una novela de 4 adolecentes estudiantes 2 chicas y dos jóvenes que eran parejas de novios pero a medida del tiempo 2 de ellos se dieron cuenta que estaban con la pareja equivocada porque ellos se gustaban
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### Capítulo 2: Dudas en el Aire
### Capítulo 2: Dudas en el Aire
Las semanas siguientes al festival de cine transcurrieron con una sensación de incomodidad palpable en el aire. Aunque Santiago, Vanessa, Tomás y Laura continuaban viéndose, el ambiente entre Vanessa y Tomás había cambiado. Lo que antes era una relación llena de risas y complicidad ahora estaba marcada por silencios incómodos y miradas evasivas.
Vanessa solía ser la chispa del grupo, siempre llena de energía y entusiasmo. Sin embargo, en los últimos días, había comenzado a notar una pesada carga en su pecho. Las conversaciones con Tomás, que antes fluían con facilidad, ahora parecían estar llenas de malentendidos. Las discusiones habían aumentado, y aunque ambos intentaban mantener la fachada de una relación perfecta, la verdad era que estaban luchando.
Una tarde, mientras se preparaba para una reunión con sus amigos, Vanessa se miró en el espejo. Su reflejo mostraba una sonrisa forzada. A pesar de sus esfuerzos por actuar normalmente, sentía que su mundo se desmoronaba. Se había dado cuenta de que no podía seguir ignorando los problemas con Tomás. Tenían que hablar, pero la idea de una conversación seria la llenaba de ansiedad.
Esa tarde, se encontraron todos en la cafetería del campus. Laura, siempre perceptiva, notó la tensión entre la pareja y decidió intervenir. Se sentó al lado de Vanessa y le dio una mirada comprensiva.
—¿Estás bien? —preguntó Laura, inclinándose hacia Vanessa.
—Sí, solo... un poco cansada —respondió Vanessa, tratando de ocultar sus verdaderos sentimientos.
Laura no se dejó engañar. Había visto cómo Vanessa y Tomás se evitaban la mirada y cómo las sonrisas se volvían más escasas. Sabía que había algo más detrás de esa fachada. Decidió que era hora de hablar.
—Vanessa, ¿quieres que hablemos a solas? —sugirió Laura, señalando una esquina tranquila de la cafetería.
Vanessa asintió, sintiendo una mezcla de alivio y temor. Se levantaron y se dirigieron a la esquina, lejos del bullicio. Una vez sentadas, Laura se inclinó hacia adelante, preocupada.
—¿Qué está pasando entre tú y Tomás? —preguntó Laura, su voz suave pero directa.
Vanessa suspiró, sintiendo que las palabras se atoraban en su garganta. —No lo sé, Laura. No sé si estoy lista para hablar de esto.
—Pero necesitas hacerlo. Te conozco, y sé que no estás bien. —Laura tomó la mano de Vanessa, dándole un toque de apoyo.
Vanessa miró al suelo, luchando con sus pensamientos. Finalmente, decidió abrirse. —Todo ha cambiado. A veces siento que Tomás no me escucha, como si estuviera en su propia burbuja. Y cuando trato de hablarle, parece que no le importa.
Laura asentía, comprendiendo la frustración de su amiga. —¿Has intentado decírselo directamente?
—No quiero lastimarlo. A veces pienso que quizás soy yo la que está exagerando. Pero me siento sola en esto. Es como si estuviéramos hablando diferentes idiomas. —Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Vanessa.
Laura acercó su mano a la mejilla de Vanessa, limpiando una lágrima que había logrado escapar. —No estás exagerando. Tus sentimientos son válidos. A veces, las relaciones pasan por altibajos. Lo importante es comunicarlo.
Vanessa respiró hondo, sintiendo que el peso de sus preocupaciones comenzaba a aligerarse. —Tienes razón. Tal vez debería hablar con él, pero no sé cómo hacerlo. Tengo miedo de que se moleste o que simplemente no lo entienda.
—Puedes hacerlo, Vanessa. Solo sé honesta. —Laura le sonrió, intentando infundirle confianza. —Si realmente se preocupa por ti, querrá escuchar lo que tienes que decir.
