NOVELA INCOMPLETA POR DISCREPANCIA....
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UN CHICO QUIERE SER JEFE DE NUEVO Y OTRO PIDE UN NUMERO DE TELEFONO
Claire había sido el más duro de todo el colegio desde la secundaria, es decir desde la muerte de sus padres cuando solo tenía 11 años. Se convirtió en un chico lleno de rabia y no sabía cómo controlarse y mucho menos en qué encausar el dolor que sentía, al saber que ya no podría verlos. Cuando fue recogido por su abuelo, lo único que pudo hacer fueron berrinches, pataletas y portarse mal. Su abuelo le dijo que tenía tanto dinero como para reponer cada cosa que rompiera, así que podía hacer lo que quisiera, y eso fue lo que ha hecho desde entonces. Solo por provocar peleas, problemas y no estudiar lo suficiente, pasa de grado por su abuelo.
Pero desde que conoció a Astrid, notó que esa chica no habla mucho, solo estudia, estudia y estudia. Pero se sorprendió tanto en la forma en que derribó a sus compañeros de banda que aún no logra comprender cómo lo hizo, si ella es tan delgada, elegante y bella cuando tuvo tiempo de aprender a pelear como un chico callejero.
Tampoco se habla con Bertha desde que la salvó de la paliza que le iban a dar entre todos; hasta Bertha está estudiando. Esa que ni por broma tomaría un libro, ahora se sienta junto a Astrid y se pone a estudiar muy tranquilamente a su lado y estudia metódicamente todo lo que ella le dice.
Que tiene es niña que puede contagiar a los demás de las ganas de estudiar. Las llamas de fuego, que ahora se llaman los petirrojos, porque ella así les decía, también estaban con libros en sus manos, todos puestos leyendo algo.
Claire los llamó para que fueran a hacer algo divertido y cada uno de ellos dijo que estarían estudiando porque si no la jefa les haría preguntas y no sabrían responderlas y no querían ser unos tontos delante de ella.
Claire tenía que resolver esto lo antes posible; tenía que retar a otra pelea a Astrid y ser de nuevo el líder. Su pandilla ahora era un montón de tontos que no querían divertirse como antes. Ya no querían fumar, ni beber con él, ni ir a los clubs que pertenecían a su abuelo a ver a las chicas; solo pensaban en qué nuevos libros les tocaba estudiar.
Eran todos unos pelmas, imposible de recuperar a este ritmo.
Tomo su auto deportivo color amarrillo y salió rumbo a la escuela y decidió que hoy retaría a Astrid para que le devolviera su grupo de mátanos y no a ese grupo de niños buenos en los que los había convertido.
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Ya había pasado mucho tiempo desde que Astrid desayunaba con Buker o con Farnel, pero esa mañana llegó más temprano que de costumbre, así que Buker no la esperaba. Llegó demasiado tarde o temprano de una misión; estaba aún manchado de la sangre de algunos de los criminales a los que se había enfrentado esa noche, su ropa estaba pegajosa y su cuerpo olía a sudor, suciedad y a otras cosas que no quería ni pensar. Lo único que deseaba era tomar un relajante baño y sacarse toda la suciedad de lo que había vivido.
No logró entender cómo es que se habían escapado de nuevo los principales cabecillas de la banda de espionaje. Aun cuando lograron atrapar a algunos de los contrabandistas, los que los manejaban huyeron hacia la frontera del país y no los atraparon, pero sabía que regresarían; eso era lo más seguro. Aún no obtenían lo que realmente querían.
Lo que descubrió en esta incursión fue que existía un grupo de traidores en el país que servían de informantes; entre ellos había altos cargos militares, de los cuales él se encargaría, pero también existían políticos, empresarios y personas del arte. Lo mejor era que pronto se celebraría el cumpleaños del viejo enojo de Maxwell, así que ahí podrá encontrar algunas pistas importantes. Hará que invite a todo lo más importante de los círculos sociales, políticos, militares y del arte.
Mientras estaba planeando esto escuchó ruidos en la entrada de la tienda; pensó que tal vez era Farnel y fue al frente, pero mayor fue su sorpresa cuando vio que era Astrid vestida totalmente de blanco, con su tropa deportiva. Parecía un ángel por cómo brillaba en la entrada de la tienda, dándole el sol de espaldas…
—Niña, ¿es muy temprano para que ya estés aquí? No lo crees.
—Lo que pasa es que siento que no puedo respirar y que mi pecho va a estallar en cualquier momento, mi cabeza duele y esa voz dice que si no te amo moriré, y no quiero morir. Nunca antes le había dicho la razón del porque le tomaba la mano o porque iba a la tienda todos los días, mucho menos la loca razón porque él era su novio y le pagaba 20 euros todas las semanas por serlo. Pero al escuchar las palabras de la niña hoy, sintió una ternura inaudita en su corazón, que no pudo evitar caminar hasta donde se encontraba ella, olvidando por completo lo sucio que estaba.
—Astrid, mírame mientras esté a tu lado, yo no dejaré que te pase nada, nunca morirás, comprendes lo que te estoy diciendo. Si es necesario que me ames para poder vivir, entonces hazlo, no pasará nada. Si necesitas que esté a tu lado, lo estaré; tampoco pasará nada.
—¿De verdad, no moriré?
—No, Astrid, si yo puedo evitarlo, no morirás.
—¿Puedes abrasarme?
—Espera aquí un momento, voy a ducharme y regreso.
—Está bien, aquí te estaré esperando, no me moveré, no iré a ninguna parte. Un frasco
—Buena chica.
Astrid comenzó a ver las cosas que estaban en la tienda. Le parecía un poco raro que había cosas raras, como un bote de aceite de auto y después una botella de lubricante sexual a un lado, o que encontraras un poco de sal, pero no encontraras nada de condimentos aparte de eso; podas ver una vela sola, pero no había cerillas, un foco, pero no había más conectores. Esta tienda de conveniencias era de lo más extraña.
Preguntaría a Farel. Porque estaba así de vacía y rara, ¿cómo es que querían hacer dinero si no tenían nada?
Después de unos 20 minutos regresó Buker con ropa limpia. Ahora no estaba vestido de negro; traía puestos un jean y una camisa blanca pegada al cuerpo.
—Niña, tienes teléfono verdad, ¿porque no me has dado tu número?
—¿Para qué quieres saber mi número de teléfono? Eso solo lo saben mis padres. Y también Bertha.
Buker pensó en algo rápido —para que cuando te duela el corazón y no esté a tu lado me puedas llamar y así escuches mi voz.
—Es verdad, también lo pensé cuando el accidente del te, así podría llamarte si pasa algo.
—Dame tu teléfono, así tendrás mi número.
Buker marcó su número desde el de la niña y grabó el número de la niña en el suyo, y después grabó su propio número en el teléfono de Astrid. No quería que le llegara a pasar algo a Astrid y él no pudiera ayudarla.
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