Diana es una mujer de personalidad tranquila y muy trabajadora, pero es alguien solitaria, tiene muchas deficiencias. Hasta que tuvo un accidente.
Su esposo es el protagonista principal de su libro favorito, y ella ¡Es la villana que muere sola al final! Pero, espera ¡Este marido es tan lindo que quiere quedárselo!
¡Qué se pierda la protagonista principal, este esposo solo puede pertenecerle a ella!
No importa si todos la odian, el protagonista masculino nunca lo hará. Pero entre cambios tan inmensos ¿Qué tan fácil es saber sí su amor por él es sincero?
¡Es tan complicado!
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Nunca te prohibí volver.
A Diana no le importó ser ignorada por el doctor Su, ella dio un paso adelante y siguió a su esposo en silencio, colocándose detrás de él, empujó la silla con suavidad, sin siquiera pedir permiso.
El cuerpo de Diego se paralizó cuando sintió el ligero calor detrás de él y su silla comenzará a moverse sin usar su propia fuerza. Sus labios se apretaron con fuerza y sus ojos se entrecerraron pero no dijo nada al respecto.
El mayordomo Qiao ya le había contado sobre la perdida de memoria temporal que sufrió su esposa, no le extrañaba que actuara tan extraño.
Ella afirmó no saber que tan bien estaba su relación, por lo que el Señor Qiao disminuyó de forma ligera sus riñas y discusiones, Diana al parecer se lo tomó en serio, para ella, su relación no era tan mala.
Diana se dirigió con algo de familiaridad hacia el estudio del joven, el cual estaba a dos puertas de su habitación de casados, la cuál la protagonista secundaria casi nunca usó.
Normalmente, solo Diego dormía en ella, ya que la protagonista secundaria difícilmente visitaba al Patriarca y la matriarca de la Familia Shang y las pocas veces que iba, dormir allí no era una opción.
Diana dejó que Diego se movilizará por su cuenta al llegar al interior del estudio, ya que ella no sabía en qué dirección querría moverse él.
Diego se dirigió hacía el escritorio y se colocó detrás de este, acomodó su silla y abrió la computadora portátil colocada sobre el escritorio, aún así, no la encendió, sino, volvió la mirada hacia su esposa, quién le había pedido, increíblemente, hablar.
El primer pensamiento que paso por su cabeza fue: pedirá el divorcio.
Ya que en algunas ocasiones la joven lo insinuó, pero extrañamente nunca se atrevió a pedirlo. Ahora que ella venía y le decía con una expresión muy seria, cosa que no era normal, que quería hablar con él.
-Quiero volver a la Mansión ¿Estás de acuerdo?- Preguntó Diana con seriedad, al verlo mirarla, sus ojos cayeron directamente sobre los ojos ojos negros de su esposo.
Cuanto más los veía, más atractivos los encontraba.
En su corazón, se dijo que no podía enamorarse de él, ya que, el joven en algún momento encontraría a la protagonista principal y ambos se enamorarían profundamente.
-Nunca te prohibí volver.- Solo cuatro palabras frías e indiferentes salieron de la boca del hombre. Él no fue suave en lo más mínimo.
-Bien.- Fue lo único que dijo Diana antes de dirigirse hacia la puerta con paso elegante -Por cierto, el abuelo me pidió que nos lleváramos bien, trataré de hacerlo.- La voz de la joven fue tranquila, pero contenía una determinación increíble.
Ella miró de reojo a su esposo antes de salir directamente del estudio.
Las cejas de Diego se levantaron al ver a su esposa irse con esa actitud, su ceño se frunció un poco, pero pronto regresó a su inexpresividad habitual.
Por otro lado, Diana caminó a la habitación de casados, al abrir la puerta, se encontró con un lugar limpio y ordenado, con colores grises y negros por todos lados.
Los muebles eran de un elegante color blanco, pero de cierto modo, todo se veía sombrío.
Sus ojos terminaron deteniéndose sobre la gigantesca cama, donde bien podrían caber 3 o 4 personas y dormir muy cómodamente.
Sus ojos se iluminaron, se apresuró a buscar alguna pijama en el armario de la habitación, sin embargo, este solo contenía ropa de hombre, no había ni una sola prenda de mujer. Su expresión decayó.
Sólo pudo tomar una camisa de vestir de Diego y correr al baño a cambiarse, para su buena suerte, la camisa llegaba hasta la mitad de sus muslos.
Con una sonrisa de satisfacción, se enjuagó la boca y se fue a la cama, se cobijó de pies a cabeza con la sábana blanca que yacía sobre esta y olfateo en silencio, sintiendo un suave olor a menta y medicina.
-No tiene mal olor corporal.- Murmuró la joven con cierto gusto, el olor no le desagradaba, pues el olor a medicina era ligeramente dulce y se mezcló a la perfección con el olor de la menta, volviéndolo tranquilizante.
Los ojos de la joven se cerraron, se sentía cansada tanto física como mentalmente, por lo qué se durmió a una velocidad sorprendente.
En su mente ni siquiera lado la idea de que alguien más dormiría con ella esta noche.
En el estudio, Diego frunció el ceño con fuerza, por alguna razón, no podía concentrarse en su trabajo, ya tenía más de una hora tratando de hacer lo que normalmente hacía, pero esta vez se le volvió una tarea difícil.
-Joven Maestro, es hora de que cené y tomé la medicina.- La voz del mayordomo Qiao vino desde la puerta del estudio, sacando a Diego de sus pensamientos.
El hombre no respondió, si no que solo se dio la vuelta y dirigió su silla hacia la puerta, saliendo al pasadizo en unos segundos.
Al llegar al comedor, su ceño se frunció al no ver a su esposa en el lugar, sin embargo, sabiendo la mala relación que tenía la joven con él, no le resultó extraño.
Sin decir nada, se acomodó en su lugar de siempre y tomó su cubierto con elegancia.
El Mayordomo Qiao se inclino un poco y le susurró algunas palabras al oído a Diego, quién frunció el ceño con indiferencia -¿Durmiendo en nuestra habitación?- Preguntó con frialdad.
De hecho, aquellas palabras lo sorprendieron muchos ¿Talvez la chica pensaba que le dejaría toda la habitación a ella? Su expresión se oscureció un poco.
-Así es, Joven Maestro, también se puso una de sus camisas para dormir.- Respondió el Mayordomo con respeto, con una mano delante de su pecho y otra en la espalda.
-Ya veo.- Fue lo único que dijo Diego al escuchar eso, a pesar de que la sorprendió no era pequeña, no le dio real importancia.
Si su esposa quería llevarse bien con él, eso era algo bueno, ya que así sus abuelos no tendrían que angustiarse por su relación.