LA JOVEN ESPOSA DEL TÍO DEL REY

LA JOVEN ESPOSA DEL TÍO DEL REY

CAPÍTULO 1

Un hombre yacía tendido en el piso, cerca de uno de los drenajes del palacio, con varios impactos de balas en su abdomen. El hombre, de cabellera plateada y ojos azul celeste, observa el cielo estrellado seguro de que pronto moriría.

Su único arrepentimiento quizá sería el no haber aprovechado la cabaña que había comprado, su jugosa jubilación y haber probado aquella jarra de vino fino que su sobrino le había regalado.

No obstante, al ver como finalmente el águila mensajera se perdía en lo alto, con los planos que había robado de la oficina del emperador, estaba seguro de que aquellas balas en su cuerpo, disparadas por uno de los guardias, habían valido la pena.

—Hermano, ¿Estarás al otro lado esperándome?—preguntó a punto de dar su último respiro.

Al caer inconsciente no pudo darse cuenta de que una extraña mujer, oculta en una capa harapienta, estaba acercándose sigilosamente a su lado.

La mujer, colocando su mano, encima de la herida, hizo que un pequeño, pero hermoso anillo de plata se encendiera y este no solo expulsara las balas, sino que curara sus heridas.

—No se vaya, por favor—dijo en un susurro mientras arrastraba su cuerpo.

No supo cuanto tiempo estuvo inconsciente, solo sabía que un fuerte dolor de cabeza lo estaba matando, al momento de abrir sus ojos. No obstante, lo que más le sorprendió fue el seguir vivo.

—¡¿Cómo?!—preguntó levantándose del catre en el que estaba.

A medida que su visión se aclaraba, notó que estaba dormido en lo que parecía ser el sótano de una vieja cabaña, donde la poca luz del día se filtraba por las podridas tablas.

No obstante, un segundo brillo le sorprendió, ya que, dos centímetros debajo de su ombligo, había una raíz mágica que brillaba con fulgor dorado. Algo extraño, teniendo en cuenta que él había nacido sin raíz mágica.

—¿De verdad esta choza ha estado habitada?—preguntó un soldado.

—No sabría decirte, solo sé que las criadas no les gusta venir a esta zona tan aparta del lavadero—respondió su compañero—salgamos de acá, informemos al superior que no hemos encontrado señales del intruso.

El hombre herido observó los pies de los soldados marcharse, mientras pensaba en la suerte que tenía de no haber sido encontrado en el sótano.

—¡Ya se fueron!—la voz de una chica lo sorprendió.

Una mujer, aparentemente rubia, se encontraba escondida tras un saco de papas, en una de las esquinas de su cama. Fue así que se dio cuenta de que el también había sido cubierto por un saco de papás rancio.

—¡Por favor, haga silencio!—le imploró la chica—solo un minuto...

Luego de que el minuto de gabela pasara, la chica al final pudo suspirar con tranquilidad. Por lo que, levantándose con cuidado de la cama, abrió una cortina que los mantenía aún más ocultos y con una cerilla prendió una fogata.

—¡Qué suerte que no lo encontraron!—exclamó.

—¿Quién eres?—preguntó el hombre.

—Solo soy un fantasma viviendo a la costilla del palacio—respondió mientras sacaba de una cesta unos platos con sopas—me costó robarlas de la cocina, por favor, cómalo.

El hombre observó a la chica con cuidado, mientras le dejaba una bandeja de comida y algo de agua. Vio como usaba una capa la cual escondía algunas heridas de su maltrecha piel.

—¿Tú me salvaste?—preguntó.

La chica, quien estaba encendiendo algunas velas extras para iluminar el lugar. Fue así que él se dio cuenta de que la choza no era su hogar realmente, sino el sótano. Así nadie la descubriría.

—Sí, pude sacarlo apenas lo vi a las afueras—respondió mientras comía en el piso—lo están buscando por todos lados.

—Sabes que también puedes morir—respondió probando un poco de la sopa—¿Por qué me sigues ayudando?

