Renace en la novela que había estado leyendo, dispuesta a salvar al villano..
*El mundo mágico tiene muchas historias*
* Todas las novelas son independientes*
NovelToon tiene autorización de LunaDeMandala para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Marina
Marina estaba muy molesta por el destino de su villano.
No entendía cómo el autor podía haber sido tan cruel con Alban Mortis. Cerró el libro con fuerza, el corazón acelerado, las manos temblorosas. Para ella, Alban no era un monstruo: era un hombre roto, manipulado desde niño por la única figura en la que había confiado. El gran mago Aldren, su tío, no solo le había mentido… le había robado la verdad, la fe y el futuro.
Mientras pasaba las páginas una y otra vez, Marina no notó cuántas pastillas había tomado. Su ansiedad le apretaba el pecho, la indignación le nublaba el juicio. Solo quería calmarse, solo quería entender por qué el mundo real o ficticio siempre castigaba a quienes habían sido engañados.
En la novela, el rey Adrián de Mercia descubría finalmente la verdad.. no existía ninguna santa, el templo no era más que una farsa para concentrar poder, y Aldren había manipulado al reino durante décadas. La traición se pagó con sangre. El mago murió a manos del rey, pero la justicia llegó demasiado tarde.
Ese fue el momento en que Alban Mortis dejó de ser un súbdito… y nació el villano.
Marina sintió un mareo repentino. Las letras comenzaron a moverse frente a sus ojos. El cuarto parecía alejarse, como si ella misma estuviera cayendo dentro del libro. Trató de levantarse, pero el suelo no estaba donde debía estar.. se dio cuenta que mientras leía se habia tomado casi todo el paquete de medicamentos, como si fueran golosinas..
Cerró los ojos un instante.
Cuando los abrió, no estaba rodeada de ruinas ni de sombras, sino de una habitación amplia y luminosa, bañada por la luz dorada que entraba a través de altos ventanales. Las cortinas eran de seda marfil, bordadas con hilos plateados, y los muebles, antiguos y elegantes, parecían pertenecer a otra época.. madera oscura, detalles tallados a mano, un gran espejo de marco dorado frente a una cama cubierta por sábanas suaves como nubes.
Marina se incorporó lentamente, con el corazón latiéndole con fuerza.
- ¿Dónde… estoy? - susurró.
Su voz sonó distinta. Más suave. Más firme.
Se llevó una mano al pecho para tranquilizarse y entonces notó que su cuerpo no se sentía igual. Se levantó de la cama con cuidado y caminó hacia el espejo. Cada paso era ligero, casi etéreo. Cuando alzó la vista, el reflejo la dejó sin aliento.
No era ella.
El cuerpo que veía era delgado y elegante, con una postura que no le pertenecía. Su piel, antes marcada por ojeras y tensión, ahora era blanca y luminosa, sin una sola imperfección. Sobre sus hombros caía un cabello liso y negro, largo, brillante, como un manto de obsidiana.
Marina llevó una mano temblorosa a su rostro.
Los rasgos también eran distintos.. ojos grandes, profundos, de un color oscuro que parecía absorber la luz; labios delicados, pómulos finos. Era hermosa… pero no era ella.
- Esto no es real… - murmuró -. Estoy soñando.
Pero todo se sentía demasiado vívido. La textura de la seda bajo sus dedos. El frío del suelo de piedra en sus pies descalzos. El latido acelerado de su corazón.
Un recuerdo ajeno cruzó su mente como un relámpago.
Un nombre.
Un templo.
Una promesa hecha al reino de Mercia.
Marina se sostuvo del borde del tocador, mareada.
- No… - susurró- . Esto no puede estar pasando.
Entonces escuchó pasos al otro lado de la puerta. Pasos firmes, respetuosos. Alguien se detuvo y golpeó suavemente.
-Mi lady -dijo una voz femenina, dulce y respetuosa.
El corazón de Marina dio un vuelco. Trató de responder, pero la sorpresa la dejó sin aire por un segundo.
-Pase… -dijo al fin.
La voz que salió de su garganta no era la suya. Sonaba más clara, más segura, con un matiz aristocrático que jamás había tenido.
La puerta se abrió y entró una doncella joven, de cabello castaño recogido y delantal impecable. Llevaba entre las manos una palangana de plata con agua fresca y perfumada, junto a una toalla bordada.
-Para que se refresque, mi lady -dijo con una leve reverencia-. ¿Desea elegir hoy algún vestido especial para el baile? El duque ha pedido que esté radiante esta noche.
Marina la miró sin comprender, sintiendo que el mundo se inclinaba peligrosamente.
-Yo… -se llevó una mano a la sien- me duele un poco la cabeza.
La doncella frunció el ceño, preocupada.
-¿Desea que llame al doctor?
-No -respondió Marina con rapidez-. Solo… dime algo. ¿Quién soy yo?
La joven la observó, confundida al principio, como si no supiera si reír o preocuparse.
-Mi lady, por favor… -sonrió nerviosa-. Siempre hace bromas extrañas antes de los eventos importantes.
Marina negó lentamente con la cabeza, los ojos vidriosos.
- si una broma -susurró-. Dímelo.
La doncella suspiró y respondió con naturalidad, como si recitara algo obvio..
-Usted es Ginger Evenhart, la hija menor del duque Evenhart. Una de las señoritas más populares de Mercia. Admirada en la corte, invitada a todos los bailes… y, si me permite decirlo, muy querida.
Marina sintió que el aire desaparecía de la habitación.
Mercia.
El nombre resonó en su mente como un trueno. El reino del libro. El lugar donde Alban Mortis había sido engañado. Donde Aldren había levantado sus profecías falsas. Donde el rey Adrián había condenado al mago… y creado al villano.
-No… -susurró, dando un paso atrás.
La habitación comenzó a girar. El espejo reflejaba un rostro pálido, los ojos abiertos por el terror. La palangana cayó al suelo con un ruido metálico, el agua derramándose como si marcara el fin de algo.
Marina sintió que las piernas ya no le respondían.
Lo último que escuchó fue la voz alarmada de la doncella gritando su nombre.
-¡Mi lady! ¡Lady Ginger!
Y entonces, la oscuridad la envolvió por completo.