— Seré directa, ¿quieres casarte conmigo? — fue la primera vez que vi sorpresa en su rostro. Bastian Chevalier no era cualquier hombre; era el archiduque de Terra Nova, un hombre sin escrúpulos que había sido viudo hacía años y no había vuelto a contraer nupcias, aunque gozaba de una mala reputación debido a que varias nobles intentaron ostentar el título de archiduquesa entrando a su cama, y ni así lo lograron, dejando al duque Chevalier con una terrible fama entre las jóvenes y damas de la alta sociedad.
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Visita desagradable
Margaret abandonó la fiesta de té, sumamente contenta; había aprovechado su tiempo al máximo, pero al llegar al ducado se encontró con una desagradable visita en el recibidor.
Margaret Vitaly.
— Conde, no tenía entendido que venía a tratar negocios con mi padre — Dije con un tono sutil, pero a la vez malicioso. Sabía muy bien a lo que venía, pero me divertiría un poco con la desesperación de ambos.
— Lady Margaret, qué gusto verla. No, no vengo a tratar asuntos de negocios con el duque Vitaly. Aún no tengo ese placer; vine a verla a usted. — Así que no piensas hacerme reverencia. Veremos hasta cuándo te dura tu gallardía; ni tú ni tu cortesana vivirán por mucho tiempo.
— Entiendo, pero en este momento estoy de paso; tengo asuntos muy importantes que atender. Al no saber de su visita, no puedo atenderlo como dictan las normas de nuestra sociedad. — Era hora de poner en práctica todo lo que aprendí durante mi arduo entrenamiento en mi vida pasada; voy a manipularlo hasta el cansancio.
— Oh, discúlpeme, se me olvidó mandar una carta avisando de mi visita; no lo creí necesario por haber sido amigos desde la infancia. — Así que pretendes jugar una estrategia tan desgastada como esa.
— Conde Derby, estoy sumamente ocupada. ¿Puede decirme el motivo de su visita? Tiene que ser demasiado urgente para venir sin avisar. — Lo vi tensarse levemente. ¿Cómo pude casarme con este hombre? Mi yo del pasado fue sumamente estúpida e ingenua.
— Lady Margaret, sé que es una mujer muy ocupada, pero hoy una vieja amiga de la infancia me suplicó que intercediera ante usted. Verá, la señorita en cuestión es plebeya; ella ha trabajado arduamente estos años, pero al agravarse la situación de su madre, estuvo algo dispersa y cometió un error. La señorita Lea está devastada, no ha podido conseguir trabajo, ya que no posee recomendaciones. Vengo a apelar a su buena fe.
— La señorita Lea cometió un error inadmisible: dañó un vestido que era de mi difunta madre, un vestido de suma importancia para las antiguas duquesas Vitaly. — ¿Quiero ver cómo defiendes a tu querida Lea después de esto?.
Margaret tenía una cara de agravio, y gruesas lágrimas se asomaron por sus ojos, pero tenia que seguir mostrando autoridad.
— Está siendo muy descortés al inmiscuirse en asuntos del personal de servicio. Mi padre podría malinterpretar su comportamiento como inadecuado e irrespetuoso. La señorita Lea cometió un error y, como tal, perdió su empleo. Tiene que darme gracias de que no le desconté el valor del vestido, que ni trabajando mil años lograría pagarlo. ¿Acaso usted quiere pagar su deuda? — Vamos a ver cómo te libras de esta, conde de pacotilla. No te daré tiempo de pensar en una buena excusa.
— Le pido mil disculpas, no quería ofender a la casa Vitaly. Le haré saber a la señorita Lea su decisión. Con su permiso, no le quitaré más tiempo. — Al pensar en tener que pagar un vestido histórico, lo hizo abandonar sus intenciones como el cobarde que es. Pagaría por ver la cara de Lea en este momento, al ver que su querido conde no consiguió lo que quería.
Mientras Margaret celebrará su pequeño triunfo, el archiduque Chevalier estaba teniendo una animada conversación en privado con el rey.
— Me alegra que hayas decidido casarte nuevamente. Ya verás que Lady Margaret es perfecta para ti. Desde que vi a esa jovencita, la imaginé a tu lado. Es bueno que se hayan enamorado — Dijo el emperador, rebosante de alegría. Ellos habían sido obligados a contraer matrimonio con esas odiosas mujeres; gracias a Dios, su hermano había sido librado de ese castigo y estaba feliz de que se casara con esa bella joven.
— Tanto como enamorado, no; pero es una mujer agradable y que ha llamado terriblemente mi atención. —Aunque el archiduque no supiera descifrar sus sentimientos, más adelante se daría cuenta de ellos.
— Claro que es amor, no seas tonto. Lady Margaret es muy astuta; supo zafarse de las garras de la emperatriz cuando intentó comprometerla con el segundo príncipe y usó la misma táctica conmigo cuando le ofrecí un matrimonio contigo. — Las palabras del emperador dejaron mudo al archiduque por un gran espacio de tiempo.
— ¡Qué hiciste que!— Le gritó el archiduque al emperador.
— Fue hace unos años; ella acababa de hacer su debut y me pareció perfecta para ti, pero en ese momento me rechazó sutilmente, diciéndome que lo tomaría en cuenta. Veo que el destino los tenía reservados uno para el otro; la reina pegará un grito al cielo el día de tu matrimonio. — El emperador no paraba de reír; si bien llevaba un trato cordial con su esposa, eso no quería decir que le agradara por completo. El archiduque pensó por un breve momento en las palabras del emperador, hasta que sonrió con suficiencia; Lady Margaret cada día le parecía más interesante.