En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Ecos del Pasado
Aquella tarde sin que ninguno de los dos se diera cuenta, marcó un antes y un después en la vida de todos. Durante los días siguientes, Abby continuó trabajando haciendo la limpieza del edificio con la misma dedicación de siempre, pero ahora también pasaba las tardes con Emma. Cada sesión estaba llena de risas, juegos y charlas que, poco a poco, iban devolviendo la alegría a la pequeña.
Jasón, desde la distancia, observaba el cambio. Se daba cuenta de que Emma estaba más animada, hablaba más y comenzaba a mostrar interés en cosas que antes parecían no importarle. Notaba su sonrisa constante y el brillo en sus ojos que había desaparecido tras la pérdida de Clara. Aunque se alegraba de ver a su hija mejorar, también sentía una inquietud que no podía ignorar. Le preocupaba que Abby pudiera significar demasiado para Emma y que, si algo salía mal, el golpe emocional fuera aún más duro para su pequeña.
Una noche, luego de casi quince días de esa nueva rutina en la que Abby pasaba tiempo con Emma durante las tardes, Jasón buscaba unos documentos en el despacho de su casa. Mientras revisaba viejas carpetas, encontró una caja que había evitado abrir durante meses. Era de su esposa, Clara. La había guardado después de su muerte, incapaz de enfrentarse a los recuerdos que contenía dentro. Sin embargo, esa noche algo lo impulsó a abrirla.
Allí había fotos, cartas y pequeños objetos que Clara había atesorado a lo largo de los años. Jasón deslizó los dedos por una pulsera de cuentas que Emma había hecho para su madre en su primer día de jardín de infantes. También encontró el diario personal de Clara. Con cierto temor y melancolía, lo abrió y comenzó a leer algunas entradas. Una en particular le llamó la atención:
*"Hoy llevé a Emma al parque, y ella construyó un castillo de arena. Dijo que era para protegernos de los monstruos. Creo que, en cierto modo, siempre será mi pequeña guerrera. Espero que, pase lo que pase, siempre tenga alguien que la ayude a luchar contra sus miedos."*
Jasón cerró el diario, sintiéndose abrumado. Las palabras de Clara parecían resonar con lo que estaba ocurriendo en ese momento. Quizás Abby era esa persona que Emma necesitaba ahora, alguien que pudiera ayudarla a sanar de una manera que él no podía, porque, de hecho, él mismo aún no había logrado sanar sus propias heridas.
Mientras tanto, en su pequeño departamento, Abby también reflexionaba sobre la situación. Cada momento con Emma era hermoso. Ver a la niña sonreír era para ella un recordatorio de lo que había perdido en su propia vida. Abby había crecido en un orfanato, sin familia ni un lugar al que llamar hogar. Pero esta nueva rutina con Emma le daba algo que nunca había experimentado: un sentido de pertenencia.
Una tarde, mientras jugaban, Emma lanzó una pregunta que la dejó sin palabras.
—Abby —dijo la niña, mirándola con seriedad—, ¿puedes ser mi amiga para siempre?
La muchacha sonrió y acarició el cabello de la pequeña.
—Claro que sí, pequeña. Siempre que me necesites, estaré aquí —le respondió con ternura.
Emma la abrazó con fuerza, y Abby sintió un nudo en la garganta. Nunca había imaginado que alguien tan pequeño pudiera ocupar un lugar tan grande en su corazón y mucho menos en tan poco tiempo.
Esa misma noche, Jasón y Emma regresaron a casa después del trabajo. La pequeña se había quedado dormida en el coche. Al verla tan tranquila, Jasón la cargó en sus brazos, llevándola a su habitación. Le quitó los zapatos y la arropó con cuidado antes de apagar la luz y cerrar la puerta con suavidad. Luego, bajó a la cocina, se preparó un café y se sentó junto a la ventana, dejando que sus pensamientos vagaran.
*"Clara... ¿Qué pensarías de todo esto?"* reflexionó, mirando el vapor que se elevaba de su taza. La presencia de Abby había traído luz a un rincón oscuro de sus vidas, pero también había despertado algo en él que no esperaba: esperanza. Una esperanza que iba más allá de Emma y que también estaba vinculada a la muchacha.
Pero, al mismo tiempo, Jasón sabía que su corazón seguía atrapado en el pasado. Clara había sido su gran amor, la mujer de su vida, y la idea de abrirse a alguien más lo llenaba de dudas. Por mucho que Emma pareciera feliz, él no podía ignorar sus propios miedos. Sabía que, para avanzar, primero debía encontrar la manera de reconciliarse con sus sentimientos hacia Clara.
En medio de sus pensamientos, algo lo golpeó: Abby no estaba cobrando por cuidar de Emma. Durante las últimas dos semanas, ella había dedicado horas a su hija sin recibir nada a cambio.
—¿Cómo no me di cuenta antes? —se dijo, frotándose la frente con una mezcla de culpa y frustración.
De inmediato abrió su laptop y comenzó a redactar un plan para compensarla. Si bien Abby había insistido en que quería ayudar a Emma sin esperar nada a cambio, Jasón sabía que el tiempo de las personas era valioso. Además, sentía que era lo justo.
Cuando terminó, se prometió que hablaría con Abby al día siguiente. Querió adelantarse y enviarle un mensaje, pero decidió que este tipo de conversación debía tenerse en persona.
Con el café enfriándose frente a él, Jasón se apoyó en el respaldo de la silla, cerrando los ojos por un momento. Aunque la tristeza por Clara seguía presente, también comenzaba a ver un futuro diferente. No sabía qué depararía ese futuro, pero algo en su corazón le decía que Abby sería una parte importante de él.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Jasón volvió a abrir el diario de Clara y leyó otra entrada. Era sobre una Navidad que habían pasado juntos, cuando Emma aún era una bebé. Clara había escrito sobre sus esperanzas y sueños para
su hija, deseando que siempre estuviera rodeada de amor y felicidad. Jasón cerró el diario con un suspiro, sintiendo que, de alguna manera, Clara lo estaba guiando en esta nueva etapa de sus vidas.
Por su parte, Abby también estaba en su cama, mirando el techo y pensando en lo mucho que su vida había cambiado desde que conoció a Emma. Aunque tenía miedo de encariñarse demasiado y salir lastimada, sabía que la conexión que estaba construyendo con la niña era única. Emma le estaba dando algo que nunca había tenido: una familia, aunque fuera temporal.