La Sombra De Ashfall

El ambiente festivo se intensificó cuando el baile dio inicio. Sin dudarlo, Gareth y Cecil pasaron al centro de la pista, sus miradas cómplices y sonrisas auténticas. Coordinaban a la perfección, sus movimientos fluidos y elegantes; no era de extrañar, habían sido compañeros de baile desde niños. La mirada de los demás nobles era de aprobación, una tácita bendición para la nueva pareja.

Cuando el baile terminó, Lysander no dudó en acercarse a Cecil y, en voz alta, pidió el siguiente baile con su "amiga". Ante tal petición pública, Cecil no podía negarse sin causar un escándalo, con una sonrisa fingida que no llegó a sus ojos, aceptó.

Ya en la pista, comenzaron a bailar, la cercanía forzada tensando el aire entre ellos. Lysander, con una urgencia palpable en su voz, le juraba.

- No he tocado a Orlaith, Cecil. Ni siquiera he tomado su mano como tú lo haces con Gareth. Mi corazón solo te ama a ti, este matrimonio era necesario para mantener a salvo el reino.

- Ese es su problema, Majestad, no el mío - su voz era un susurro gélido, apenas audible sobre la música. Pero luego, su tono cambió, cargado de una advertencia -. Si quiere un consejo, Majestad, debe detener sus planes, no debe seguir extrayendo el maná del reino Ironpeak. Porque cuando ellos se enteren de que usted es el causante, la guerra que impidió con su matrimonio se dará de todas maneras, y esta vez, será su culpa.

Lysander se quedó helado, la sorpresa reemplazando su angustia. ¿Cómo sabía ella lo que estaba haciendo? Antes de que pudiera preguntar algo, el baile terminó. Cecil se alejó con presteza, volviendo junto a Gareth, quien la recibió con una mirada de preocupación silenciosa.

Unos momentos después, mientras Cecil estaba en la mesa de postres, Orlaith se acercó a ella, una sonrisa demasiado amplia y falsamente cordial pegada a sus labios.

- Me alegra que haya dejado tranquilo a Lysander, señorita Kaeldron - dijo Orlaith, su voz teñida de un sarcasmo apenas disimulado -. Así no será una molestia para mí.

- Nunca he molestado a Lysander, Majestad y si nuestra amistad le molesta, debe decirle a Lysander que no se acerque más a nosotros. De hecho, ni siquiera fueron invitados a nuestro compromiso, pero ustedes decidieron venir - su tono era calmado, pero las palabras eran dagas envueltas en seda.

Orlaith se endureció, la amenaza latente en sus ojos. Quería pronunciar las palabras que la pondrían en su lugar, pero Cecil no le dio oportunidad.

- Su reino puede ser poderoso, Majestad - interrumpió Cecil, su voz bajando a un susurro que solo Orlaith podía escuchar, pero cargado de un poder inmenso -, pero si los nobles se enteran de las acciones de su padre, no estarán de acuerdo y perderán todo su apoyo. Un rey sin apoyo de la nobleza no es más que un título vacío y aquí, usted puede ser la reina, pero está hablando con la hija del Duque Kaeldron y la futura Duquesa de Thylas. Sin el apoyo de estos Ducados, le aseguro que la estabilidad de su corona no durará mucho.

- ¡No me amenace! No me conoce, y yo soy la esposa legítima de Lysander.

- Puede ser su esposa, Majestad - replicó Cecil con una frialdad cortante -, pero Lysander aún no la ama, es un título vacío - la mirada de Cecil era penetrante, prometiendo un poder oculto -. Si usted no se mete con nosotros, viviremos en paz, pero si se atreve a volver a amenazarme, sabrá de mi poder.

Cecil sabía que necesitaba que sus palabras fueran más que una advertencia vacía. En el pasado, a pesar de la fuerza de los Ducados Kaeldron y Thylas, Orlaith había logrado derrotarlos, manipular el sistema y condenar a su familia, pero ahora, Cecil no lo permitiría. Sabía que había algo oculto, algo más profundo que el simple maná, algo en la verdadera naturaleza del reino Ironpeak que su primera vida no le había permitido descubrir. Ese sería su próximo objetivo.

