Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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Un puesto en la empresa.
Volteo a ver al abuelo y está sonriendo.
—¿En qué área quieres trabajar?
—Psicología, yo estudiaba...
No termino de hablar ya que me doy cuenta de mi error.
—Antes, hace mucho.
—Abuelo, tengo prisa, regreso más tarde.
Dice Sebastián, molesto.
—Bien, lleva a mi nieta a la empresa, muéstrasela.
Dice el abuelo y escucho una risa junto con aplausos, es el amigo de Sebastián.
—Eso ya ocurrió en la noche de bodas.
Dice, pero cuando lo vemos serio, se calla de inmediato.
—Gabriel, si estás aquí, me imagino que tus padres ya se fueron de viaje y tú ocuparás el puesto de ellos en la empresa.
Le dice el abuelo y Gabriel asiente.
—Así es, abuelo.
—Qué bien, le ayudarás a mi nieta en la empresa.
Dice, y no esperaba que lo dijera en este momento, ya que Sebastián lo ve molesto.
—Explícate.
Le dice entre dientes.
—Respétame, carajo. Eres mi sucesor, pero aun así sigo teniendo opinión en esa empresa.
Le dice el abuelo, alterado.
—¿Qué tramas ahora?
Me dice a mí directamente.
—Lo que escuchaste, tendré un puesto en la empresa.
Le digo haciéndole frente, aunque le llegue al pecho y tenga que levantar el rostro para verlo a la cara.
Él sonríe negando y señala a su abuelo, molesto.
—¿Así es como piensas tenerme vigilado? Dímelo de una vez por todas y ya sabré a qué me atengo.
—A mi despacho, ¡ya!
Le dice el abuelo, y después ve a Gabriel.
—Lleva a mi nieta y dale el puesto que se asemeje a lo que tiene estudiado.
—Puesto de insolente no hay.
Dice Sebastián y se aleja molesto.
—Si hubo puesto para ti, lo habrá para mí.
Le digo y todo se queda en silencio. Sebastián se detiene y estoy lista para lo que sea que me dirá, pero niega y sigue su camino.
—Ves con Gabriel.
Me dice el abuelo y lo veo caminar detrás de Sebastián.
Salgo con Gabriel y me señala su carro, miro a mi chofer.
—La espero en la empresa.
Me dice y asiento. Subo con Gabriel, quien empieza a conducir.
—¿Qué puesto es?
—De psicología.
—No hay, pero no estaría mal un puesto así, ya que en el trabajo hay mucha gente que necesita desestresarse.
—Qué bien.
Le digo nerviosa y feliz, ya que me servirá la experiencia.
Llegamos y él me muestra las oficinas de la planta baja.
—Hay una oficina vacía, puedes ocupar esa.
Me dice y me la muestra, no es grande ni pequeña, me gusta.
—Haz una lista de lo que necesitas y ya se te equipará.
Asiento y subimos al segundo piso.
—Ahí está la de tu padre y enfrente la de Leo.
Me dice dónde está cada área de los demás socios.
Subimos al tercer piso.
—La de Sebastián está ahí, junto a la mía.
Me dice y era de esperarse, la oficina de Sebastián es inmensa, con muebles lujosos.
Regreso a la planta de abajo y hago la lista de lo que necesito. Se la llevo a Gabriel, quien está en su oficina.
Se la entrego y él está por pedirlo cuando llega Sebastián.
—A mi oficina, ahora.
Le dice a Gabriel.
—Tu abuelo me encargó...
—Dije que a mi oficina, tenemos cosas que hacer y no te quiero perdiendo el tiempo con esa estupidez.
Le dice y me molesta que sea tan patán.
Le quito la lista a Gabriel y se la pongo en el pecho a Sebastián.
—Dime cuál es tu puto problema.
—Tú, tú eres mi problema.
Me dice rompiendo la lista.
—Eso arréglalo con tu abuelo, y mientras, me aguantas.
—Te quiero fuera de mi empresa, ahora.
Me dice y me río falsamente.
—Nuestra, porque sin mí no la hubieras conseguido. Ahora tengo que ir a mi oficina para empezar a trabajar.
Le digo y se aproxima a mí, viéndome detenidamente.
Dudo, ya que parece buscar algo en mi rostro.
Me doy la vuelta, pero me sujeta del brazo.
—Puedes empezar limpiando mi escritorio.
Me dice y sonrío asintiendo. Camino a su oficina y Gabriel me intenta sujetar.
—Carina, ve a tu oficina. Sebastián no está hablando en serio.
Dice su amigo, pero sigo mi camino. Entro y camino directo al escritorio, donde arraso tirando todo a mi paso.
Me sujetan de la cintura, impidiendo que siga.
—¿Qué mierda haces?
Me dice Sebastián, alejándome de su escritorio molesto.
Tocan la puerta y entra Leo.
—Sebastián, ya están todos reunidos en la sala de reunión.
Dice viendo el desastre. Me suelto y camino a la puerta.
—Cuando quiera otra limpieza, avíseme.
Le digo saliendo de la oficina, donde Sebastián y Gabriel se quedan observando lo que acabo de hacer.