Sacha, buscando una lectura emocionante, se topa con "Emperador, ¿por qué mataste a mi hermano?", una novela BL donde el emperador, obsesionado con Leo, lo mata accidentalmente al proteger a su hermana adoptiva.
Al terminar la novela, Sacha se ve transportada al mundo ficticio, convirtiéndose en la hermana adoptiva de Leo. Ahora, con el conocimiento del futuro, debe proteger a su hermano del emperador, un hombre que, aunque lo amaba, lo mató por un error trágico.
Sacha se enfrenta a un dilema: ¿puede cambiar el destino de Leo sin sacrificar su propia felicidad? ¿O se verá atrapada en un romance peligroso con el emperador, un hombre que, a pesar de su amor, es capaz de cometer actos terribles?
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Sombras en el fuego
La luna se alzaba alta sobre el campamento, iluminando las tiendas con una luz pálida que hacía que las sombras danzaran de forma inquietante. El ataque al joven noble había desatado una atmósfera de desconfianza y tensión entre los participantes del torneo. Mientras algunos nobles intercambiaban teorías en voz baja, otros bebían más de lo usual, intentando ahogar sus miedos en copas de vino.
Sacha, sentada frente a la fogata que compartía con Leo y algunos otros participantes, miraba las llamas, perdida en sus pensamientos. Adrien, como siempre, parecía estar en el centro de atención, rodeado de nobles que reían por algo que había dicho. A lo lejos, el emperador observaba la escena con una mirada insondable, su copa de vino olvidada en su mano.
—No confío en él —susurró Leo, interrumpiendo el silencio.
Sacha suspiró.
—No confías en nadie aquí, Leo.
—Porque nadie aquí es de fiar —respondió él con firmeza. Luego se inclinó hacia ella—. Tenemos que hablar sobre lo que ocurrió hoy.
—¿Te refieres al joven herido o al medallón?
—A ambos. Y a la flecha. Nada de esto es coincidencia, Sacha.
Antes de que pudiera responder, una figura alta y delgada se acercó a ellos. Era una mujer de cabello oscuro y ojos afilados como hojas de obsidiana. Su presencia imponía un respeto silencioso.
—Disculpen la interrupción —dijo con una voz baja pero firme—. Soy Lady Isolde, capitana de la guardia real.
Leo se tensó al instante, pero Sacha le lanzó una mirada para que se calmara.
—Un placer, Lady Isolde —respondió Sacha, con una sonrisa que intentaba ocultar su nerviosismo—. ¿En qué podemos ayudarla?
Isolde inclinó la cabeza ligeramente.
—El emperador desea hablar con ustedes dos. Ahora.
En la tienda imperial, la atmósfera era sofocante. Las paredes de tela gruesa mantenían el frío afuera, pero el calor dentro era casi asfixiante, intensificado por la mirada del emperador. Estaba sentado en una silla alta, sus dedos jugando con el borde de su copa.
—Lady Sacha, Sir Leo —comenzó, con una voz suave que no lograba ocultar su autoridad—. Parece que siempre están cerca cuando ocurren cosas interesantes.
—Su majestad, no buscamos causar problemas —respondió Leo, adelantándose ligeramente como un escudo humano para Sacha.
El emperador lo ignoró y fijó su atención en ella.
—¿Crees en las coincidencias, Sacha?
La pregunta la tomó por sorpresa.
—A veces, su majestad. Pero no siempre.
Él sonrió, una expresión que parecía más un desafío que un gesto amable.
—Entonces, tal vez puedas explicarme por qué Adrien parece tan... interesado en ti.
Sacha sintió un nudo en el estómago. No esperaba que el emperador abordara el tema de forma tan directa.
—Quizás debería preguntárselo a él, su majestad. Apenas lo conozco.
El emperador entrecerró los ojos, como si evaluara cada palabra que decía.
—Lo haré. Pero mientras tanto, no bajes la guardia. Este campamento está lleno de serpientes, y no todas muestran sus colmillos hasta que es demasiado tarde.
Antes de que pudiera responder, Isolde entró nuevamente.
—Su majestad, se requiere su presencia en el claro. Han encontrado algo.
El emperador se levantó sin una palabra más, y con un gesto de su mano, les indicó que lo siguieran.
El claro estaba iluminado por antorchas, y varios nobles se habían reunido alrededor de lo que parecía ser un cuerpo tendido en el suelo. Al acercarse, Sacha sintió que el aire se volvía más frío.
—¿Quién es? —preguntó el emperador, su tono frío y distante.
—Uno de los cazadores, su majestad —respondió Isolde—. Lo encontramos cerca del arroyo. Ha sido envenenado.
Sacha se estremeció al ver el rostro del hombre, congelado en una expresión de dolor extremo. A su lado, Leo apretaba los puños.
—Esto no es obra de un animal —dijo él, más para sí mismo que para los demás.
—No, no lo es —confirmó Isolde—. Este veneno es raro y caro. Solo alguien con contactos en las sombras podría conseguirlo.
El emperador se volvió hacia la multitud.
—Quiero respuestas. Y las quiero antes del amanecer.
Su voz resonó como un trueno, y los nobles asintieron rápidamente antes de dispersarse, dejando solo a Sacha, Leo, el emperador y algunos guardias.
—Lady Sacha —dijo el emperador de repente, acercándose a ella—. Parece que atraes la atención dondequiera que vayas.
Ella intentó mantener la calma.
—Eso parece, su majestad.
Él sonrió, pero sus ojos estaban fríos.
—Espero que no seas tú quien atrae el peligro también.
Antes de que pudiera responder, se giró hacia Isolde.
—Quiero que vigiles de cerca a Adrien. Y también a ella.
Isolde asintió, y el emperador se alejó sin decir nada más.
Más tarde esa noche, mientras Sacha y Leo intentaban procesar lo sucedido, una figura apareció en la entrada de su tienda. Era Cassian.
—Disculpen la intromisión, pero pensé que esto podría interesarles —dijo, sosteniendo un pequeño pergamino.
Leo lo miró con desconfianza, pero Sacha lo tomó antes de que pudiera detenerla. Al abrirlo, leyó unas palabras que hicieron que su sangre se helara:
"Confía en nadie. Ni siquiera en él."
—¿Qué significa esto? —preguntó Sacha, mirando a Cassian.
—No lo sé, milady. Solo estoy cumpliendo con mi deber.
Antes de que pudieran interrogarlo más, Cassian se marchó, dejándolos con más preguntas que respuestas.
Sacha miró a Leo, quien todavía sostenía la flecha y el medallón en sus manos.
—Esto está empeorando, Leo.
—Sí, y necesitamos descubrir quién está detrás antes de que algo más grave ocurra.
Pero en el fondo, Sacha sabía que la red de intrigas era mucho más grande de lo que imaginaban. Y, de alguna manera, ella estaba en el centro de todo.