Mientras tanto, en otra mesa, Tomás estaba sentado con Santiago, que había estado hablando animadamente sobre un nuevo proyecto cinematográfico. Sin embargo, Tomás no podía concentrarse. Sus pensamientos estaban en Vanessa y en la creciente distancia entre ellos. Se sentía ansioso y frustrado, sin saber cómo abordar la situación.
—¿Tomás? —dijo Santiago, interrumpiendo sus pensamientos. —¿Estás escuchando?
—Sí, claro —respondió Tomás, pero su voz era distante.
Santiago frunció el ceño, notando que algo no estaba bien. —Amigo, te veo preocupado. ¿Qué pasa?
Tomás dudó, sintiendo que era difícil abrirse. —Es solo... Vanessa. Siento que hay algo entre nosotros que se ha perdido.
Santiago se inclinó hacia adelante, interesado. —¿A qué te refieres? ¿Qué ha pasado?
—No lo sé. A veces siento que no me escucha, como si estuviera en su propia cabeza. Y cuando intento hablar sobre ello, parece que no le importa. —Tomás se pasó una mano por el cabello, frustrado.
Santiago asintió, comprendiendo el dilema de su amigo. —Tal vez deberías intentar hablar con ella. La comunicación es clave en una relación.
—Lo sé, pero tengo miedo de que no sepa cómo reaccionar. —Tomás suspiró, mirando a su alrededor, perdido en sus pensamientos.
—A veces hay que arriesgarse, amigo. La única manera de saber lo que realmente siente es preguntándole. —Santiago le dio una palmadita en el hombro, intentando animarlo.
Mientras tanto, Vanessa y Laura continuaban su conversación en la esquina de la cafetería. Laura le había dado a Vanessa el empujón que necesitaba, y aunque todavía sentía nervios, le parecía que era el momento adecuado para hablar con Tomás.
—Lo haré, Laura. Hablaré con él —dijo Vanessa, con determinación en su voz.
—Eso es lo que quiero escuchar. Solo recuerda que la honestidad es lo más importante. —Laura sonrió, satisfecha por la decisión de su amiga.
Vanessa se sintió un poco más aliviada. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a intentarlo. Regresaron a la mesa donde Tomás y Santiago los esperaban. Cuando se sentaron, la atmósfera se sentía diferente, cargada de expectativas.
Santiago, notando el cambio en la energía, sonrió y dijo: —¿Listas para la próxima aventura?
Vanessa forzó una sonrisa, mientras Tomás la miraba, tratando de descifrar lo que pasaba por su mente. La conversación continuó, pero Vanessa no podía evitar sentir que necesitaba hacer frente a la situación.
Cuando la tarde llegó a su fin, Tomás y Vanessa se despidieron de Santiago y Laura, prometiendo verlos al día siguiente. A medida que se alejaban, Vanessa sintió que el momento de hablar se acercaba rápidamente.
—¿Quieres que te acompañe? —preguntó Tomás, mientras caminaban hacia la salida de la universidad.
—No, está bien. Creo que necesito un momento para pensar. —Vanessa se obligó a sonreír, aunque su corazón latía con fuerza.
Tomás la miró, preocupado. —¿Estás segura? Puedo quedarme si lo necesitas.
—No, de verdad. Solo necesito un poco de espacio. —Vanessa se dio la vuelta para evitar que él viera la angustia en su rostro.
Caminaron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Finalmente, llegaron a la casa de Vanessa, y ella se detuvo en la puerta. Se giró para mirarlo.
—Tomás, ¿podemos hablar mañana? —preguntó, sintiendo que era el momento de dar el primer paso.
Tomás frunció el ceño, sintiendo que había algo más detrás de su solicitud. —Claro, ¿sobre qué?
—Solo... necesito aclarar algunas cosas. —Vanessa evitó su mirada, sintiendo que el nudo en su estómago se apretaba más.
—Está bien. —Tomás se despidió, y Vanessa entró en su casa, sintiendo que había dado el primer paso, aunque el temor seguía presente.
