Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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Feliz cumpleaños
Me cambio de ropa mientras Karla habla con sus padres. Le escribo al taxista de hace unos días, llega y subimos juntas.
—De castigo me quitaron el carro.
—Estuvo mal, qué bueno que nadie salió herido.
—Lo sé, no me regañes —me dice abrazándome y dándome besos en la mejilla.
Llegamos a su casa, y apenas entramos, sus padres salen a recibirnos.
—Mía, hija, pasa —me dice su madre abrazándome.
Yo la abrazo, me siento y observo la casa; la familia de mi amiga es rica por herencia de sus antepasados.
—Me dijo Karla que entraste a la misma universidad, mi esposo irá a hablar con el director para pagarte la anualidad —dice su madre.
—Muchas gracias, señora, pero no será necesario. Mi beca cubre más del 75%.
—Lo sabemos, y de verdad estamos muy orgullosos de ti. Sabes que si en algún momento necesitas algo, puedes decirnos.
—Lo sé, muchas gracias.
—¿Qué tal te va con Mario? ¿Se mudarán juntos para la universidad?
—No, ya terminamos.
—Lo siento mucho, pero seguro tus razones tienes, y eso demuestra que nosotras, las mujeres, podemos sin necesidad de un hombre a nuestro lado. Sal a distraerte, te ayudará.
—Hablando de eso, Mía quiere decirte algo —dice Karla, empujándome para que hable.
—Mi jefe me invitó hoy al cumpleaños de su hija y quería ir con Karla.
—De hecho, iremos todos, nos invitaron —me dice Karla, sentándose y mirando a su madre, que se ve molesta.
A Karla se le olvidó que sus padres son amigos de mi jefe; de hecho, gracias a ellos y a uno de mis maestros conseguí ese trabajo.
—Dijiste que no irías.
—Porque no creí que regresaríamos a tiempo.
Suena mi celular y bloqueo las llamadas y mensajes de Mario.
La madre de Karla lo nota y se acerca, sentándose a mi lado.
—Eres una niña hermosa e inteligente. Sé que por dentro debes estar quebrándote, pero sigue así, vas muy bien.
—Después de la fiesta de la hija de su jefe, quería salir con Karla a distraerme —le digo, y ella me abraza.
—Claro, solo avísenle a alguien cuándo lleguen y cuándo regresen.
—Gracias —le respondo y Karla me levanta los pulgares, feliz.
—Madre, ¿puedes pedirle a mi nana que nos suba comida? —dice Karla.
Me toma de la mano y subimos a su habitación; voy directo a su librero.
—Ya te he dicho que te lleves estos libros, aquí solo sirven de decoración, estarán mejor en tus manos.
Saco una enciclopedia y desdoblo la hoja donde quedé; la información de estas enciclopedias no la encuentras tan fácil en Google, y eso me gusta, que sea única.
Karla está en su celular y yo leyendo, cuando nos traen la comida. Bajo a dejar los platos sucios mientras mi amiga va al baño.
Los lavo y la nana me sonríe.
Ya es tarde y debo pasar por el regalo. Me despido de mi amiga y de su mamá, pero, como me lo esperaba, Karla viene conmigo en el carro que su madre le da con chófer.
Llegamos a la plaza y compro dos helados; los comemos mientras damos una vuelta.
Entro a una tienda cuando veo una pulsera muy bonita y la compro. Pido que la envuelvan. Saliendo, mi amiga carga tantas bolsas de compras que apenas puede caminar, y me da risa cómo camina a propósito.
Estamos por salir cuando de repente se detiene y ya sé por qué: Mario entra con su grupo de amigos.
Ella deja caer sus bolsas, camina hacia él y le da una cachetada.
—Te lo advertí, mal nacido. Eres un poco hombre, ojalá se te caiga el pito —le grita, y los amigos de él se ríen.
Recojo las bolsas, camino hacia ella y la tomo del brazo para que salgamos.
—Idiota, cobarde —sigue gritándole—.
El chófer nos abre la puerta para que entremos. Mario intenta alcanzarnos, pero cierro la puerta y el carro avanza.
—Sabes que se lo merecía —exhalo e inhalo—. No me afectan las malas vibras —dice, cierra los ojos y mueve las manos de una forma que me hace reír.
—Te reíste, ya no puedes regañarme.
Llegamos a mi cuarto, nos arreglamos y salimos hacia la casa de mi jefe.
Cuando llegamos, hay mucha gente de su mismo círculo. La madre de mi amiga nos llama y nos presenta a las personas con las que conversa.
Mi jefe me ve y me llama. Le entrego el regalo a su hija y ella lo abre y se lo pone.
—Está hermoso, gracias —me dice.
—Me alegra que te guste —le respondo, y ella me abraza y se va con sus amigas.
—No le gustó, le encantó, es el único regalo que se puso —me dice su madre saludándome.
—Hola, les presento a Mía, trabaja en el despacho pero estudia arquitectura. Es una joven con muchas ambiciones —dice mi jefe presentándome.
Platico con uno que otro, escucho cómo hablan y cuando tengo dudas, las aclaran y me dan consejos.
—Lo siento, mi hermana y yo nos retiramos —dice Karla.
—Pórtense bien, nos vemos mañana —me dice mi jefe.
Los padres de mi amiga nos dan las indicaciones, como siempre, y salgo con Karla.
—Ya te he dicho que te vayas a vivir a mi casa.
—Gracias, pero estoy bien así —le digo.
—No, no te he tocado el tema porque me prometiste que en la universidad compartiríamos habitación.
—Sí, ya sé —le digo mientras paro un taxi que nos lleva al club que ella me indica, el más seguro de la zona y el mejor; no entra cualquiera.
Entramos cuando ella muestra su tarjeta al de seguridad. La música está a todo volumen.
—Recuerda: bebidas tapadas, nada de aceptar nada de desconocidos y, si pides en la barra, mira cómo te la preparan y no te separes de mí —le digo, y ella me abraza asintiendo.
Subimos a la pista.
Ella salta moviendo el cabello y yo bailo a su lado.
—Vamos por bebidas —le digo en el oído, y vamos juntas a la barra.
Mi amiga me hace caso y por eso sus padres la dejan salir conmigo. Le mando un mensaje a su madre para avisar que ya llegamos y guardo el celular en mi bolso.
Pagamos la botella y la llevamos a nuestra mesa.
—¿Por qué hay tantos hombres vestidos de negro? ¿Habrá pasado algo? Creo que mejor nos vamos —le digo.
—Debe haber alguien importante en este club, o quizás el dueño. Solo son sus guardaespaldas, cálmate. Este es el lugar más seguro; mi padre paga miles por la mensualidad. Hasta él sabe que es el mejor —me dice mientras sirve las bebidas, me acerca mi vaso y tomo un poco; ella se lo toma rápido.
—Oye, despacio —le digo, y ella sonríe mientras se sirve otro trago.
—Que se le caiga el pito al imbécil de Mario —dice levantando el vaso.
Levanto el mío y ella dice:
—Ese imbécil.
Volteo y veo a Mario con una mujer a su lado, y lo peor es cuando se besan.
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