alegría la fotografía del tío de su esposo, la reina Erin dio unas pequeñas vueltas de felicidad, imaginándose el momento en que por fin pudiera ser la única esposa de Elwin.

—Es una lástima que haya perdido la virginidad con el perdedor de tu sobrino—dijo en un susurro mientras seguía observando el relicario—pero te juro que en el día de nuestra boda yo estaré más hermosa que cuando me casé con Somnus.

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Luego de saltar junto a su hija al mar, poco a poco el cuerpo de Abril fue descendiendo a la oscuridad del fondo marino; sin embargo, de lo poco que borrosa visión le permitía ver, al parecer alguien estaba nadando hacia ella.

No obstante, la falta de oxígeno poco a poco hizo que perdiera la consciencia, llevando a su alma a un viaje siniestro por algunos de sus recuerdos más horribles.

“¿Por qué?”

Fue lo que preguntó, al volver a soñar con la noche en que obtuvo el sello imperial. La joven chica había logrado infiltrarse a la habitación de Fiona por un pasadizo secreto en su baño.

Su corazón estaba tan dolido y corrompido, recordando como esa misma tarde su hermana había hecho que varios soldados la obligaran a comer mierda de caballo, provocando que casi se asfixiara en el acto.

Tras vomitar durante un buen tiempo, aquellos orbes blancos que eran sus amigos, ahora eran rojos como la sangre. Gracias a estos, pudo encontrar el camino secreto.

Llevando consigo una roca en sus frágiles manos, estuvo apunto de aplastar la cabeza de una durmiente Fiona; sin embargo, la mano de alguien la detuvo.

—¿Quieres vengarte?—fue la pregunta que escuchó.

Girando su mirada, fría y sin sentimientos, observó que detrás suyo se encontraba un hombre que se le hacía extrañamente familiar.

—¿Cómo?—preguntó.

Un fuerte dolor de cabeza hizo que el alma de Abril saliera de aquella ensoñación maldita, devolviéndole a la realidad. Se encontraba en brazos de su madre, mientras tosía agua salada.

—¿Mamita?—preguntó Abril.

Aunque no podía distinguirla por completo, si podía notar que estaban flotando en el mar. No obstante, a diferencia de las cálidas aguas de los manantiales curativos, el agua sala hacía que su corazón se acelerara.

—Duerme—le dijo su mamá—ya todo está bien.

Todos los que habían presenciado la caída de ambas mujeres, se quedaron perplejos, al igual que Elwin, de lo que estaban observando. No solo miles de orbes danzaban alrededor de ambas, sino que toda el agua a su alrededor brillaba mucho más mientras que pétalos de rosas ascendían de la profundidad.

Varios de los marineros se quedaron anonadados ante la belleza de las dos mujeres en el mar, pese a que, una tenía los brazos con venas oscuras y la otra tenía la cara y parte del cuello quemados, eso no dejaba atrás la belleza de sus cabelleras en contraste con sus cuerpos bien formados.

—¿Estoy viendo sirenas?—preguntó uno de los marineros.

—¡Dejen de hablar y suelten uno de los botes salvavidas!—gritó Elwin.

Sintiéndose enojado al ver como aquellos hombres observaban a Abril, pudo descender junto con su primer oficial al agua y subir a las dos mujeres al bote.

Aquello había sido un poco difícil, debido a que les costó sujetarlas bien; sin embargo, una vez fuera del agua, las bellas escamas tornasoles de sus colas de sirenas y sus corpiños plateados realzaba mucha más su belleza bajo la luz del sol.

—¡Abril!—dijo Elwin quitando a la chica de los brazos de su madre—¡Abril!

—¿Ca...pi...tán?—preguntó la chica medio dormida—tengo... sueño.

—Duerme—respondió acunandola entre sus brazos—estoy aquí a tu lado, cuidando tu sueño.

Colocando su cabeza en el pecho del capitán, sintió como su corazón estaba mil por hora, como si hubiera corrido para alcanzarla. Aquel sentimiento de alegría hizo que poco a poco volviera a dormirse con el sonido del corazón de Elwin.

