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Oro

Oro

Status: En proceso
Genre:Intrigante / Malentendidos / Pareja destinada / Secretos de la alta sociedad / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media
Popularitas:52.9k
Nilai: 5
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Sexto libro de la saga colores.

Tras seis años encerrada en un convento, Lady Tiffany Mercier encuentra la forma de escapar y en su gran encrucijada por conseguir la libertad, se topa con Chester Clark, un terrateniente que a jurado, por motivos personales no involucrarse con nadie de la nobleza.

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2. Una monja furtiva

...CHESTER:...

Revisé mi libreta mientras conducía la carreta por el camino hacia las montañas más altas cerca del territorio de Slindar.

Tenía que aprender otra lección, pero era un asco en hacerlo, todavía no comprendía como escribir o pronunciar unas palabras, era un completo lío. Era obvio, un loro viejo no podría aprender a hablar y mucho menos uno que no tenía tiempo.

Intenté leer nuevamente, después de dos años asistiendo a las lecciones había avanzado apenas un poco.

Era el único adulto de los campesinos que se había interesado en aprender a leer y el que no lo conseguía aún.

Los niños iban más adelantados que yo, por eso prefería lecciones privadas con la institutriz.

Me apenaba ser tan bruto, sobre todo ahora, tenía un hermano marqués y un hermanastro lord, no podía quedarme como el más burro de la familia.

Observé los enormes árboles altos a ambos lados.

Quería moverme con la entrega, de noche, esos caminos se pagaban de rufianes y animales salvajes. Me preguntaba a quien se le había ocurrido construir un convento en lo alto de aquellas montañas.

Ese lugar estaba aislado del resto del reino, no me sorprendía si las monjas no se enteraban si llegaba una guerra.

Era como un fuerte al que no podían ingresar hombres.

Solo los campesinos que hacían las entregas se arriesgaban a llegar tan lejos.

Mi padre tenía por clientes a aquel convento y ahora yo debía hacer la ruta por él.

No me quejaba, trabajar era lo que más disfrutaba, pero mi padre me había hecho las cosas complicadas con sus viajes constantes a la costa, donde vivía su hijo mayor y sus nietos.

Me molestaba saber que eso lo hacía más feliz que cuando me tenía a mi solamente.

Yo ya no era un niño y no podía quejarme por eso. Mi padre debía descansar un poco de sus obligaciones.

Aventé la libreta sobre el asiento, con frustración.

Después de unas dos horas estuve ante las puertas, por suerte había otras carretas con cargas esperando a hacer atendidas.

Elevé mi mirada hacia los muros, eran tan altos y ni hablar de las torres.

Llevaba tiempo haciendo entregas, pero siempre me impresionaba la estructura.

Se sentía sombrío.

— Vieras las monjas que hay aquí — Dijo un campesino a otro que estaba detenido junto a él — La mayoría son preciosas, deben estar locas para asumir una vida tan aburrida.

— No les interesan los hombres, así de simple, prefieren la compañía de otras féminas — Comentó el otro, que tenía un sombrero.

Yo solo llevaba una capa, mi camisa mangas largas holgada y pantalones con botas de cuero con cordones. No podían faltar los guantes para sostener las riendas de forma cómoda.

— Me encantaría mostrarle los placeres.

El otro se rió — ¿Qué placeres? Si se ve a leguas que ya no se te levanta.

Hice un gesto.

Se giraron y me divisaron, volvieron a su seriedad, tornándose erguidos.

— Viste, un golpe de ese te deja como cucaracha aplastada — Los escuché susurrar — Mejor ni le hables. Capaz es un matón.

Todos los hombres tenían la misma impresión. Nadie se atrevía a decirme algo a la cara por mi aspecto fornido y alto.

Yo no era como pintaba mi apariencia, podía dar golpes si me provocaban, pero no era un matón, no como las amistades del duque de Slindar.

La puertas fueron abiertas y entraron al patio, fuí el último, deteniéndome al lado de esos dos bufones.

