Una Cenicienta Más

El bajo el cierre, cerro los ojos para no seguir mirando pues era mucha la excitación que comenzó a sentir Bel no se imagino que algún día pudiera sentir esto, al terminar el dijo:

—Te espero abajo para desayunar y traer algo del súper— ella contuvo la respiración pues también sintió escalofríos, se ducho lo más rápido que pudo, bajo, Rafael estaba en el sillón con su teléfono

—Estoy lista— dijo Rafaela, Rafael la volvió a mirar y es que ella aunque no traía maquillaje su belleza natural era mucha, además esa inocencia que emanaba la hacia ver muy hermosa, los dos salieron Rafaela llevo a Rafael al mercado este jamás había ido a uno el insistía en ir a un supermercado pero Rafaela lo convenció de ir al mercado, Rafael veía con mucha sorpresa los puestos coloridos de frutas y verduras, la algarabía que había en el, desayunaron en un puesto de quesadillas , compraron todo lo necesario para la semana frutas, verduras, carnes, etc., Rafael se siente feliz ya había mucho tiempo que no se había sentido así, relajado siendo el mismo siempre fue el hijo perfecto, el novio perfecto, el estudiante perfecto todo lo que los demás querían siempre trato de complacer a los demás dejando aún lado lo que el quería, quizá lo que le hizo Susana fue lo mejor que le pudo pasar, después de todo caía en cuenta que ella también trato de complacer a su familia y ella fue más valiente al hacer lo que ella sentía, Rafael ayudaba con las bolsas a Rafaela mientras pensaba en todo lo sucedido, sin pensarlo tomo de la mano a Rafael los dos parecían una pareja de recién casados, los dos subieron al auto paso algo de tiempo entre el tráfico los dos estaban en un silencio sepulcral, llegaron a la casa

—Creo que debemos de contratar alguien para el servicio — dijo Rafael

—No se preocupe señor yo me puedo encargar además me servirá para distraerme —

—No me digas señor, además ahora eres mi esposa, y se vería mal que tú te encargues de asear la casa—

—Pero nadie se enterará, además yo solo soy su esposa delante de la gente en privado solo soy su empleada—

—Esta bien, pero ya sabes te daré tu sueldo— los días iban pasando, Rafael se la pasaba en el trabajo debido a que ya se encargaba de todo el control de las empresas familiares, Doña Lucrecia no le dirigía la palabra ya que para ella lo que había hecho no tenía nombre, para ella siempre fue muy importante las clases sociales, ella no podía emparentarse con alguien humilde, Rafaela por su parte se la pasaba en la casa muchas de las veces preparaba la comida, pero la mayoría de las veces comía sola, Rafael siempre que llegaba era muy noche y argumentaba que ya había comido y que decir de las mañanas siempre se levantaba muy temprano aunque Rafaela tuviera el desayuno el siempre salía a toda prisa, así que Rafaela dejo de preparar el desayuno solo tenía el café listo pues era lo que a veces consumía Rafael, ella se sentía muy sola en esa casa, siempre se la pasaba limpiando aunque ya estuviera limpio ya que se aburría bastante, fue hasta un día que ella se sentía muy sola que se puso a hornear pasteles, galletas entre más postres, salió rumbo a la iglesia más cercana comenzó a repartir todo lo que había hecho entre los niños que se encontraban en un orfanato así lo hacía todos los días, ella también les llevaba varios platillos, comenzó hacerlo todos los días, fue ahí donde se volvió a topar a Doña Juana madre de Susana, con sus hijas Marina y Valentina pues ellas eran las típicas personas que hacían obras de caridad por simple hipocresía.