Colores En La Oscuridad.
Siempre he sentido una profunda conexión con el arte. Mi vida ha girado siempre en torno a los pinceles, los lienzos y las paletas de colores. Desde muy pequeña mi atracción por el arte se ha manifestado a través de todo aquello que yo creía apto para pintar. Desde paredes, muebles e incluso pisos y cortinas. Si, se que se escucha exagerado pero desde chica fui el terror de mi madre. Ahora soy una estudiante de Arte en la universidad de mi pequeña ciudad, estoy en mi segundo año, y mi día a día hasta ahora solo han sido mis clases, exposiciones y proyectos. Sin embargo, hasta hace poco sentía que necesitaba ocupar mis dias en algo mas que solo la universidad. Por eso, decidí convertirme en voluntaria en el hospital local, donde podría hacer una diferencia en la vida de otras personas y mantener mi mente temporalmente fuera de la vida escolar.
Era un día muy soleado cuando llegué al hospital por primera vez, el día perfecto para esta clase de eventos que me llenaban de emoción. El aroma a desinfectante se mezclaba con el sonido de risas infantiles. Camila se sintió inmediatamente atraída por la idea de dar alegría a los niños que enfrentaban momentos difíciles. La encargada al saber que estudiaba Arte, vio la oportunidad y le asignó la tarea de pinta caritas. Era un evento especial que realizaba el hospital para la recaudación de fondos a pacientes con cáncer, especialmente niños.
Se acomodó en una mesa decorada con globos de colores y una manta de picnic que había traído para darle un toque acogedor al espacio. Al abrir su caja, la vista de las paletas de pintura, pinceles y esponjas, la llenó de energía. Cada color representaba una posibilidad, una oportunidad para transformar la tristeza en alegría, estaba lista para hacer sonreír a los pequeños.
Mientras pintaba, una mariposa en la cara de una niña, sintió una mirada curiosa. Se giró y vio a un joven de su edad, con una sonrisa tímida, no paraba de estudiarla. Su mirada penetrante y su actitud relajada la intrigaron. Se encontraba rodeado de niños que intentaban arrancar de sus manos los globos que iba armando. Un niño de unos 7 años se acercó y muy astutamente comenzó a hacerle cosquillas en el estómago, el chico se inclinó instintivamente y el pequeño pudo robar un globo, los demás niños al ver el resultado de esta acción copiaron el acto y el pobre en menos de un minuto había sido despojado de todo.
Su risa era profunda y encantadora, todos los que presenciamos aquel inocente robo nos contagiamos de su alegría. El chico apagó la máquina para inflar globos y me miró, sonreí y él igualmente correspondió.
Cuando termine de dar los últimos retoques a la mariposa de la niña, tomé un espejo y le mostré los resultados a la pequeña. Su carita se iluminó con la sonrisa más hermosa, me agradeció dándome un abrazo y se fue. Debía darme prisa los niños comenzaban a acercarse, me sumergí en mi trabajo completamente. Pinté mariposas, superhéroes y flores en las caras de los pequeños, cada uno con una risa que resonaba en mis oídos como una melodía. La conexión que sentía al ver sus sonrisas era indescriptible. Era como si cada trazo de mi pincel les regalara un poco de esperanza, un momento de felicidad en medio de sus luchas.
Camila decidió tomarse un pequeño descanso, sentía los dedos entumecidos, y comenzó a organizar su pequeño lugar, se percató que el chico de los globos se encontraba en un banquito a su lado.
—Hola, soy Gabriel —dijo el chico, acercándose con cautela y estirando su mano para el saludo. —¿Te puedo ayudar en algo?
Camila sonrió y unió su mano con la de él, sintiendo que la energía a su alrededor cambiaba.
—Soy Camila. Solo estoy pintando caritas. Si eres bueno en esto, puedes unirte.
Gabriel se rió suavemente, y Camila observó que de cerca, tenía una hermosa sonrisa con un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha. Sus ojos eran oscuros, y atraían la luz a su alrededor haciendo un contraste con su piel pálida, usaba una gorra roja que no dejaba ver del todo el lugar en el que una vez hubo cabello de algún color y textura. Su expresión relajada la intrigó, y por un momento, Camila se olvidó del ruido del evento a su alrededor.
—No tengo absolutamente ninguna idea de pinturas, no soy muy bueno en eso. Pero, ¿qué tal si pintas algo en mi brazo? Quiero algo que me haga sentir como un superhéroe.
—¡Eso suena genial!.—respondió Camila, sintiendo que una chispa de complicidad comenzaba a encenderse entre ellos. Mientras comenzaban a pintar una emblemática “S” en su brazo, noto un pequeño tatuaje de un girasol, que tenía el nombre de Elena en su tallo.
—Que hermoso, ¿Quien es? —dijo Camila señalando su tatuaje.
—Mi madre, era la positividad en persona, luego de cumplir la mayoría de edad escape con unos amigos y me lo hice. ¡Mi padre estaba furioso!.—Rió con una satisfacción juguetona.