Bajé de un salto y la abadesa se aproximó.

Una anciana con un velo negro cubriéndole el rostro.

Firmé el recibo de entrega, al menos aprendí a escribir mi nombre.

Empecé a descargar sin mucho esfuerzo.

Otras monjas se aproximaron a llevar las cestas mientras la abadesa las contaba y anotaba en la lista.

Las Sor me evaluaron sorprendida mientras cargaba de hasta seis cestas.

Después de terminar volví con la abadesa para recibir mi pago.

Necesitaba comprobar que no faltara nada y subí a la carreta.

Revisé las cestas vacías.

Hubo un extraño ruido y una cesta con manzanas cayó.

Fruncí el ceño y me asomé hasta el fondo.

Había una monja sentada detrás de las cestas vacías.

Me empezó a hacer señas extrañas y no comprendí en lo absoluto que hacía ocultándose en mi carreta ¿Por qué rayos se había escondido allí?

— Abadesa...

Intenté hablar, se levantó tan rápido y me colocó una manzana a la boca.

A parte estaba loca.

Eso me hizo enojar.

Susurró, suplicando, diciendo que necesitaba salir. ¿Qué rayos le ocurría? Lucía muy alterada, demasiado asustada.

Quité la manzana de mi boca y la solté.

Me giré para salir a delatar a la mujer.

— ¿Qué rayos está ocurriendo aquí? — Gruñó una monja mayor y de rasgos fríos a las otras que estaban ayudando — ¿Tienen aceite en las manos? ¡Cada cosa que dañen lo pagarán con servicio y penitencia! — Las monjas agacharon la cabeza.

— ¡Lo sentimos madre superiora! — Dijeron, muy atemorizadas.

— ¡Les advertí que fueran más cuidadosas con las cestas! — Dijo la abadesa.

— ¡Un castigo es lo que merecen! — Gruñó la madre superiora, acercándose y colocándose detrás de la fila, encajó sus manos en sus hombros y las hizo arrodillarse a todas sobre los adoquines del patio — ¡Estarán arrodilladas ahí hasta que el sol se ponga, eso les enseñará a no desperdiciar lo que nos brinda la creación de dios!

Las monjas no protestaron y se quedaron arrodilladas.

Si eso les tocaba por una pila de cestas caídas al suelo, no me quería imaginar lo que le sucedería a la que estaba escondida en mi carreta.

La madre superiora giró su rostro hacia mí.

— ¿Y a usted qué se le perdió?

Vaya humor de perros.

Me sobresalté — Nada, señoría.

— ¡Si ya terminó de hacer la entrega y recibir su pago debería marcharse!

— Claro, con permiso — Caminé hacia la carreta y me subí al asiento, tomé las riendas y por unos segundos me quedé pensativo.

Si la delataba...

Observé hacia las monjas arrodilladas, me percaté de que una de ellas estaba soltando lágrimas.

Ese lugar no parecía un convento, sino una guarnición.

Agité y el caballo avanzó hacia la salida.

Atravesé las puertas y me alejé de ese lugar.

Esperaba que la monja hubiese cambiado de opinión después de que la descubriera y se hubiese bajado por su cuenta de la carreta, pero lo dudaba, parecía muy decidida a escapar de ese lugar.

El camino se bifurco y giré hacia la izquierda, tomando la ruta para volver a la propiedad.

Todavía había mucho camino por recorrer, así que detuve los caballos y bajé nuevamente.

Caminé hacia la parte trasera.

— ¡Salga! — Grité, corroborando mi sospecha — ¡Salga ya!

Hubo un movimiento adentro y me crucé de brazos.

La monja apareció, se quedó parada al borde.

La observé.

Sus hábitos eran completamente negros, uns túnica larga y de mangas hasta las muñecas, cubriendo hasta su cuello.

Había un cordón atado a su cintura y un crucifijo que colgaba de su cuello.

