Sin Elección Villana

Segundo día en esa oscuridad inmensa, Ruth regresó nuevamente para torturarla, ni el «desayuno» tuvo tiempo de comer. Esta vez traía nuevas herramientas, pinzas y bisturíes de los que usan los médicos, ¿dónde lo obtuvo? Sabrá Dios.

Kristen reflexionaba, no entendía porque Ruth no podía ver a ese hombre que estaba sentado a su lado, además, él también lucía indiferente e ignoraba la presencia de Ruth, aunque también él la ignoraba a ella.

—¿No lo ves? —Ruth levantó la vista, su mano estaba en el maletín buscando un nuevo material para torturar a Kristen.

—¿Ver qué cosa? —Ruth la miró con una mueca de asco, y después siguió buscando. Sus ojos brillaron al ver una tijera de color rojo, sonrió mientras lo levantaba como si fuera un trofeo. —¿Sabes que veo? Una belleza lista para estrenarse.

«Así que no puede verlo, solamente lo veo yo, puede ser».

Kristen estaba distraída preguntándose, qué cosa era ese hombre, no podía ser un fantasma; ella no creía en eso. ¿Un demonio? Menos, esos deben vivir en el infierno, eso creía. ¿Un ángel? No parecía.

Ruth arrancó con las pinzas una uña del pie a Kristen, eso la trajo de vuelta a la habitación, ella gimió de dolor y apretó fuertemente sus dientes.

—Como odio que me ignoren. Vamos a jugar, esto es una tortura usada comúnmente con los prisioneros para que confiesen ¿Te gusta?

Kristen no respondió, estaba cansada de esas estúpidas preguntas, si Ruth quería torturarla o hacerla sufrir que lo haga, pero, que se calle ya, la voz de Ruth le irritaba, le parecía molesta. Sí se quedara en silencio esa perra sería mejor.

—Cállate por un maldito segundo.

Ruth agrandó los ojos de la sorpresa. No se esperaba eso.

Kristen en un arranque tomó las tijeras y que Ruth estuviera desconcentrada un momento le ayudaba, las tijeras muy filosa por cierto. Y se lanzó sobre Ruth.

—Bájate maldita perra ¿Crees poder ganarme?

Ruth dio una vuelta y ahora era ella quien estaba arriba.

—No debiste hacer eso. Ni modo, ahora tengo que matarte.

La palabra matar le aterró a Kristen. Ruth apretó su cuello, Kristen forcejeaba e intentaba zafarse. Había dejado caer la tijera en el forcejeo, la tenía a centímetros, sin embargo; su mano no alcanzaba.

El aire se iba de sus pulmones, no iba a resistir más tiempo, intentaba estirar los dedos para atraer el objeto a ella. El dedo medio tocó el frío metal, lo jaló con desesperación y lo clavó en el ojo de Ruth.

—¡Ahhhhh! ¡Esta perra!

Ruth se quitó de encima y Kristen se levantó rápido del suelo, estaba concentrada mejor.

—«Uff… Es una pena, pero vas a perder».

Kristen miró al hombre que por fin había hablado, ella antes le buscó conversación pero él se quedó callado.

—«Morirás».

—¿Qué sabes? ¡Haz silencio!

Ruth dejó de sostener su ojo lastimado, sacó una daga de su cintura, en el cinturón donde lo guardaba.

—¿Ves esto? Por eso mereces morir más. —Ruth apuntó con la daga su ojo. —Pero, soy generosa… Córtate el cuello con la tijera que tienes y te perdono.

—Jejejeje ¿Y si no lo hago? Me importa una mierda tu perdón, no lo necesito ¡Quiero salir de aquí! Y si tengo que matarte lo haré…

—Como si pudieras. —Ruth se rió a carcajadas. —Ven, tu hermana mayor te dará una lección.

Kristen con tijera en manos se abalanzó sobre Ruth. Ruth abrió sus manos como alguien quien esperaba el abrazo de una persona querida.

Kristen arrugó las cejas, no entendía, pero, ella iría con todo. Sin embargo, fue detenida con una patada en el vientre, cayó sobre su trasero. Ruth le saltó encima y con la daga apuñaló el hombro de Kristen, sacó la daga y volvió a apuñalar en el mismo sitio.

