En un mundo donde las jerarquías de alfas, omegas y betas determinan el destino de cada individuo, Hwan, un omega atrapado en un torbellino de enfermedad y sufrimiento, se enfrenta a la dura realidad de su existencia. Tras un diagnóstico devastador, su vida se convierte en una lucha constante por sobrevivir mientras su esposo, Sung-min, y su hija, Soo-min, enfrentan el dolor y la incertidumbre que su condición acarrea.
A medida que los años avanzan, Hwan cae en un profundo coma, dejando a su familia en un limbo de angustia. A pesar de los desafíos, Sung-min no se rinde, buscando incansablemente nuevas esperanzas y tratamientos en el extranjero. Sin embargo, la vida tiene planes oscuros, y la familia deberá enfrentar pérdidas irreparables que pondrán a prueba el amor que se tienen.
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El plan
Desperté con el corazón latiendo tan fuerte que sentí que podría atravesar mi pecho. Mi respiración estaba agitada, y el calor aún recorría mi cuerpo. ¿Un sueño así, a los 26? Me cubrí el rostro con las manos, avergonzado por lo que acababa de experimentar. Pero no podía evitar la sensación de dulzura que había dejado atrás.
Era suave, casi tierno.
Lo sentí a mi lado, tan cerca que podía escuchar su respiración acompasada, su cuerpo cálido rozando el mío. No era solo deseo, era algo más profundo.
Sus manos acariciaban mi rostro, y yo me dejaba llevar por ese toque, ansioso por más, pero temeroso de ir demasiado lejos.
Sus labios rozaron los míos, y el mundo se desvaneció en una niebla suave. No había prisa, solo una conexión tranquila y dulce que me envolvía.
Me desperté justo antes de que ese beso se convirtiera en algo más.
¿Cómo podía soñar algo tan íntimo con alguien que apenas conocía? El chico que me había ayudado...
¿Por qué me obsesionaba tanto? Pero mientras reflexionaba, una idea comenzó a formarse en mi mente. Quizás este sueño no fuera solo un desvarío pasajero. Tal vez podría convertirlo en algo real.
Me recosté de nuevo, mirando al techo, permitiendo que mi mente jugara con la posibilidad. ¿Y si lo convierto en mi pareja?
Tengo belleza, tengo dinero. Puedo tener a quien quisiera. Si resulta ser alfa, perfecto. Pero si es omega… no habría problema. Nadie sabía que yo era omega. Todos pensaban que era alfa.
Podía enamorarlo. Solo necesitaba planearlo bien.
Empecé a darle vueltas a cómo podría hacer que nuestras vidas se cruzaran "accidentalmente". Algo natural, algo que no levantara sospechas. Sonreí al pensar en ello. Tengo la ventaja. Conozco más de lo que él cree.
Me incorporé de la cama y llamé a mi mayordomo. Sabía exactamente a quién debía pedirle ayuda. El antiguo mayordomo de la familia Lee, el que me había cuidado desde que todo se desmoronó. Podía confiar en él.
—Necesito que investigues a alguien —le dije, sin rodeos—. Quiero saber dónde vive, qué come, qué lugares frecuenta, qué le gusta, cómo han sido sus relaciones anteriores. Todo. No quiero dejar ningún cabo suelto. Necesito toda la información disponible.
Cada detalle de su vida me ayudaría a controlarlo. A tener la ventaja. A atraparlo.
El mayordomo asintió en silencio, acostumbrado a mis órdenes. Solo me quedaba esperar. Pero mientras la impaciencia comenzaba a apoderarse de mí, logré calmarme. No debía apresurarme. Todo saldría a mi favor si mantenía el control.
Justo cuando el delirio comenzaba a formarse en mi mente, me sacaron de mi ensimismamiento. Mis padres me llamaron para desayunar. Me obligué a dejar de pensar en él por un momento y bajé a la mesa, aunque la inquietud no me abandonaba del todo.
Ellos hablaban animadamente sobre su próximo negocio. La dermatología estaba siendo un éxito, y la belleza y juventud que ambos poseían solo aumentaban su influencia en ese mundo. Iban a filmar un comercial en Rusia y luego regresarían. Me invitaron a ir con ellos, pero no podía permitir que mi plan se retrasara.
—He conocido a un amigo —dije con una sonrisa sutil—. Me gustaría pasar más tiempo con él, estrechar lazos.
Ambos se rieron. Mi padre fue la primera en responder.
—Hazlo con suavidad, querido.
Antes de irse, mi padre me abrazó y me susurró al oído:
—Si todo va bien, estaremos encantados de invitarlo a cenar.
Soltó una risa suave y se despidió, dejándome solo en el comedor. Sabían que cuando me proponía algo, no descansaría hasta conseguirlo. Y este caso no sería la excepción. Ese alfa —u omega— sería mío.
Solo era cuestión de tiempo.
me encanta la escritura....