El traje terminaba con un manto blanco cuyas puntas se elevaban hacia arriba, como una especie de sombrero.

Su rostro era el único que quedaba a la vista.

Era joven, con rasgos puritanos o tal vez eran los hábitos, pero parecía un ángel, de ojos grises redondos, labios semi gruesos, nariz respingona y unas cejas finas color caramelo.

— Señor, gracias por no delatarme...

— Baje de la carreta — Le ordené.

Se estremeció y creí ver algún ligero temblor en su cuerpo. ¿Estaba asustada? ¿Tan temerario lucía yo?

Intentó bajar poco a poco.

Resbaló y la tomé de la cintura.

Era tan ligera.

Se zafó de mi agarre y retrocedió rápidamente.

— La dejaré aquí.

Su expresión cambió y observó a todas partes, solo había árboles y maleza.

Empecé a caminar hacia la parte delantera de la carreta.

— ¡Un momento! — Alzó la voz y subí al asiento — ¡Señor, no puede dejarme aquí!

— No quiero problemas, señorita.

— ¿Problemas? — Arqueó las cejas, elevando su rostro para poder observarme — ¡No conozco este lugar, no sé que camino tomar, aquí no parece haber más que monte y víboras!

— Lo siento, pero no se las razones por las que decidió escapar, no me apetece, que me pillen con una monja furtiva.

Resopló — ¡Si me está tratando de llamar ladrona...

— No, pero sus hábitos llaman muchas atenciones y eso es una muy mala combinación con mi apariencia de bárbaro. Cualquiera podía pensar que la rapté.

— Me esconderé en la carreta, no puede dejarme aquí, sería muy insensible de su parte dejarme tirada en este camino solitario, puede ser peligroso, los rufianes suelen ocultarse en los bosques — Se desesperó, secándose el sudor de la frente — Sea buen samaritano.

Me reí — No creo que usted sea el mejor ejemplo en estos momentos, acaba de huir como criminal.

— ¡Mis razones no son de su incumbencia! — Gruñó, enojada por mi comentario — ¡Le pido por favor que tenga la cortesía de dejarme en un lugar más apropiado para una mujer!

Puse los ojos en blanco — La dejaré en el pueblo.

— No, no sería apropiado, es cierto que con estos hábitos atraigo muchas miradas — Dijo, observando su ropa — Consiga algún vestido primero.

— ¿También quiere unas piezas, un poco de comida y una cama cómoda? — Pregunté con sarcasmo.

— Si es tan amable, sí — Dijo y resoplé — Déjeme que le explique, todo lo que tiene una monja es prestado, mientras estaba en el convento tenía comida, techo y ropas, pero ahora que huí no tengo nada.

— Entonces se hubiese quedado.

Frunció el ceño — Señor, no me apetece contarle mi vida a un extraño...

— Y a mí no me apetece escuchar.

Sus fosas nasales se abrieron y sus mejillas se sonrojaron.

— Debería estar más dispuesto a ayudarme, mientras más rápido me tienda una mano, mejor para usted.

— ¿Por qué lo dice?

— Porque así tomaré mi camino y ya no tendrá que cargar conmigo — Se cruzó de brazos — Tengo hambre, necesito ropa, piezas y un techo donde dormir.

— Está mal acostumbrada a la caridad, aquí afuera las cosas son diferentes...

— Entonces, deme trabajo, así ya no será caridad.

— No tengo trabajo para una monja.

Soltó una respiración frustrada.

— Usted no parece tener sentido de la caballerosidad.

Inhale profundamente.

— De acuerdo.

— Gracias, dios le pagará su ayuda.

Volví a poner los ojos en blanco.

— Suba a atrás antes de que me arrepienta.

Escuché sus pasos en la tierra y luego esperé a que subiera.

— ¡Ya estoy adentro! — Gritó desde atrás.

Agité la rienda y continué la marcha.

...****************...

Después de unas cuantas horas, llegué a la propiedad al atardecer.

