Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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Trampa perfecta
Anabella sonríe mientras se sienta al lado de Massimo. Este comienza a sentir los efectos de la droga, las manos le sudan y la respiración se le acelera; de repente el calor le es insoportable y gotas de sudor le bajan de la frente.
Massimo comienza a tener pensamientos muy impropios de él y su pantalón está que se revienta. El olor de su ángel no lo ayuda.
—¿Qué me está pasando, dime qué me sucede? Anabella niega como asustada.
—No lo sé, Massimo. ¿Qué te ocurre, me estás asustando? — El hombre no razona; está en un estado muy agudo de ebriedad y ahora drogado y excitado.
—Lárgate, Anabella, vete por favor.
Massimo le súplica; tiene ganas de lanzarse encima de ella.
—Yo te ayudo, Massimo, vamos a la ducha, ven —Ella se acerca y trata de limpiarlo, ya que en verdad está de todo menos deseable; de aquel impecable hombre guapo solo queda una sombra.
—Por favor, aléjate si —hace uso del poco autocontrol que puede utilizar.
—Ven, vamos al baño —lo jala y tomándolo de un brazo lo apoya en su hombro y lo lleva; él es un titere, se tambalea y no puede sostenerse de por sí sin marearse.
Cuando llegan a la habitación él se molesta.
—¿Qué mierda me diste?, ¡maldita sea Anabella, responde! Ella niega asustada y él se aleja de ella tropezándose. Ahora sientes más ganas de tener sexo, su garganta está cerca y el calor lo invade al punto de la locura.
—No sé de qué hablas, vamos al baño, para bajarte la borrachera —dice y él como puede se ríe.
—Ya sé, me drogaste con un afrodisíaco y como no te gusta lo que ves me quieres bañar —la acusa.
—Estás demente y ebrio, solo quiero quitarte tu estado de embriaguez— Anabella ahora es la que suda; sus vellos se erizan por la risa inusual de Massimo; al parecer la descubrió, aunque no le importa. Al otro día recordará lo primero que le diga; así funciona la droga: el cerebro crea la primera idea que recibe cuando la persona despierta.
—¡Mientes! Pero como eso es lo que quieres y esto solo se me bajará así o yendo a un hospital, pero no me vas a llevar, cierto —dice girando para ver a todos lados…
—Ni mi teléfono está lo planteaste todo... — Se ríe de tal manera que le den escalofríos a la joven, porque ella es un año menos que Nicolle.
—Te voy a complacer, pero no quiero bañarme; eso no me va a ayudar y tú lo sabes bien —sus palabras son un poco enredadas.
Massimo se lanza encima de ella y la toma del cuello mientras besa, y en cuestión de segundos el vestido está desecho. Él no razona, no coordina bien; solo hay un objetivo en su cabeza y es bajar su calor.
Anabella trata de besarlo, pero él no deja. La mujer queda expuesta ante él con una lencería de color rojo, la cual también destroza.
—Massimo, amor, sé más delicado, estoy solo para ti —le dice seductoramente, pero él niega. Normalmente, estas acciones para él son viles y fuera de lugar; él fue criado de otra manera.
Massimo la toma fuerte de su mandíbula, sus ojos inyectados de deseo y rabia; aprieta los dientes para gruñirle.
—Que te quede claro que esto es un medio para un fin, el cuál provocaste tú; después te largas de mi vida. La suelta y ataca sus pechos, luego baja a dónde necesita estar y sin ningún cuidado entra.
Anabella grita por la intromisión y el cero tacto al hacerlo. No es su primera vez, pero eso no evita el dolor.
Del hombre dulce y delicado que conoció Nicolle no queda nada. La joven no está disfrutando del momento, pues las palabras que salen de la boca del hombre lo evitan.
—Hueles delicioso, Nicolle, mi hermosa e inocente Niki. Embiste una y otra vez.
—Qué delicia, mi niña, mi dulce Niki—. Lagrimas de rabia, impotencia, decepción y dolor bajan por el rostro de ella; no solo no lo está disfrutando por sus hirientes palabras, sino porque también Massimo huele horrible; su aliento cuando le habla apesta a alcohol y a días sin cepillarse; el asco la invade y solo piensa en que se vengara uniéndolo a ella.
—¿Eres mía Niki? — El grito la sorprende y solo jadea fuerte.
—Responde o te largas. —Espeta molesto, Massimo siente cólera al sentir que está traicionado a su bebé; desea tomarla del cuello hasta que no exista.
—Dime tu nombre... — Detiene sus embates y la mira.
—Massimo, por favor… —Suplica.
—¡Responde Nicolle! —grita de nuevo.
—Mi nombre es… —Solloza.
—Largate ya, yo veré cómo me bajo esto —sale de ella y la mujer contesta y cuando lo hace una sonrisa torcida se plasma en la cara de él.
—Nicolle… Me llamo Nicolle y soy tuya —Entra de nuevo con la misma búsqueda de antes y comienza a moverse de nuevo.
—Eres mi Niki, ¿cierto?
—Lo soy. —Anabella no puede sentirse más humillada. Más lágrimas bajan de sus ojos y siente dolor en su pecho.
—Dime una y otra vez lo que quiero oír de mi Niki… —Insta él…
—Soy tu Niki, soy yo, amor, tu Nicolle. —Massimo descarga toda la frustración y la rabia en ella hasta que no puede más; no hubo lugar en su cuerpo que no reclamara como suyo; le dejó marcas y chupones hasta que se calmó un poco.
El hombre se le quita de encima y la mira con desdén; él piensa que a partir de hoy no la verá más e ignora que olvidará todo.
—Lárgate ya y no me veas así, te trato como te mereces —Ella entra al baño y se ducha por un buen rato, se talla el cuerpo para quitar el mal olor que dejo la saliva del hombre en ella.
—Te vas a arrepentir, maldito —susurra con rabia, y cuando sale, él está dormido, la mujer busca en su bolso una aguja y se pincha, llena las sábanas de sangre y llama así madre. Esta tiene todo listo, como lo trataron.
—Está hecho, madre —confirmo.
—Espero lo hayas disfrutado, princesa, ahora que empiece la función.
Anabella se comienza a golpear las mejillas hasta hacerse daño. Él le había dejado marcas en el cuello de cuando la estaba ahorcado, también en las muñecas cuando la sujetaba para que ella no lo tocara. Todo estaba perfecto.
Anabella se acuesta al lado de él y sonríe; espera unas horas hasta que él despierte. Antonella llama a los padres de él para preguntarles si lo habían visto.
Ya había amanecido.
—Buenos días, General Moretti, de casualidad el coronel Moretti está por allí; mi hija salió a verlo porque él la llamó —miente la mujer, aunque Anabella se envió mensajes del teléfono de Massimo y con sus conocimientos manipuló las horas.
—No, debe estar en su apartamento. No nos ha querido recibir desde la muerte de Niki —el señor está preocupado.
—Puede ser que voy a ir; según mi hija, él podría estar tomado. Quiere que vayamos juntos. Antonella era sagaz y manipuladora. Así fue como llevó a ambos padres del hombre al apartamento para que los encontraran.
En la habitación, Massimo abre los ojos con dolor de cabeza y ve a Anabella acurrucada, asustada y sollozando.
—¿Anabella... Pero que mierda pasó?