—Te cortaría también el rostro, pero no puedo dañar algo que me gusta. —Y sin que Kristen se lo esperara, recibió un beso. Los labios de Ruth fueron aplastados contra los suyos, ella sintió asco, quería alejarla pero las rodillas de Ruth estaban bloqueando sus manos. —Tan hermosa… Ahora si empieza la diversión ¿Juguemos?

Kristen sintió como era manoseada en todo su cuerpo, partes que ni ella misma conocía fueron explorados a profundidad, fue desnudada y ensuciada, su dignidad fue robada, su piel fue manchada, prefería ser heridas con miles de dagas que ser tocada de esa manera. ¿Por qué? Solamente eso era lo que podía pensar mientras los minutos pasaban. En un punto se desconectó, ya no quería ver ni sentir ese dolor. Llegando a un lugar blanco, solamente blanco, no había nada, todo estaba blanco.

—Este sitió transmite paz, ¿Estoy muerta? —Miró al hombre a su lado pero, él la ignoró.

La voz de Kristen se quebró y comenzó a llorar, más bien gritar, gritar de dolor y desesperación. Mordía sus labios haciéndolos sangrar.

—Quiero matarla, quiero matar a Ruth. —Kristen repetía como una loca.

—Deja de quejarte, me duele la cabeza. Puedes matarla y matar a todos, solo conviértete en un monstruo peor que ellos.

Kristen se levantó y miró al hombre por un buen momento.

*

Kristen con una fuerza inexplicable se quitó de encima suyo a Ruth. Los dedos de Ruth se encontraban viscosos, mojados de un líquido mezclado con algo de sangre.

—¿Te divertiste perra? Ahora es mi turno. —Kristen sonrió como tremenda loca y Ruth pudo observar a su padre en esa expresión.

Ruth miró confusa a Kristen, sin entender ese cambio.

—Ay, luces como perdida. ¿Jugamos? —Se empieza a reír como loca y Ruth se levantó firme y sonrió contenta por la situación.

—Por supuesto, jamás rechazo un juego. Sí gano déjame volverte a hacer gemir como antes. —Kristen puso una mueca de asco.

—No vas a volver a tocarme, porque hoy te mandaré a la tumba. ¡Suena divertido! ¿No?

—Qué Ilusa eres. ¿Me matarás? Inténtalo si puedes. —Ruth tomó otra posición y Kristen sintió esa sed de sangre de Ruth.

—¿Qué sucede aquí? —La presencia del hombre hizo que las dos lo miraran al mismo tiempo. Kristian Russen vestido elegantemente y con sus lentes puestos.

Esa mirada oscura fue como una reprimenda para que ambas se detuvieran, desde donde estaban se encogieron o él era muy grande.

—Ruth o quien seas, devuelta a tu habitación. Y tú… También vuelve a tu habitación.

Ruth obedeció a su padre y salió de esa habitación.

 Kristen caminó con la tijera, dándole vuelta, jugando con ella.

—¿Líder? —Kristen lo miró esperando que dijera algo.

—He venido a sacarte de aquí y ya deja de llamarme líder. Me molesta.

—Sí… padre.

—Esa perra de Isabela te mandó aquí porque no sabe controlar sus celos, esa loca. Aunque todos de esta familia son locos. —Comentó lo ultimo con orgullo. Sin dejar de sonreír también.

¿Celos?, eso le dio ganas de vomitar a Kristen.

—Gracias…

—Deja de actuar débil. Recuerdo haberte dicho que odio a los débiles y creo que Isabela te lo dejó en claro, si no quieres ser eliminada compórtate como lo que eres, una Russen. —Se detuvo un momento en el pasillo. —Abandona a Isabela y ven de mi lado.

Kristen asintió mientras lo veía con disgusto. ¿Por qué estaba siendo amigable? Y además, no entendía nada, ¿acaso esos dos no se llevaban bien?, ella se puso en marcha después de que su padre lo hiciera.

—¿Puedo ser poeta, cierto? —Kristen miró a su padre con una expresión confusa. Qué hombre ni más raro, pensó Kristen.

—¿Y esa pregunta de mierda? —Kristen se tapó la boca con rapidez. —Perdón.

—No te preocupes, puedes relajarte conmigo, no soy como Isabela. Soy peor… —Lo último lo susurró, sin embargo, Kristen no llegó a escucharlo.