¿Por Qué Estoy En Este Cuerpo?

El amanecer apenas empezaba a teñir el cielo de tonos rosados cuando Álvaro despertó con un sobresalto, empapado en sudor frío. Había soñado algo tan vívido que, por un instante, olvidó quién era ahora. En su mente resonaban risas, suaves como el murmullo de un río, y el perfume de jazmín que Catalina siempre usaba parecía llenar el aire de su pequeña habitación.

"¿Qué demonios está pasando conmigo?" pensó, llevándose las manos a la cabeza. Las imágenes seguían golpeándolo: él y Catalina paseando por el jardín de su antigua mansión, ella lanzando una carcajada tras una de sus bromas sin gracia. La calidez de esos recuerdos contrastaba brutalmente con el dolor de la traición que lo había arrastrado a ese infierno.

Un vistazo al pasado

Álvaro pasó el día intentando ignorar las imágenes que seguían invadiendo su mente. Mientras limpiaba los ventanales de la mansión, una nueva visión lo atrapó de improvisto: Catalina estaba sentada frente a él, mirándolo con amor mientras le extendía una caja envuelta en papel plateado.

—Es para ti, mi amor. Feliz aniversario, — decía su voz, dulce y sincera.

Él recordaba haber abierto esa caja para encontrar un reloj que aún tenía grabadas las palabras: "Siempre tuya, Catalina." Era una promesa que, ahora sabía, había sido vacía.

El sonido de un portazo lo devolvió al presente. Catalina cruzó la sala con paso firme, vestida con una elegancia impecable, completamente ajena al torbellino de emociones que había desatado en él.

Confusión y rabia

Esa noche, Álvaro se encerró en su habitación, buscando desesperadamente una forma de detener esas visiones. Se recostó en la cama, cerrando los ojos con fuerza, pero los recuerdos seguían golpeando su mente como una tormenta.

Esta vez, era una escena diferente: él y Catalina estaban en su oficina, celebrando el cierre de un gran negocio. Ella lo había abrazado por la espalda, susurrándole al oído: "Eres el hombre más increíble que he conocido. Lo que tenemos no lo cambiaría por nada."

La imagen se desvaneció tan rápido como había llegado, dejando a Álvaro con un vacío en el pecho. Era como si el universo estuviera jugando con él, recordándole todo lo que había perdido.

"¿Por qué? ¿Por qué ahora?" murmuró, golpeando la pared.

Una revelación inesperada

Al día siguiente, mientras Catalina desayunaba en el comedor, Álvaro, ahora más decidido que nunca, se acercó con la bandeja del café.

—¿Algo más que necesite, señora? — preguntó, esforzándose por mantener su tono neutral.

Catalina lo miró con curiosidad. —Sí, Felipe. Dime, ¿alguna vez amaste a alguien tanto que sentiste que harías cualquier cosa por esa persona?

La pregunta lo tomó por sorpresa. Por un momento, pensó que ella lo estaba provocando deliberadamente. Pero su mirada parecía sincera, casi nostálgica.

—Supongo que sí, — respondió, con un nudo en la garganta. —Pero amar así también puede destruirte.

Catalina asintió lentamente, perdida en sus propios pensamientos. —Eso es cierto. Pero creo que a veces el amor no es suficiente. Las personas cambian, las circunstancias cambian... y todo se desmorona.

Álvaro apretó los puños, sintiendo cómo la rabia lo consumía. "¡Tú cambiaste, Catalina! ¡Fuiste tú quien destruyó todo!" pensó, aunque mantuvo su expresión tranquila.

La conexión entre el pasado y el presente

Esa noche, una nueva visión lo sacudió. Estaba en el jardín de la mansión, viendo a Catalina bailar bajo las luces colgantes de una fiesta que habían organizado. Su vestido rojo brillaba con una intensidad que lo había dejado sin aliento entonces. Recordaba haberse acercado a ella, tomándola por la cintura mientras la música los envolvía.

—Te amo, Álvaro, — le había dicho, sus ojos llenos de una devoción que ahora parecía una cruel mentira.

Cuando la visión terminó, Álvaro se dio cuenta de algo importante: estas imágenes no solo eran un recordatorio de su dolor, sino también una ventana a lo que alguna vez lo hizo feliz. Catalina había sido más que una traidora; había sido la mujer que lo hizo sentir vivo.

"¿Qué significa todo esto?" se preguntó.

Un cambio en la estrategia

A medida que los días pasaban, Álvaro empezó a entender que las visiones no eran una tortura, sino una lección. No podía permitirse ser consumido solo por el odio. Si quería vencer a Catalina, necesitaba ser más inteligente, más calculador.

Comenzó a usar los recuerdos a su favor. Imitaba las pequeñas cosas que sabía que a Catalina le gustaban, como servir el café con un toque de canela o dejar un ramo de flores frescas en el comedor. Catalina, aunque no lo admitiera, parecía más cómoda con él cerca, como si una parte de ella se sintiera segura en su presencia.

—Felipe, eres diferente a los demás. No sé qué es, pero hay algo en ti que me hace sentir... tranquila, — le dijo un día, casi sin darse cuenta.

Álvaro sonrió para sus adentros. "Perfecto. Solo sigue confiando en mí."

Esa noche, una última visión lo golpeó con una fuerza que casi lo hizo caer. Estaba en su oficina, firmando los papeles de su testamento. Catalina estaba sentada frente a él, su rostro iluminado por una mezcla de orgullo y malicia que él no había notado entonces.

—Todo estará bien, Álvaro, — le dijo mientras le pasaba una pluma. —Estoy aquí para cuidar de ti, siempre.

El recuerdo se desvaneció, y Álvaro abrió los ojos, jadeando.

"Lo sabía... Desde el principio, ella planeaba todo."

Ahora no había dudas. Catalina no solo lo había traicionado; lo había destruido con intención. Pero Álvaro tenía algo que ella no esperaba: estaba de vuelta, más fuerte y decidido que nunca.

Se levantó de la cama, mirando su reflejo en el espejo. "Prepárate, Catalina. Esto apenas comienza."