—¿Y ella está aquí? Camila giró su cabeza en búsqueda de la inspiración de tal obra.
—No, ella murió al darme a luz. Lo hice en su honor —El pincel de Camila se detuvo al escuchar esto y levantó la mirada, quería disculparse pero su voz se habia ido de la impresión. Gabriel lo notó al ver su expresión y se apresuró a decir.
—Esta bien, no te preocupes. Ha pasado mucho de eso. —Camila asintió igual preocupada.
—Oye, ¿Cómo es que nunca te había visto por aquí? Conozco a todo el personal médico, voluntarios y pacientes. Un rostro hermosos como el tuyo jamas lo olvidaría.—Dijo señalando su rostro.
—Es primera vez que estoy aquí, hablé con la organización hace una semana y me preguntaron que habilidades poseía y pues ahora estoy a cargo de pintar los pequeños rostros de este lugar.
Camila centro nuevamente su atención en su lienzo, pinto alrededor del girasol, se instaló un silencio cómodo entre ambos, sentía los ojos de Gabriel observándola, en una situación diferente la hubiera hecho sentir incomoda pero nada de eso pasaba ahora. Al retomar la conversación se dieron cuenta de que compartían más que solo una tarde de diversión. Descubrieron que ambos tenían una profunda pasión por los postres y la música. Hablaron sobre sus bandas favoritas, sus artistas preferidos y las aventuras que soñaban vivir.
El tiempo pasó volando mientras charlaban Camila seguía pintando los rostros de más personas y niños, se dió cuenta que Gabriel la hacía reír con cualquier cosa, era muy divertido. Para Camila, la pintura no era solo una tarea; se había convertido en una forma de conexión, una manera de expresar su sentir día a día, era una especie de diario personal y se lo había hecho saber a Gabriel. Por su parte Gabriel le contó cómo había estado en el hospital durante tres años, enfrentando su propia batalla contra el cáncer. Su mirada era serena, y a pesar de las circunstancias, había una luz en él que la inspiraba.
—Me gusta venir a ayudar aquí —confesó Gabriel, mirando a los niños que corrían y reían. —Es como si la alegría de los demás me diera fuerza en mis días difíciles. Además, ver a los niños sonreír es lo mejor.
—Eso es lo que quiero transmitir con la pintura —dijo Camila. —Quiero que cada niño que pase por aquí sienta un poco de alegría, aunque sea por un momento. El arte puede ser una forma de sanación tambien —Gabriel asintió, y su mirada se iluminó.
—Tienes razón. El arte tiene el poder de cambiar el estado de ánimo de una persona. Es como si te transportara a otro lugar, ¿no crees?”
La conversación fluyó con naturalidad, como si se conocieran de toda la vida. Camila se dio cuenta de que había encontrado en Gabriel una conexión especial, alguien con quien podía ser auténtica y vulnerable. A medida que el evento continuaba, se hicieron promesas de volver a verse, de explorar juntos más allá de las paredes del hospital. El le prometió llevarla a conocer el lago que había cerca del hospital.
Cuando el evento llegó a su fin, y los niños comenzaron a acercarse para despedirse de Gabriel y ella, notó la cercania y el amor que los niños le mostraban a él. Camila sintió una mezcla de satisfacción. Había logrado su objetivo de llevar alegría a esos pequeños, pero también había encontrado algo en Gabriel que la llenó de esperanza. Decidieron intercambiar números de teléfono antes de separarse, con la promesa de mantenerse en contacto.
—Espero que podamos hacer esto más a menudo —dijo Gabriel con una sonrisa. —Tal vez podamos pintar juntos algún día y hacer algo especial. Serías la tutora perfecta.
—Me encantaría ---respondió Camila, sintiendo que su corazón se llenaba de entusiasmo. —Tal vez podamos crear una obra de arte en honor a todos los niños que luchan aquí.
Ambos se miraron a los ojos, y en ese instante, Camila supo que su vida estaba a punto de cambiar. Gabriel no era solo un chico que había conocido en un hospital; era alguien que podría inspirarla, alguien que podría ayudarla a encontrar el camino que tanto había estado buscando. Le sonrió.
Mientras salía del hospital, el sol brillaba intensamente, y el aire fresco de la tarde la envolvía. Camila sintió que había dado un paso importante en su vida, un paso hacia un nuevo horizonte. Ahora, no solo era una estudiante de arte; era una artista con un propósito. Tenía la misión de crear alegría a través del arte, y había conocido a alguien con quien compartir ese camino. Quizás solo estaba exagerando con alguien que apenas conocía pero algo en su corazón le decía que estaba tomando el camino correcto y debía continuar así.
Camila sabía que la vida le traería desafíos, pero estaba lista para enfrentarlos. La conexión que había encontrado con Gabriel la llenó de energía y determinación. Estaba emocionada por lo que el futuro podría depararles, y con cada pincelada que diera, sabía que estaba un paso más cerca de descubrir su verdadero yo.
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Comments
Victor
No puedo esperar por el próximo, darnos más, gracias
2024-10-16
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