Esa noche, Vanessa intentó relajarse, pero su mente estaba llena de dudas. Se sentó en su cama, mirando al techo, preguntándose cómo había llegado a este punto. Pensó en lo que Laura le había dicho sobre la comunicación y cómo a veces las relaciones pasan por altibajos. Pero, ¿cuándo se había vuelto tan difícil hablar con Tomás?
Mientras tanto, Tomás regresó a su apartamento, sintiéndose frustrado. Había algo en la forma en que Vanessa había hablado que lo inquietaba. Se sentó en su escritorio, rodeado de libros y apuntes. Intentó concentrarse en sus estudios, pero sus pensamientos volvían a Vanessa.
—¿Qué está pasando entre nosotros? —se preguntó en voz alta, sintiendo que la respuesta se le escapaba. Había amado a Vanessa desde el primer momento en que la conoció, y la idea de perder esa conexión lo aterraba.
Las horas pasaron, y finalmente, el cansancio lo llevó a la cama. Sin embargo, el sueño no llegaba. El temor de lo que podría suceder al día siguiente lo mantenía despierto, y una parte de él deseaba que las cosas volvieran a ser como antes.
Al día siguiente, el sol salió con fuerza, pero las nubes de incertidumbre seguían flotando sobre las cabezas de Vanessa y Tomás. Ambos se prepararon para el día con la esperanza de que la conversación que tenían pendiente pudiera traer claridad.
Cuando se encontraron en la universidad, el ambiente era tenso. Vanessa sintió que sus nervios se disparaban, pero, al mismo tiempo, había una determinación en su interior. Sabía que no podía seguir así.
—Tomás, ¿podemos hablar ahora? —dijo Vanessa, sintiendo que había llegado el momento.
Tomás asintió, nervioso, y la condujo hacia un lugar más tranquilo, lejos de las miradas curiosas. Se sentaron en un banco en el parque, y el silencio se hizo presente. Ambos sabían que había mucho en juego.
Finalmente, Vanessa decidió romper el hielo. —He estado sintiendo que hay algo que no está bien entre nosotros. No sé cómo explicarlo, pero me siento distante.
Tomás se sorprendió, pero su preocupación se transformó en alivio. —Yo también lo he sentido. A veces, parece que estamos hablando diferentes idiomas. —Miró a Vanessa a los ojos, intentando transmitirle su sinceridad. —Quiero entender lo que te preocupa.
Vanessa tomó un respiro profundo, sintiendo que necesitaba ser honesta. —Siento que a veces no me escuchas, que estás más enfocado en tus cosas. Me gustaría que pudiéramos comunicarnos mejor, que pudiéramos hablar sobre lo que sentimos.
Tomás asintió, sintiéndose culpable. —Lo siento, no era mi intención. He estado tan concentrado en mis estudios que no me he dado cuenta de cómo te has sentido. Quiero que sepas que eres importante para mí.
Las palabras de Tomás resonaron en el corazón de Vanessa, y por primera vez en semanas, sintió que había una luz al final del túnel. —Quiero que podamos encontrar un equilibrio, que podamos apoyarnos mutuamente.
Tomás sonrió, sintiéndose esperanzado. —Podemos hacerlo. Estoy dispuesto a trabajar en esto, a hacer lo que sea necesario para que nuestra relación funcione.
A medida que la conversación continuaba, ambos se sintieron más conectados. Hablaron sobre sus expectativas, sus miedos y sus deseos. Vanessa se dio cuenta de que su amor por Tomás seguía presente, y que con un poco de esfuerzo, podían superar las dificultades.
Finalmente, después de un largo intercambio, ambos se sintieron más ligeros. Habían dado un paso importante hacia la reconciliación, y aunque sabían que aún había trabajo por hacer, estaban dispuestos a enfrentarlo juntos.
Cuando se despidieron, Vanessa sintió que la carga en su pecho había disminuido. Era un nuevo comienzo, y aunque el camino podría ser complicado, estaba lista para recorrerlo junto a Tomás.
Mientras se alejaba, no pudo evitar sonreír al pensar en lo que habían logrado. A veces, las dudas en el aire podían convertirse en oportunidades para fortalecer una relación, y esa era una lección que llevaría consigo en el futuro.