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EN OTRO TIEMPO

EN OTRO TIEMPO

Status: En proceso
Genre:Romance / La Vida Después del Adiós / Reencuentro / Cambio de Imagen / Viaje a un mundo de fantasía / Mundo de fantasía
Popularitas:870
Nilai: 5
nombre de autor: Cecilia Ruiz Diaz

Cinco años después de la desaparición de su hermana Valentina, Anastasia se obsesiona en su búsqueda, sin descansar, ignorando todo lo que los demás decían, así llega hasta sumergirse en un viaje más allá de la realidad y lo imposible

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CAPITULO 1: "2003"

Anastasia estaba en una reunión que sus tíos habían organizado en homenaje a su hermana mayor, Valentina, quien había desaparecido sin dejar rastro.

Hasta la policía se había dado por vencida. Parada en un rincón, observaba a Rogelio, su cuñado, un científico muy reconocido, premiado por estudios basados en la relatividad... o algo así. La verdad, ella no entendía mucho del tema.

No le quitaba la vista de encima. No podía comprender cómo una joven hermosa y dulce como su hermana, que contaba con apenas 23 años, podía estar enamorada de un hombre de unos 40. ¿Cómo podía ser?

De repente, su tía se acercó para sacarla de sus pensamientos.

—Cariño, ¿necesitás algo? —preguntó la mujer.

—¿Qué? —dijo Anastasia, desconcertada.

—Estás muy ausente... —comentó, tomándole la mano—. Solo quiero que sepas que tanto tu tío como yo estamos acá. Ahora vas a vivir con nosotros hasta que cumplas 18, o el tiempo que necesites. Y también tus primitos te quieren como a una hermana...

—Tía, no sigas... Quizás Valentina aparezca antes de que cumpla los 18. Faltan dos años...

La tía la miró con preocupación y le acarició la mejilla.

—Amor mío... —trató de decir, pero Ana desvió la mirada hacia la puerta.

—¡Mis amigos están acá! —exclamó, con el rostro iluminado.

Ahí se acercaban un joven muy pintoresco y extravagante —aunque vestido de negro, su actitud lo delataba— y una chica totalmente opuesta: oscura, con maquillaje intenso, piel muy blanca y el cabello largo cubriéndole parte del rostro.

—¡Matilda! ¡Gusty! —exclamó, y los abrazó.

—Lo sentimos, querida amiga —dijo Gusty con voz tenue.

—Tía, ¿puedo mostrarles mi nueva habitación? —preguntó Anastasia.

—Claro, Ani, podés hacer lo que quieras, cariño —respondió la mujer, acariciándole el brazo.

Y la chica se fue abrazada de sus amigos.

Ya en el cuarto, Anastasia se quedó de pie junto al escritorio, mientras sus amigos se sentaban en la cama. Se dedicó un momento a observarlos: Matilda, oscura, aficionada a lo sobrenatural y con cierta falta de personalidad. Gustavo, extravagante, con demasiada personalidad y, además, abiertamente gay. Por alguna extraña razón, estos dos seres tan distintos —y tan ajenos a su mundo, que solo giraba en torno a estudiar, leer y sacar buenas notas— se complementaban a la perfección los tres.

—¿Cómo lo estás sobrellevando? —preguntó Matilda. Ana suspiró.

—No lo sé... Necesito saber dónde está...

—No le des mucha vuelta a eso, amiga —le aconsejó Gusty.

—Es que... no puede ser. No siento que esté... —trató de explicar, pero no le salían las palabras—. Traje algunas cosas de ella —continuó, tomando unos cuadernos del escritorio.

—¿Del estudio de diseño? —preguntó Gusty, emocionado—. ¡Quiero ver! Compartimos pasiones...

—Gusty, no creo que sea el momento... —intervino Matilda.

—Está bien, no me molesta —la interrumpió Anastasia, y le entregó algunos cuadernos a su amigo—. Yo no entiendo nada de moda —rió.