—¡Porque usted es guapo!—respondió sincera.

No sabía si era lo surrealista del momento o el descaro de la chica, pero el hombre casi se atraganta con aquella respuesta tan sincera de la chica.

—¿Perdón?—preguntó aún incrédulo.

La chica corrió hacia una vieja estantería y tomó un libro de cuentos arrugado, donde le mostró una imagen.

—¡Usted es un príncipe! ¡Como el que salva a cenicienta!—respondió con emoción—¡¿Ha venido a rescatarla, verdad?! ¿Dónde está ella?

—No...—estaba estupefacto sin saber qué pensar—yo...

Aunque le sorprendía enormemente la inocencia de aquella chica, pese a vivir peor que un cerdo. Aunque gracias a eso, podía estar oculto frente a los ojos de los demás en el castillo.

—Aún no he podido encontrar a mi cenicienta—respondió con gentileza—pero gracias a un ángel mi vida se salvó.

Con ternura extendió su mano y comenzó a acariciar su cabeza, provocando que la chica ladeara varias veces su cabeza como si de un perrito se tratara.

—¿Cuál es tu nombre, pequeña?—preguntó con curiosidad.

—¡Basura!—respondió enseguida.

Ante el desconcierto del hombre, la chica colocó de nuevo su mano en su cabeza para que siguiera acariciándola. Se sentía muy bien.

—Basura... basura es mi nombre—respondió de nuevo con una leve sonrisa.

—Basura no es un nombre—habló con tristeza—por ejemplo, mi nombre es Elwin.

—El...win—deletreó con cuidado cada sílaba—¡Elwin!

—Vale, vale entiendo—dijo intentando desviar la atención.

Fuera lo que fuera que le hubieran hecho a su salvadora, había quedado arraigado en su mente, creyendo así que de verdad ese era su nombre.

—Tu cabellera es rubia como el oro—dijo al notar como un leve rayo del sol la iluminaba—me recuerda a la primavera... ¿Te importa si te llamo abril?

Los ojos de la chica mugrienta se iluminaron de inmediato, como si hubiera recibido el mayor de los regalos, provocando que Elwin desviara su mirada por la vergüenza que sentía.

—¡Me gusta!—dio un pequeño brinco de la emoción.

—Pequeña Abril... ¿Fuiste tú que curaste mi herida?—preguntó.

No solo había notado que no tenía las balas, sino que sus heridas se reducían nada más que a simples laceraciones.

—¡No!—respondió mostrándole un anillo en su mano—¡fue mamá quien lo hizo!

De inmediato Elwin abrió los ojos como si estuviera viendo un fantasma. Puesto que, de manera increíble, aquella chica mugrienta tenía en su mano el sello del rey. Un anillo cuyo poder radicaba en los seres espirituales y que solo podía ser usado por un descendiente directo de la familia imperial.

—¿Eres hija del emperador?—preguntó aún estupefacto.

—¡Yo solo soy hija de mamá!—respondió con ira.

Mientras tanto, en el despacho del emperador, un anciano gordo y maloliente tiraba las cosas por doquier. No solo estaba enojado por el robo de los planos de sus nuevos buques de guerra, sino que también le molestaba de sobremanera que el intruso se hubiera escapado.

—Primero mi anillo hace un año—dijo en un susurro, sentado en una silla—ahora mis planos hace cuatro días... ¿es que el destino me quiere ver arruinado?

Con ira, tras unos segundos de reflexión, se levantó y esta vez volvió a tirar la silla a un lado. Con la respiración agitada, ordenó a un nuevo grupo de soldados hacer una búsqueda tanto dentro como en los alrededores del castillo.

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Comments

Dabi

Dabi

haaaaaa! que castiguen a ese disque padre que se cree rey. que bonito le dio un nombre veamos cómo sigue.

2024-04-05

8

Lorena Larios

Lorena Larios

tiene un inicio interesante

2024-02-21

1

rumy

rumy

me atrapó está súper interesante

2024-02-21

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