Los perros me saludaron cuando bajé de la carreta y me aproximé al patio.

Había olvidado por completo a la monja.

Me devolví.

— ¡Hemos llegado! — Grité, sin mucho tacto.

La mujer bajó y esta vez si logró hacerlo sin resbalar.

Observó a todas partes.

Los perros se acercaron y me desconcerté cuando solo la olieron.

No estaban acostumbrados a gente extraña, solían atacar sin ni siquiera tomarse la molestia de olfatear.

Caminé hacia el patio y observó la casa.

— ¿Usted vive aquí?

— Si le parece poco, entonces vaya a buscar algo más elevado a su estatus — Inserté la llave en la puerta y la abrí.

Se quedó parada, sin moverse y me evaluó con desconfianza.

— ¿Vive solo?

— ¿Hay algún problema? — Estreché mis ojos — Si tuvo las agallas de meterse a la carreta de un extraño, de exigirle comida y techo...

— No hay problema — Dijo, pero la noté un tanto nerviosa.

— Soy un hombre decente y honrado, aunque le cueste creerlo.

Entró a la casa con lentitud y cerré la puerta después de hacer lo mismo.

Se estremeció al escuchar el sonido del cerrojo.

— En el campo, los rufianes abundan.

— No solo en el campo — Susurró, más para sí misma.

Señor Chester Clark:

1
Paola Martiz
excelente historia 👌
Paola Martiz
todavía no supero lo que le pasó en ese convento 😡 ese degenerado obispo quiero que lo pelen y le hechen sal 😡😡
Sol
hay algo oculto en lo que pretende esa mamá d tiffany /Bye-Bye/ debe ser monetario, ya q solo eso le importa esa señora... en cuanto a Chester es fuerte ver ese brillo q tiene su padre x celia y Sebastian cosa que nunk vio q recibió su madre o el mismo, soltar es bueno y dejar el pasado atrás seguir adelante con quienes quieren ser parte para sumar en la felicidad... vamos Chester ya soltaste deja q sean felices solo busca tu felicidad y lucha x ella brinda amor respeto comunicación a tu familia q estas conformando ahora con Tiffani
Melisuga
¿Qué tiene esa bruja en contra de la felicidad de Tiffany? ¿Será que es una bastarda de su marido que tuvo que criar a la fuerza? ¿Y por qué se empeñan en querer la desdicha de los que la rodean? ¿Tan infeliz es?
Melisuga
*pretenciones
Melisuga
*ha llevado
Melisuga
Chester tiene mucho dolor guardado. Creo que su relación con Tiffany lo está ayudando a liberar una parte de esa tristeza, aunque sea de manera tan cortante y brusca.
Mariannys Benítez 🇻🇪
esa mamá de Tiffany es tonta o se hace? sra por favor resccione
Emiux Emiux
😂😂😂😂😂 sip, son buenos para acelerar esos trabajitos
Letizia Mar
que poca está mujer de madre no tiene nada que coraje 🤬😡😡😡
Emiux Emiux
Será que no es hija de ella, será hija solo del señor y una amante ???
Por eso el odio hacia ella
Emiux Emiux
Ahora sabes lo que los otros sienten contigo Chester 🤭🤭🤭🤭
Emiux Emiux
😂😂😂😂😂 demonios señorito
Liliana Diaz
esa vieja provoca agarrarla por el cuello y torsercelo como a una gallina
Emiux Emiux
Qué bonito capítulo, ella necesitaba encontrar al hombre indicado, que la amara y curara sus heridas
Sixta Tulia Blanco Gomez
maldita vieja que la arroye una carreta
Paola Martiz
ambos son lindos 😍
Emiux Emiux
😭😭😭😭😭 pobrecita
Orozco Beatriz
autora, espero y mejores con el favor de Dios. Bendiciones!!
Eliana Cardona
Pero cual es el problema con esta bruja de 💩💩, por que no quiere a tifanny 😡😡será que es NO es su hija 🤔🤔
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