Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:11
Adrián caminó por las calles sin rumbo, con la cabeza llena de pensamientos caóticos. Cada palabra de Héctor resonaba en su mente como un eco interminable. “Quise liberarte.” ¿Qué clase de justificación era esa? Héctor había tomado decisiones sobre su vida sin siquiera consultarlo, traicionando la confianza que había comenzado a reconstruirse.
Cuando llegó a su departamento, dejó caer la mochila al suelo y se desplomó en el sofá. La ira y la tristeza se entrelazaban en su pecho como un nudo imposible de desatar. Quería gritar, pero no tenía fuerzas; quería llorar, pero se sentía vacío.
Esa noche, después de dar vueltas en la cama sin poder dormir, decidió que necesitaba hablar con alguien. Alguien que pudiera ofrecerle claridad, aunque fuera en medio de la tormenta. Contra todo pronóstico, marcó el número de Clara.
—¿Adrián? —respondió ella con voz temblorosa al otro lado de la línea.
—Necesito verte —dijo él, sin siquiera molestarse en saludar.
Clara aceptó de inmediato, y una hora después estaban sentados en un pequeño parque, lejos de miradas indiscretas. Clara parecía frágil, con los ojos enrojecidos y la postura encorvada, como si la culpa la estuviera devorando.
—Gracias por venir —dijo ella en voz baja.
Adrián asintió, mirando el suelo.
—No sé por qué lo hice, pero aquí estoy.
Clara suspiró profundamente antes de hablar.
—Adrián, no intento justificar lo que hice. Fui egoísta y actué sin pensar. Pero si estás aquí, es porque algo más está pasando, ¿verdad?
Adrián levantó la mirada, encontrando los ojos de Clara llenos de preocupación genuina.
—Héctor sabía lo que hacías y no me lo dijo. Estuvo presente en Recursos Humanos cuando todo explotó y no hizo nada para detenerlo.
Clara palideció al escucharlo, pero no parecía sorprendida.
—Lo imaginaba. Héctor siempre ha sido… complicado.
—¿Complicado? —repitió Adrián, con una amarga sonrisa—. Eso no explica nada.
Clara tomó aire antes de continuar.
—Él… siempre ha tenido sentimientos hacia ti, Adrián. Desde antes de que comenzaras en la agencia.
Adrián la miró incrédulo.
—¿Qué? Eso no tiene sentido.
—Él nunca lo admitió directamente, pero todos lo sabíamos. Siempre encontraba excusas para involucrarse en tus proyectos, para hablar contigo. Cuando te despidieron, estoy segura de que lo único que quería era protegerte… aunque lo hizo de la peor manera posible.
El corazón de Adrián se aceleró. ¿Era eso cierto? ¿Héctor había tomado todas esas decisiones porque lo quería? ¿Porque no podía soportar verlo sufrir?
Clara lo miró con tristeza.
—No lo estoy defendiendo, Adrián. Lo que hizo estuvo mal. Pero si lo conoces, sabes que es alguien que siempre intenta controlar las cosas, incluso cuando no debe.
Adrián asintió lentamente, procesando sus palabras. A pesar de todo, no podía dejar de sentir la punzada de traición, mezclada con algo que no quería admitir: empatía.
Al día siguiente, Adrián decidió enfrentarse a sus emociones. Se sentó frente a su computadora, dispuesto a escribirle un mensaje a Héctor, pero las palabras no llegaban. Finalmente, escribió:
"Necesito que me expliques todo. Sin excusas."
La respuesta llegó más rápido de lo que esperaba.
"¿Dónde y cuándo? Estoy dispuesto a hablar."
Adrián fijó un lugar neutral, un café al otro lado de la ciudad. Cuando llegó, Héctor ya estaba allí, esperándolo con el rostro tenso y las manos entrelazadas sobre la mesa.
—Gracias por venir —dijo Héctor en cuanto Adrián se sentó.
Adrián no respondió, solo lo miró fijamente.
—No voy a perder el tiempo, Héctor. Quiero la verdad. Toda.
Héctor asintió, su mirada fija en la taza frente a él.
—Está bien. Mereces saberlo.
Por primera vez, Héctor dejó caer la máscara. Le confesó que, efectivamente, había sentido algo por Adrián desde que lo conoció, pero nunca había encontrado el momento para decirlo. Le habló de cómo su intención de protegerlo se había transformado en una decisión egoísta, al permitir que Clara actuara sin intervenir.
—Pensé que estaba ayudándote a salir de un lugar que te hacía daño —dijo Héctor, con voz quebrada—. Pero lo único que hice fue lastimarte más.
Adrián sintió un nudo en la garganta.
—¿Y creíste que manipular mi vida era la mejor forma de demostrar que te importaba?
Héctor levantó la mirada, sus ojos llenos de arrepentimiento.
—No hay excusa para lo que hice. Solo quiero que sepas que nunca quise hacerte daño.
El silencio entre ellos fue largo y pesado. Finalmente, Adrián se levantó, incapaz de quedarse más tiempo.
—Necesito tiempo, Héctor. No sé si pueda perdonarte.
Héctor asintió, sin intentar detenerlo.
—Tómalo. Pero si alguna vez decides que vale la pena intentarlo, aquí estaré.
Adrián salió del café con una sensación de vacío, pero también con una claridad que no había sentido antes. Por mucho que doliera, sabía que ahora era él quien tenía el control de su vida