Siempre Fuiste, Tú...

En la oficina, el sol de la tarde se filtraba por los amplios ventanales, creando un ambiente cálido y tranquilo. Erick y Leonardo esperaban a un cliente importante, mientras tanto aprovechaban el tiempo para revisar algunos documentos. Sin embargo, la tensión entre ellos era evidente, al menos para Leonardo, que no pudo evitar aprovechar el momento para sacar a relucir un tema que llevaba días rondando su mente.

—Entonces, Erick, ¿cuándo tenías planeado hablarnos de Helena? Creí que confiabas lo suficiente en mi—preguntó Leonardo con tono casual, aunque la sonrisa burlona en su rostro delataba su intención de incomodar a su amigo.

Erick, que hasta ese momento estaba enfocado en los papeles frente a él, levantó la vista, sorprendido. Trató de mantener la compostura, aunque el comentario le hizo sentir un leve pinchazo en el pecho. Había evitado hablar de Helena precisamente para no prolongar la mentira que había creado.

—No es que estuviera escondiendo nada —respondió con una sonrisa forzada, tratando de mantener el tono ligero—. Simplemente no creí que fuera tan relevante. Helena y yo nos vemos cuando estoy aquí o cuando ella va a visitarme a Suiza. No hay mucho más que contar.

Leonardo soltó una carcajada, incrédulo ante la actitud evasiva de Erick. Había conocido al muchacho por años, el tiempo suficiente como para saber que algo no cuadraba.

—Vamos, Erick, ¿crees que me voy a tragar esa excusa tan simple? Helena parecía bastante seria respecto a ustedes dos. Y tú, viejo amigo, no eres precisamente un libro cerrado. ¿Cuánto tiempo llevas saliendo con ella? ¿Meses? ¿Años? ¿días?

Erick respiró profundamente, sintiendo que la conversación se estaba volviendo peligrosa. Sabía que Leonardo no era fácil de engañar, pero no podía permitirse que nadie sospechara sus verdaderos motivos.

—Helena y yo... tenemos algo cómodo, sin complicaciones —respondió finalmente, eligiendo sus palabras con cuidado—. No es nada del otro mundo, Leo. Ambos estamos ocupados, y cuando tenemos tiempo, lo pasamos bien juntos. Eso es todo.

Leonardo lo miró con una mezcla de incredulidad y diversión.

—Cómodo, ¿eh? —repitió con una ceja levantada—. Bueno, mientras no termines huyendo de ella o haciendo alguna locura, está bien por mí. Aunque, sinceramente, esperaba que un día nos sorprendieras con una historia más emocionante. Ya sabes, algo romántico como de película.

Erick se permitió una pequeña risa, aunque su mente estaba lejos de compartir la ligereza de la conversación. La imagen de Sofia en la fiesta, su sonrisa forzada y sus ojos apagados, seguía apareciendo en su mente. Había hecho todo esto para protegerla, pero las dudas comenzaban a acecharlo.

—Ya sabes que mi vida no es tan emocionante como la tuya —respondió finalmente, desviando la atención—. Por cierto, ¿has preparado todo para la reunión? Este cliente parece ser bastante exigente.

Leonardo captó la indirecta y decidió dejar el tema por el momento. Sin embargo, una parte de él seguía desconfiando de la aparente normalidad que su amigo trataba de proyectar. Por su parte, Erick sintió un leve alivio al cambiar el enfoque de la conversación, pero sabía que las preguntas no terminarían ahí. Y, mientras la reunión comenzaba, no podía evitar preguntarse cuánto tiempo podría mantener la farsa sin que todo se viniera abajo.

Tras la reunión, Erick y Leonardo permanecieron en la sala de conferencias, revisando los acuerdos alcanzados. Pero, una vez que los temas de trabajo quedaron cubiertos, Erick decidió, en contra de sus instintos, iniciar una conversación casual.

