En un barrio marginado de la ciudad, Valentina, una chica de 17 años con una vida marcada por la pobreza y la lucha, sueña con un futuro mejor. Su vida cambia drásticamente cuando conoce a Alejandro, un ingeniero de 47 años que, a pesar de su éxito profesional, lleva una vida solitaria y atormentada por el pasado. La atracción entre ellos es innegable, y aunque saben que su amor es imposible, se sumergen en una relación secreta llena de pasión y ternura. ¿como terminara esta historia?
NovelToon tiene autorización de Camila Vegas para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 16: El Precio de la Esperanza
La obra para el nuevo centro comunitario había comenzado, y el ruido de las herramientas y las voces de los vecinos trabajando juntos llenaban de vida el terreno vacío. Valentina y Alejandro coordinaban los esfuerzos, tratando de mantener la motivación alta entre quienes aún dudaban de que el proyecto pudiera tener éxito. Pero las tensiones, ocultas bajo la superficie, comenzaron a emerger con una fuerza que ninguno de los dos había previsto.
Las semanas se hicieron más duras cuando la promesa de la organización de apoyar económicamente se retrasó. La incertidumbre se hizo presente en cada reunión, y las caras antes optimistas de los vecinos empezaron a llenarse de frustración. Se acumulaban los problemas: materiales que no llegaban a tiempo, herramientas que se rompían, y el cansancio de todos, que empezaba a hacer mella. Valentina intentaba mantener la calma y dar ánimo, pero por dentro, la ansiedad crecía como una sombra que no podía ignorar.
Alejandro, por su parte, parecía cada vez más agobiado por las presiones. Los retrasos en el apoyo financiero lo ponían en una situación crítica, ya que había adelantado parte de sus propios ahorros para asegurar que la obra no se detuviera. Lo veía como una apuesta, un riesgo necesario para mantener la ilusión de la comunidad viva. Pero pronto, lo que comenzó como un sacrificio se transformó en un abismo financiero. Las llamadas constantes del banco comenzaron a ser una presencia angustiante en su vida, y las deudas se acumularon como un peso que le robaba el sueño.
Una noche, tras una discusión acalorada con Valentina sobre el ritmo de la obra y las decisiones de la cooperativa, Alejandro se desplomó sobre la mesa del pequeño local que usaban como oficina improvisada. “No podemos seguir así, Valentina. Necesitamos el dinero, o todo se vendrá abajo. Si seguimos retrasándonos, la gente va a empezar a perder la paciencia, y todo esto se va a desmoronar.”
Valentina, agotada por las semanas de tensiones, le respondió con una dureza que ni ella misma reconoció. “¡No puedo hacer milagros, Alejandro! No es culpa mía que los fondos se retrasen. Tú fuiste el que decidió meter su propio dinero en esto. Yo te advertí que no lo hicieras.”
La tensión entre ambos era palpable. Alejandro apretó los puños, tratando de contener la rabia que sentía. “Hice lo que creí necesario. Pero parece que para ti solo es importante mantener las apariencias, ¿no? Yo arriesgué todo lo que tenía porque creí en esto. ¿Y tú? ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar?”
Las palabras de Alejandro golpearon a Valentina como un puñal. “¿De verdad crees que no me importa? ¡He puesto mi vida entera en esto! Pero a veces, me pregunto si realmente pensaste en nosotros, o solo en tu propio orgullo.”
La discusión quedó suspendida en el aire, y Alejandro, con la mirada dura, se apartó, dejando a Valentina sola en la oscuridad de la oficina. A partir de esa noche, una distancia incómoda se instaló entre ellos, como si ambos tuvieran miedo de cruzar una línea que los había separado definitivamente.
Con el paso de los días, las malas noticias no tardaron en acumularse. La organización que había prometido financiar el proyecto envió una carta informando que, debido a recortes presupuestarios, no podrían cumplir con el apoyo prometido. La noticia cayó como un balde de agua fría. Alejandro rompió el silencio que había mantenido desde la discusión, pero su voz ya no tenía la fuerza de antes. “Esto nos acaba de matar, Valentina. No hay forma de seguir adelante sin ese dinero. La obra está parada y no podemos devolver lo que nos prestaron.”