Cansada de la presencia sofocante de Lysander y Orlaith, Cecil se acercó a Gareth, quien conversaba con unos nobles. Con delicadeza, lo interrumpió y lo llevó aparte. Gareth, al notar la aflicción en sus ojos, le preguntó qué le había pasado. "Quiero salir al jardín," le dijo ella.

Ambos salieron con cuidado, pero Lysander, que los observaba atentamente, vio cómo se marchaban. Orlaith, que se acercaba a él, intentó detenerlo, pero Lysander no lo permitió y la soltó bruscamente. Orlaith tuvo que ver cómo él, sin preocuparse por ella, salía tras ellos.

Ya en el jardín, Cecil le contó a Gareth lo sucedido en el baile con Lysander y su tensa charla con Orlaith.

- Parece que estos dos no nos dejarán tranquilos - comentó, con un suspiro de frustración. Gareth tomó su mano.

- No les daremos el gusto de arruinar nuestra celebración.

- Y tus palabras, las que me dedicaste, me gustaron mucho.

Gareth disminuyó la distancia entre ellos, una sonrisa tierna en sus labios.

- Podría repetírtelas, si lo deseas - comenzó a hablarle de manera romántica, el corazón de Cecil latiendo con fuerza ante sus dulces palabras.

Justo cuando todo parecía propicio para un beso, Lysander apareció aplaudiendo, interrumpiéndolos una vez más. Cecil se apegó a Gareth, murmurando:

- Esto parece una misión imposible - Gareth sonrió, su complicidad evidente.

Lysander, al ver la cercanía y la sonrisa de ambos, se acercó para apartarlos.

- ¡No vuelvas a tocar a Cecil, Gareth! – menciona Lysander su voz tensa, su mirada fija en Gareth

- Ella es mi prometida, Lysander - un paso al frente, interponiéndose entre Lysander y Cecil -. Tengo todo el derecho.

- ¿Prometida? Esto es una farsa, Gareth. Ambos sabemos a quién ama ella.

Cecil su voz clara y firme, saliendo de detrás de Gareth y poniéndose a su lado, tomando su brazo con fuerza

- Es cierto, Majestad. Sé a quién amo y ese hombre es Gareth. Mi corazón lo eligió a él.

- ¿Qué estás diciendo, Cecil? Me hiciste promesas, me juraste amor eterno.

- Esas promesas se rompieron el día que regresaste casado. Mis juramentos quedaron sin valor en el momento en que elegiste el poder sobre el amor, no, no me vas a decir de nuevo que estabas acorralado, porque tenías otras salidas, tú no luchaste, ahora no me puedes reclamar nada.

- Su Majestad está interfiriendo en una celebración privada. Le pido que se retire – dice Gareth con autoridad.

- No me darás órdenes en mi propio reino, Duque Thylas. Y en cuanto a ti, Cecil, esto es solo para lastimarme. No te atrevas a usar a Gareth de esta manera.

- Estoy cansada de sus suposiciones, Majestad – dice Cecil con firmeza, volviendo hablarle con formalidad -. Estoy cansada de su drama. No estoy usando a Gareth, estoy con él porque lo valoro, lo respeto, y porque él nunca me ha abandonado. Él es el hombre que está dispuesto a luchar por mí y a diferencia de usted, mi Señor, él no se esconde detrás de excusas políticas.

- ¡Crees que eres muy lista! Pero lo que haces tendrá consecuencias – amenaza Lysander

- Las consecuencias de mis acciones son mías y de mi prometido. No las suyas – mira Cecil a Gareth con una expresión de profunda lealtad -. Y Gareth y yo estamos listos para afrontarlas juntos. ¿No es así, mi amor?

- Siempre, mi Cecil. Siempre.