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No Me Dejes Ir

No Me Dejes Ir

Status: En proceso
Genre:Novia sustituta / Diferencia de edad / Amor eterno / Ascenso de clase social / Venganza de la protagonista
Popularitas:8.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Miry - C

Después de dos años de casados, Mía descubre que durante todo ese tiempo, ha Sido una sustituta, que su esposo se casó con ella, por su parecido a su ex, aquella ex, que resulta ser su media hermana.

NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

🫣

Ariel la miró con enojo, una mirada gélida que hizo sentir tremendamente mal a Mía, provocando que su corazón se encogiera dentro de su pecho. Él nunca la había mirado de esa forma tan dura y despectiva. Es que, ella nunca se había comportado rebelde con él, siempre había sido la esposa dócil y complaciente que todos esperaban.

—¿Quieres que yo la coloque en tu boca?

Mía se llenó de un pavor inexplicable que le heló la sangre. Estaba completamente segura de que Ariel se cercioraría de que la tragara, y si hacía eso, si la forzaba a tomarla, tendría que gritarle desesperadamente que estaba embarazada, y esa revelación, sin duda alguna, cambiaría el rumbo de las cosas de una manera irreversible.

Quizás, si él sabía que llevaba un hijo suyo en su vientre, no querría divorciarse y se quedaría a su lado. Eso, en vez de llenarla de alegría como debería ser, la entristecía profundamente, porque ella no era capaz de soportar la idea de que se quedara a su lado únicamente por el bebé que esperaban.

—No es necesario que hagas eso —dijo agarrando la pastilla con dedos temblorosos, seguido la metió a su boca con fingida resignación. Agarró el vaso de agua y simuló beberla, seguido se giró hacia la ventana y solicitó con voz quebrada—. Ya puedes irte, por favor.

Ariel soltó un suspiro profundo y cargado de emociones contenidas antes de marcharse. Al llegar a la planta baja recomendó enfáticamente a las empleadas que estuvieran pendientes de Mía y su estado. Aunque ella creyera firmemente que no le importaba en lo más mínimo, la realidad era que sí le preocupaba enormemente su salud y bienestar. Después de todo, ella había estado a su lado durante dos años, sobre todo, se parecía a Zoe, y despreocuparse de Mía, era como hacerlo de Zoe.

Al quedarse completamente sola en la inmensidad de su habitación, Mía sacó rápidamente la pastilla de su boca, fue cojeando con dificultad hasta el baño y la lanzó por el inodoro, observando cómo desaparecía en el remolino de agua.

En el pasado, cuando su vida era diferente, ella jamás hubiera desperdiciado ni siquiera una simple pastilla. Su vida había sido increíblemente caótica y miserable durante tantos años, que cualquier cosa que cayera en sus manos, por insignificante que fuera, la cuidaba como el tesoro más preciado del mundo.

Se sentía terriblemente mal por haber lanzado esa pastilla al desagüe sin consideración, cuando afuera había tanta gente necesitada que la podría aprovechar mejor. Esperaba fervientemente que hubiera perdón divino para ese desperdicio, pero era absolutamente necesario echarla, porque era el único lugar seguro donde Ariel jamás descubriría que le había mentido descaradamente.

En la noche, mientras la luna se alzaba en el cielo estrellado, la empleada de mayor confianza le subió la cena en una bandeja de plata, porque Mía no podía caminar debido al dolor punzante en su pierna. La mujer la atendió como siempre lo había hecho, con el debido respeto y la delicadeza que se debía usar hacia la señora de la casa, porque para todos los empleados sin excepción, Mía era y seguiría siendo la señora de Rodríguez, nadie más que ella.

Después de cenar sin mucho apetito, Mía revisó ansiosamente su celular último modelo, regalo de Ariel. Buscaba desesperadamente en qué entretenerse para no pensar, pero no encontró nada que pudiera distraer su mente atormentada.

Sabía perfectamente que Ariel no había regresado a casa, que seguía a fuera haciendo quién sabe qué, y le dio una curiosidad inmensa, casi enfermiza, de vigilarlo mediante el GPS que habían instalado en su auto hace tiempo.