El anuncio de la suspensión de las obras cayó como una sentencia sobre el barrio. Algunos vecinos, que habían puesto sus esperanzas y esfuerzos en el proyecto, comenzaron a expresar su descontento, culpando a Alejandro y Valentina por haberlos ilusionado con un sueño que se desvanecía. Valentina intentó explicarles la situación, pero las palabras se le quedaban cortas. Alejandro, por su parte, apenas podía enfrentar a las personas que habían confiado en él.
La tensión explotó una tarde, cuando un grupo de vecinos enfurecidos se presentó en el terreno para exigir explicaciones. Los reclamos subieron de tono, y lo que comenzó como una discusión se transformó en una confrontación abierta. Valentina trató de calmar los ánimos, pero cuando uno de los vecinos acusó a Alejandro de haberse apropiado de parte de los fondos para su propio beneficio, él perdió el control.
“¡No me digan que yo no me he sacrificado por este proyecto! ¡Todo lo que hice fue por ustedes!” gritó Alejandro, fuera de sí, pero sus palabras solo encendieron más los ánimos. Valentina intervino, poniéndose entre él y los vecinos, pero la situación ya era incontrolable. Las tensiones de meses de esfuerzo y frustración se desbordaron en esa confrontación, dejando una grieta irreparable en la comunidad.
Tras esa tarde, la cooperativa quedó dividida, y muchos de los vecinos que antes habían sido sus aliados se alejaron, convencidos de que el proyecto ya no tenía futuro. Valentina y Alejandro intentaron mantener a flote lo que quedaba, pero cada día que pasaba sentían cómo la energía se les escapaba entre los dedos. La relación entre ambos se volvió tensa y distante, y aunque compartían el mismo objetivo, ya no compartían la misma ilusión.
Una noche fría de diciembre, cuando la incertidumbre y las deudas se habían vuelto insoportables, Alejandro se despidió de Valentina sin decirle a dónde iba. Se despidió con un abrazo que le resultó más largo y más amargo de lo habitual. “Voy a ver si puedo arreglar esto, Valentina. Aún hay una oportunidad de conseguir el dinero, pero necesito hacerlo solo.”
Valentina lo miró, intentando leer algo más allá de su gesto cansado, pero no pudo encontrar la claridad que buscaba. “Por favor, Alejandro, no tomes decisiones precipitadas. Solo... prométeme que estarás bien.”
Alejandro asintió, pero no pudo mirarla a los ojos. Salió y se perdió en la noche, dejando a Valentina sola en el pequeño local, con un frío que parecía calar hasta los huesos.
Al día siguiente, Valentina recibió una llamada de un número desconocido. Era del hospital de la ciudad. Alejandro había sufrido un accidente automovilístico en la carretera, un choque contra un poste a las afueras de la ciudad. El médico le explicó que había sido un impacto fuerte, y aunque los primeros indicios sugerían que había sido un accidente, la policía no descartaba que Alejandro hubiera buscado de forma deliberada ese trágico desenlace.
Valentina se quedó paralizada al escuchar la noticia. Se sintió como si el mundo a su alrededor se hubiera detenido, dejando solo un vacío frío que le cortaba la respiración. Fue al hospital, con el corazón en un puño, pero cuando llegó, Alejandro ya no estaba. Solo quedaba el eco de lo que había sido, una ausencia que le pesaba más que cualquier otra cosa que había sentido antes.
Regresó al barrio como un fantasma, enfrentando la realidad de que, aunque habían luchado hasta el final, la esperanza se les había escapado de las manos. Los rumores corrieron rápidamente entre los vecinos, y aunque algunos sintieron pena por la tragedia de Alejandro, otros no ocultaron su resentimiento hacia él y Valentina por haberlos arrastrado a un sueño que terminó en ruinas.
El pequeño local de la cooperativa quedó vacío, y Valentina, incapaz de soportar la presión y la culpa que sentía, decidió alejarse del barrio. No sabía a dónde iría ni qué haría con su vida, solo que no podía quedarse donde cada esquina le recordaba a Alejandro, a la fábrica, a los sueños que se habían roto.
Se fue en una madrugada oscura, con una maleta en la mano y el peso de todas sus pérdidas en el alma. Mientras caminaba por las calles desiertas, sintió que el aire frío se colaba por cada grieta de su corazón. Y aunque el sol comenzaba a asomarse en el horizonte, ella supo que, para ella, la luz tardaría mucho en volver a brillar.