Sinopsis: Camila es una apasionada estudiante de arte que decide participar en un programa de voluntariado en un hospital, buscando dar un sentido más profundo a su vida y su arte. Allí conoce a Gabriel, un joven carismático que enfrenta una dura batalla contra el cáncer. A pesar de la gravedad de su situación, Gabriel irradia una energía contagiosa que transforma el entorno del hospital.
A medida que Camila y Gabriel pasan tiempo juntos, su amistad florece. Camila descubre que el arte puede ser una poderosa herramienta de sanación, mientras que Gabriel encuentra en ella una fuente de inspiración y alegría. Juntos, crean un mundo de colores y risas en medio de la adversidad, compartiendo sueños, miedos y momentos de vulnerabilidad.
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Un café para escuchar al corazón.
Camila se despertó lentamente, sintiendo un suave calor a su lado. Abrió los ojos y, al instante, reconoció el dulce aroma del té que Amanda había dejado en la mesa de noche. Su mejor amiga estaba allí, acurrucada a su lado, junto a Lucky, acostado a sus pies. La escena era reconfortante, pero el eco de la discusión de la noche anterior aún retumbaba en su mente.
Recordó vívidamente cómo había sido el principio de todo, la música, las risas y, sobre todo, el momento en que su ex, Alex, aparecia a sus espalda. Él había estado claramente ebrio. Camila había intentado mantener la calma, pero al verlo, todo lo que había tratado de olvidar regresó con fuerza. Se sintió atrapada en una burbuja de tristeza, y las lágrimas habían brotado sin previo aviso. Amanda había estado a su lado, apoyándola, y, después de que Camila decidió que era hora de irse, su amiga había optado por quedarse con ella en lugar de volver a casa.
Mientras se acomodaba entre las sábanas, su teléfono vibró sobre la mesa. Con un suspiro, extendió la mano y lo tomó. Era un mensaje de Gabriel.
[¿Cómo te fue en la fiesta anoche?]
Preguntaba. Eso la golpeó como un balde de agua fría. La tristeza que había estado tratando de esconder se apoderó de ella nuevamente. ¿Por qué era tan difícil dejar atrás a Alex? Había pasado tiempo desde que rompieron, pero cada vez que lo veía, las viejas heridas parecían abrirse con más fuerza.
Aún sintiendo la presión en el pecho, decidió responderle a Gabriel:
[No fue tan bien, la verdad. Alex apareció y fue un desastre.]
Tras enviar el mensaje, se quedó mirando la pantalla, sintiendo un nudo en el estómago. Gabriel había sido un buen amigo, siempre dispuesto a escuchar, y al mismo tiempo, había algo en él que la hacía sentir segura.
En cuestión de segundos, su teléfono sonó de nuevo.
[¿Quieres ir a desayunar? Tal vez eso te ayude a sentirte mejor.]
Camila sonrió, aunque una parte de ella quería seguir acurrucada en la cama. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer?.
[Sí, suena bien. Te veo en el café que está cerca del hospital], respondió.
Un rato después, Camila llegó al café, un lugar hermoso, a dónde quiera que voltearas podías encontrar plantas y ventanas con mucha luz natural. Al entrar, lo vio sentado en una mesa junto a la ventana con pequeñas flores colgadas sobre ella. Su rostro expresaba una mezcla de preocupación y simpatía, y su corazón se sintió un poco más ligero al verlo.
—Hola, Camila —dijo Gabriel, levantándose para abrazarla—. ¿Estás bien?
Camila aspiró su aroma, una mezcla de detergente y algún shampoo herbal, era extraño pero ese abrazo la hizo sentir bien. Mientras se sentaba frente a él, observó que llevaba pequeñas pulceras de colores en su mano izquierda. La calidez de su presencia era reconfortante. —No realmente. Vi a Alex anoche, y… fue complicado.
Gabriel asintió, su rostro serio. —Lo siento. Debe ser difícil. No me gusta nada ese chico.
Camila tomó un trago de agua, buscando las palabras adecuadas. —No sé por qué todavía me afecta tanto. Pensé que ya lo había superado. Pero verlo en ese estado, borracho e insistente, me hizo recordar todo lo que pasó.
Gabriel la miró con atención. —A veces, las cosas no son tan simples. La gente puede hacerte daño y, aunque intentes seguir adelante, algunas memorias permanecen.
Camila asintió, bastante consciente de que las palabras de Gabriel eran ciertas. Justo en ese momento, el camarero se acercó y tomó sus órdenes. Camila pidió un café y un croissant, mientras que Gabriel optó por un desayuno completo. Una vez que el camarero se fue, la conversación continuó.
—¿Cómo has estado tú? —preguntó Camila, tratando de desviar la atención de su malestar.
Gabriel se quedó en silencio un momento, como si estuviera sopesando sus propias palabras. —No tan bien, la verdad. El diagnóstico de cáncer está empeorando. Está enfermedad es una montaña rusa. Es muy frustrante.
Camila sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. —Oh, Gabriel… Lo siento mucho.
—No te preocupes —dijo rápidamente —Mi padre está un poco desesperanzado. Intenta manejarlo como mejor puede. Ha estado trabajando fuertemente para pagar algunas facturas que la organización no se hace cargo. ¿Pero quieres que te diga algo Camila? veo a tantos niños en el hospital luchando con esta enfermedad, y eso me dio perspectiva. Si ellos podían pelear, ¿por qué yo no?
Camila lo miró, admirando su fuerza —Eso es increíble. Pero, ¿no te sientes asustado?
—Claro que sí. Hay días en que me siento desesperanzado, pero trato de mantenerme positivo. Sé que tengo un gran apoyo, como tú y mi padre.
Las palabras de Gabriel la hicieron sentir un torrente de emociones. Se dio cuenta de que, a pesar de su propio dolor, había algo inspirador en la manera en que él enfrentaba su lucha. —Siempre estaré aquí para apoyarte, Gabriel. Siempre.
El desayuno llegó, interrumpiendo momentáneamente sus pensamientos profundos. Comenzaron a comer, y mientras lo hacían, Camila decidió abrirse un poco más. —A veces me pregunto ¿porque no puse fin a las cosas con Alex cuando mi intuición me lo decía? Fueron muchas banderas rojas las que ví estando con él, y aún así me quede a su lado
—Porque el corazón no entiende de razones —respondió Gabriel, con una sonrisa comprensiva—. A veces, nos aferramos a lo que sentimos, incluso si nos duele.
Camila se quedó en silencio, reflexionando sobre sus palabras. Era cierto, y no podía evitar preguntarse cuánto tiempo más necesitaría para sanar.
Después de un rato, la conversación fluyó más fácilmente. La tristeza que había sentido al despertar comenzó a desvanecerse, reemplazada por una sensación de conexión y comprensión.
Cuando terminaron de desayunar, Gabriel pagó la cuenta y ambos salieron del café. Camila sintió que, a pesar de las dificultades, había algo positivo en su relación con Gabriel. Tal vez no era la amistad usual, como la que tenía con Amanda, pero había un vínculo fuerte y genuino entre ellos.
—Gracias por hoy —dijo Camila, sintiéndose más ligera.
—Siempre. Recuerda que no estás sola en esto —respondió Gabriel, dándole una palmadita en el hombro.
Mientras caminaban por la calle, Camila miró a su alrededor, sintiendo que la vida seguía. Aún había desafíos por delante, pero con amigos como Amanda y Gabriel a su lado, sabía que podría enfrentar lo que viniera. Y, al final del día, eso era lo que realmente importaba.