En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.
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Capítulo 24: La Profecía de los Antiguos
Con el pasar de los días, Clara, Samuel y Tomás no podían olvidar las palabras de advertencia de la niebla. Sabían que cada día, cada decisión, podía afectar el equilibrio de San Everardo. Aunque se habían vuelto más cautelosos, la inquietud nunca desaparecía del todo.
Una tarde, Doña Isabel los convocó al antiguo santuario, un lugar que rara vez se abría y al que solo tenían acceso los guardianes y los ancianos del pueblo. Este santuario guardaba secretos y reliquias de tiempos pasados, de generaciones de guardianes que, como ellos, habían luchado por mantener la paz entre la luz y la sombra.
Al llegar, Clara, Samuel y Tomás encontraron a Doña Isabel esperando en el centro del santuario. Frente a ella, una gran piedra cubierta de símbolos arcanos se erguía como un testamento de la sabiduría de los antiguos.
—Gracias por venir —dijo Doña Isabel, su voz solemne—. He llamado a los tres porque en esta piedra se encuentra una profecía que, hasta ahora, permanecía en silencio. Sin embargo, tras el ritual de la alianza, los símbolos comenzaron a activarse. Los antiguos nos han dejado una advertencia.
Los tres guardianes se miraron, intrigados y preocupados. Clara dio un paso adelante.
—¿Qué dice esta profecía, Doña Isabel?
La anciana levantó una mano hacia la piedra, y, al tocarla, los símbolos comenzaron a brillar, proyectando sombras en las paredes de la cueva. Una voz profunda, antigua y misteriosa resonó, recitando la profecía:
—Cuando el tercer guardián haya regresado y el pacto de la alianza se haya sellado, la sombra despertará una última vez, buscando el corazón de uno de los suyos. Solo en ese momento, cuando la luz y la sombra se enfrenten cara a cara, San Everardo sabrá su verdadero destino.
Las palabras llenaron el santuario, y cuando la voz desapareció, Doña Isabel bajó la mano, mirándolos con seriedad.
—Esta profecía indica que aún queda una prueba, algo que pondrá en riesgo el vínculo que habéis creado. La sombra, como bien sabéis, siempre buscará su camino de regreso, y lo hará a través de uno de vosotros.
Clara sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No podía evitar pensar en Tomás, en su conexión con la sombra, en su lucha por mantenerse fiel a la alianza. Pero Samuel puso una mano en su hombro, como si hubiera leído sus pensamientos.
—No estamos aquí para señalar a nadie. La profecía es clara: debemos estar atentos, todos nosotros. La sombra buscará aprovechar cualquier debilidad, y eso significa que debemos apoyarnos más que nunca —dijo Samuel, mirando a Tomás con una firmeza tranquilizadora.
Tomás asintió, aunque en su interior la duda comenzaba a florecer. Sabía que tenía una conexión con la sombra que los demás no compartían, y, aunque se sentía parte del grupo, una voz en su mente susurraba que él era el eslabón más débil.
Doña Isabel continuó:
—Hay algo más. En este santuario se guarda una reliquia ancestral: la “Lágrima de Luz”. Esta gema, creada en tiempos antiguos, tiene el poder de revelar la verdadera intención de los corazones. En el momento de la prueba, quien sostenga la Lágrima de Luz verá en ella su propia sombra, y sabrá si es digno de vencerla.
Doña Isabel les entregó una caja de madera antigua, y al abrirla, encontraron la Lágrima de Luz. Era una gema de un brillo cálido, que parecía contener una chispa de luz en su centro. Al sostenerla, cada uno de ellos sintió una extraña mezcla de calma y de revelación, como si la piedra pudiera ver dentro de ellos, en lo más profundo de sus almas.
—Llévenla consigo y guárdenla en un lugar seguro. Cuando llegue el momento, quien se sienta tentado por la sombra deberá sostenerla, enfrentarse a su reflejo y tomar la decisión final —concluyó Doña Isabel.
Clara, Samuel y Tomás salieron del santuario con la Lágrima de Luz en sus manos y una nueva responsabilidad en sus corazones. Sabían que la prueba final estaba cerca, y aunque la incertidumbre los rodeaba, la alianza entre ellos era lo único que los mantenía fuertes.
Esa noche, Clara guardó la Lágrima de Luz en un cofre en su casa, junto a la piedra blanca de la plaza que representaba su pacto. Sabía que, cuando la sombra intentara entrar en sus corazones, esta reliquia les ayudaría a enfrentarse a ella, a comprender sus miedos y a superar la tentación de la oscuridad.
Así, con la promesa de la profecía resonando en sus mentes y la Lágrima de Luz como su última esperanza, los guardianes se prepararon para lo inevitable. La última batalla estaba en camino, y solo la fuerza de su alianza y la voluntad de sus corazones determinarían si San Everardo se salvaría o caería bajo el dominio eterno de la sombra.