—Tomen—dijo su primer oficial pasándole mantas.

—Gracias—respondió Genevieve.

Una vez el bote se acercó de nuevo barco, con ayuda de algunas poleas, este fue levantado finalmente. Una vez de regreso, una fuerte luz invadió el cuerpo de la madre de Abril, quién volvió a su estado normal, quedando sin ropa y solo protegida por la manta.

—Hablemos en mi camarote—indicó Elwin mientras cargaba a Abril.

Todo aquello era observado por Gladiolus que, con mirada sombría, no podía dejar de recordar a su esposa muerta.

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—¿Por qué no vuelve a su forma humana?—preguntó Elwin.

Una vez el tío del rey la dejó dormida en su cama, quitándole la manta, observó la bella cola que tenia. No obstante, al verla temblar de nuevo, le puso un nuevo juego de mantas para hacerla entrar en calor.

—Es porque fue su primera transformación—le explicó Genevieve—si hubiera crecido en mi reino, hace mucho tiempo que hubiera aprendido aquello.

—Sigo sin creerlo, por más que lo veo—respondió Elwin mientras acariciaba el cabello de Abril—¿No se supone que ustedes estaban extintos? ¿No se supone que el pueblo de Castalia estaba muerto?

Genevieve bajo la mirada, mientras observaba con tristeza una taza de té. El frio que sentía su cuerpo, al recordar como el emperador hizo un genocidio com su pueblo, ni siquiera lo podía aplacar el calor de la manta o de la bebida.

—Nosotras descendemos del primer tritón, el gran rey Castalia—respondió con amargura—mi abuelo.

—¿Su abuelo? ¡Eso es imposible!—dijo incrédulo—en ese caso usted debería tener al menos más de mil años de nacida.

—Algo así—aclaró con una sonrisa incómoda—nosotros tememos un crecimiento lento al nacer, pero, al cumplir la mayoría de edad, nuestro envejecimiento se ralentiza aún más...capitán Elwin, me gustaría preguntarle, ¿Conoce usted quién fue el forjador original del sello imperial?

—No—fue sincero.

—El primer amor de mi abuelo, fue el primer emperador—aclaró—sin embargo, su amor era imposible. Pero, al ver como el primer emperador sufría al no poder controlar su poder espiritual y mantener a ordenados a los espíritus mientras gobernaba a los humanos, como prueba del amor que le tenía, decidió ayudarlo con un catalizador.

Fue así que le explicó que su abuelo, en su forma tritón, descendió a las profundidades del mar, donde la luz del sol no llegaba y casi costándole la vida logró extraer la plata especial para la aleación que se usaría en el sello.

—Por eso solo los emperadores hombres pueden usar ese anillo—dijo Elwin.

—Si, pero solo cuando ascienden al puesto de emperador—explicó—mientras tanto, solo las mujeres de sangre imperial pueden tocarlo sin sufrir daño. Ese sello es muy poderoso, no solo por ser un catalizador, sino porque guardó una parte del poder de cada uno de los anteriores emperadores.

Con pesadez, Genevieve le siguió explicando que, debido a la corrupción del emperador actual y la maldad tanto de este como del príncipe heredero, a los espíritus les estaba costando mantener a raya a los muertos que querían vengarse del emperador.

—Por eso decidieron cambiar las reglas del anillo, y que por primera vez lo usara una mujer—volvió a decir el capitán.

—Y de entre todas las mujeres de la familia imperial, decidieron escoger a Bella...no...a Abril—aclaró su garganta con pesar, le costaba acostumbrarse al nuevo nombre de su hija—puesto que en su sangre corre la esencia tanto del creador, como del portador original del anillo.

Elwin observó con preocupación a Abril, tanta responsabilidad caía sobre los hombros de una mujer que tenía la mentalidad atrofiada debido a los abusos que sufrió. Soportando en su pequeña mano un anillo que contenía el poder de mil años de historia.