—¡Pero mirá qué diseños! —exclamó él, entregándole uno a Ana.

—Son perfectos... —dijo ella, admirada.

—Es verdad —agregó Matilde, asomándose por detrás.

Gustavo tomó otro folio de la pila y se quedó mirándolo, extrañado.

—¿Esto...? ¿También era de ella?

—¿Qué cosa? A ver... —preguntó Ana, tomando el folio y comenzando a leer—. Gravedad y espacio-tiempo, agujeros de gusano, física cuántica... ¿Qué es esto?

—Esperá —intervino Matilda, ahora hojeando las páginas—. Acá dice... Rogelio Müller.

—¡Es de su novio! —exclamó Anastasia, tomando de nuevo el folio—. Pero... ¿por qué lo tenía ella?

Esa noche, prácticamente, no pudo dormir. Mil preguntas le daban vueltas en la cabeza. ¿Qué era todo eso? ¿Por qué su hermana tenía un folio de su novio científico? Si ella era diseñadora...

¡Demonios! ¡Cuánto la extrañaba! Desde la muerte de sus padres, había sido Valentina quien la crió —con ayuda de sus tíos, claro—. Tenían apenas 10 y 18 años cuando ocurrió... pero Valen ocupó por completo el espacio que quedó vacío. Solo ella. Y ahora...

De repente, recordó que hacía un mes Valentina y Rogelio estaban por viajar a Massachusetts, Estados Unidos, porque él tenía una conferencia muy importante. Pero al final se había suspendido, así que no viajaron.

Su cabeza iba a explotar. Tenía que dejar de pensar tanto... pero también tenía que encontrar respuestas. Con sus cortos 16 años, estaba dispuesta a todo para descubrir la verdad y hallar a su hermana.

A la mañana siguiente se levantó decidida. Valentina estaba viva, lo sentía. Pero debía saber dónde. Y para eso, tendría que enfrentarse a su cuñado. Aunque no podía hacerlo desde la ignorancia. Tenía que prepararse.

Ese mismo día, luego de la escuela, fue a la biblioteca con el folio en mano. Buscó libros sobre los temas que aparecían allí y los enumeró. También fue al cyber, el internet podía ser una gran ayuda. Era 2003, y se daba cuenta de que la tecnología se estaba apoderando del mundo. Era hora de hacerse amiga de ella.

Cuando llegó a la casa de sus tíos —su nueva casa—, cargada de libros enormes, sus primitos jugaban en la sala. Ariel, el mayor, de 8 años, la vio llegar y exclamó con alegría:

—¡Mamá! ¡Ya llegó!

Su tía corrió hacia ella y la abrazó.

—¡Qué susto nos diste! —exclamó.

—¿Qué ocurre? —preguntó Ana, confundida.

—Pensamos que te había pasado algo —terció su tío, más tranquilo, llegando desde el fondo.

—Solo estaba en la biblioteca...

—¡Pero nos asustaste! ¡Tenés que avisar! —insistió la mujer.

—Bueno... perdón —dijo Ana, bajando la vista.

—Niños, vayan a jugar a sus cuartos —ordenó su tío—. Sentate, Ana.

—Pero ya pedí disculpas... —objetó ella mientras se sentaba.

—No te preocupes —dijo su tía, tomándole la mano.

—Creemos que lo mejor es comprarte un celular —dijo su tío.

—Pero...

—Es solo para quedarnos tranquilos. Después de lo que pasó con... Bueno, ya sabés —explicó él.

—¡Sí, sí! Cariño, vienen unos más pequeños, podés guardarlo en la cartera del colegio —agregó su tía, entusiasmada.

—Así avisás cuando pase algo como hoy, o si tenemos que ir a buscarte —continuó su tío.

Anastasia pensó un momento, no muy convencida. Pero si servía para darles tranquilidad, después de la desaparición de su hermana, decidió aceptar.

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