Sus manos, delgadas y con dedos bien finos y elegantes, presionaron nerviosamente sobre la aplicación de vigilia que tantas veces había jurado no usar.

Mía observó con horror que el auto de Ariel estaba estacionado justo en la entrada principal de la mansión de los Conde. No podía entender qué diablos hacía ahí a esas horas. Desde que se casaron dos años atrás, jamás había vuelto a pisar esa casa por voluntad propia, siempre que ella iba a visitar a su abuela materna, él decidía tajantemente no acompañarla, alegando diversos pretextos.

Al recordar con amargura que esa mismo día le había solicitado el divorcio sin mayor explicación, comprendió súbitamente por qué había ido precisamente a esa casa que tanto detestaba. Probablemente estaba hablando en ese momento con sus familiares para hacerles saber oficialmente que se divorciarían y, como si fuera un objeto prestado, la entregaría de regreso a su familia como quien devuelve algo que ya no necesita.

Pronto el auto se encendió, Mía observó hacia donde se dirigía Benjamín. Lo estuvo siguiendo mediante la mirada en la pantalla todo el camino, hasta que se detuvo.

Expandió la pantalla y vio que se detuvo frente a una pastelería, en la cual siempre le compraba pasteles de leche que ella tanto le gustaban.

¿Le iba a comprar pastel?

Pensar en eso hizo que Mía sonriera y se llenará de alegría. Quizás había reconsiderado el divorcio, y le estaba comprando pasteles para que ella lo disculpara.

En el pasado, cuando no podía responder sus llamadas o mensajes, y creía que ella estaba enojada, solía comprarle pasteles para animarla a disculparlo.

Ariel, se encontraba frente a la pastelería favorita de Mía, detenerse en ese lugar no estaba en sus planes, pero a Zoe se le antojó comer pastel.

Se estaban dirigiendo al hospital, porque Zoe, su querida Zoe estaba enferma del estómago. Hace dos años le habían detectado cáncer de estómago, y ella, para no arrastrarlo a eso mundo doloroso, había decidido marcharse para sufrir sola su enfermedad. Por eso se marchó, se marchó para no hacer sufrir a sus familiares, menos a Ariel.

Ariel regresó con el pastel de leche, se lo extendió a Zoe, y ella lo observó con una sonrisa.

—Ari, ¿olvidaste que no me gusta la leche? —Ariel no supo que decir. No sabía desde cuándo había olvidado lo que le gustaba a Zoe y se había acostumbrado a los gustos de Mía— A mí hermana le gustan ¿Cierto? —Zoe forzó una sonrisa—. No te sientas culpable. Vivir dos años con una mujer aparentemente a mí, no significa que tenga mis mismos gustos. Después de todo, has compartido mucho con ella —dijo tratando de restarle importancia.

—Zoe perdona —Ariel se sentía culpable por haberse casado con Mía y olvidar los gustos de Zoe. Sabía que no debió casarse con la hermana de Zoe por despecho, debió buscarla, apoyarla en ese momento difícil de su vida.

Al notar la culpa en el rostro de Ariel, Zoe se acercó y le acarició el rostro.

—No fue tu culpa, yo me marché sin decirte nada —dijo al soltar unas lágrimas.

—Si es mi culpa —susurró Ariel—, pero pronto corregiré mi arrebato.

Zoe lo abrazó, se aferró a su cuerpo y, la apariencia de tristeza de segundos atrás, se transformó en una sonrisa. Regresar y fingir que estaba enferma, había sido una excelente idea.

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Eret Lopez
Mia TIENES UN BEBÉ EN TU VIENTRE CUÍDALO Y PROTEJELO
Eret Lopez
Mia TIENES UN BEBÉ EN TU VIENTRE CUÍDALO Y PROTEJELO
Marixa Burgos
porque piensan que es llegar y tomar como un objeto el cual despues desechan como si nada
Antonia Aguayo Espinosa
bastante buena me gusta
Rossy Bta: que ya se largue esa Mía de la casa que encuentre otro hombre
total 1 replies
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