—¿Y cómo están todos en casa? —preguntó con la naturalidad que pudo reunir, aunque en su interior sabía que buscaba escuchar sobre una persona en particular.

Leonardo sonrió mientras guardaba unos documentos en su maletín.

—Bueno, bastante bien. Mónica está trabajando desde casa. Los gemelos necesitan mucha atención, y como las vacaciones de Diego terminaron, ya no tendremos a nuestro niñero estrella por un tiempo. —Rió al recordar cómo Diego siempre encontraba excusas para estar con los pequeños—. Ese tipo ama a los niños más que nadie.

Erick asintió, siguiendo el hilo con una sonrisa leve.

—¿Y Marco?

—Oh, Marco está emocionadísimo. —Los ojos de Leonardo brillaron con orgullo—. En unos días entrará a un equipo de fútbol. Si todo va bien, podría quedarse allí de manera permanente. Ya sabes cuánto le apasiona el fútbol.

—Eso es genial. Marco siempre fue talentoso para eso. —Erick genuinamente se alegró al escuchar las noticias del chico.

Leonardo se recargó contra la mesa, soltando una carcajada.

—Y los gemelos... bueno, ellos son simplemente los gemelos. Dos tornados de energía. Mónica y yo estamos agotados todo el tiempo, pero no podemos evitar amarlos por completo. Aunque debo decir que son muchísimo más intensos que Sofi a su edad.

El nombre de Sofia cayó sobre Erick como un anzuelo, pero mantuvo su expresión neutral mientras Leonardo continuaba.

—Claro, eso no quiere decir que Sofi no haya sido intensa. Aún me acuerdo cuando proclamó a los cuatro vientos que tú serías su futuro novio. —Leonardo soltó una carcajada, ignorando cómo esas palabras afectaron a Erick, quien sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Erick fingió una sonrisa, aunque su mente lo llevaba de regreso a esos momentos, en los que había tratado de reírse de las ocurrencias de una niña sin saber que algún día esas palabras tendrían tanto peso.

Y entonces llegó lo que él había estado esperando, pero de una forma que no imaginaba.

—¿Y Sofia? —preguntó Erick con mucho esfuerzo tratando de sonar casual.

Leonardo se encogió de hombros, su expresión tenía una mezcla de orgullo y nostalgia.

—Ah, Sofia. Bueno ella finalmente decidió qué estudiar. Y como imaginábamos, será arte y fotografía. —Leonardo sonrió, recordando lo mucho que la muchacha amaba esas cosas desde muy pequeña.

Erick dejó escapar una pequeña sonrisa. Nadie entendía mejor que él lo importante que era el arte para Sofia. La idea de que estuviera persiguiendo su pasión le llenaba de una extraña satisfacción, aunque no podía ignorar el vacío que sentía al saber que ese camino lo alejaba aún más de ella.

Pero lo que vino después borró cualquier rastro de alegría en su rostro.

—Pero eso no es todo—añadió Leonardo, claramente emocionado—. Se va a Europa. Estudiará con Ian.

El mundo de Erick pareció detenerse.

—¿Europa? —preguntó, sin poder disimular del todo su sorpresa.

—Sí, con Ian. Ya sabes, son inseparables. Y qué mejor que compartir esa experiencia juntos. Creo que Ian es un gran apoyo para ella, y ambos están entusiasmados con el viaje.

Erick asintió, pero su mente ya no estaba en la conversación. Cada palabra de Leonardo se sentía como un eco distante. Había hecho todo lo posible para alejar a la muchacha, para desviar su atención y protegerla de lo que consideraba un error, y al parecer lo había conseguido. Aunque ahora ella no solo se alejaba solo emocionalmente, sino también físicamente.

Mientras Leonardo seguía hablando sobre los preparativos de Sofia y sus planes, Erick sentía que la situación se le escapaba de las manos. Las decisiones que había tomado, pensando que eran las correctas, lo estaban llevando a un punto que nunca había considerado: perder a su princesa por completo.