Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 12
Máximo, por su parte, aprovechó el alboroto para pasar desapercibido por su padre. El pequeño caminó directo hacia la puerta y subió a su habitación.
Santiago lo vio alejarse y sintió un vacío en su pecho. Era evidente que su primogénito había visto la noticia en la televisión. Pero para confirmarlo buscó a su mujer con la vista y ella también caminó a su lado ignorando su existencia.
Pero su confirmación vino después cuando la pequeña Victoria lo tomó por las mejillas y lo miró directamente a los ojos y le dijo:
— Papi te vimos en la televisión.
—Si, estabas con una señora embarazada — le dijo Sebastián con un tono acusatorio.
— Papi ¿Qué significa primogénico?
— Primogénito — la corrigió su hermano Esteban
Santiago otra vez tenía a sus siete pequeños, esperando la respuesta de su parte y maldecía mil veces estar otra vez en esta incómoda situación
Santiago tragó grueso y comenzó a responderle
— Primogénito es el primer hijo
— Ja, ja, ja. Por eso está molesto Max. Porque le van a quitar su puesto, ji, ji, ji — se burló Camila
Y Santiago no pudo evitar sonreír por la inocencia de su pequeña.
Él la atrajo hacia él y le acarició su mejilla. La pequeña tenía rastros de chocolate en la comisura de los labios
— Amores, ustedes son mis hijos y nadie va a quitarle el puesto nunca. Ustedes son mi mundo. Todos y cada uno de ustedes llegó a este mundo, porque yo le pedí a Dios tenerlos. Y los amo a todos por igual. Máximo es el mayor y tendrá la responsabilidad de velar por ustedes. Sobre todo, por las princesas de esta casa.
— Te queremos mucho papi. — le dijo Victoria, que era la más cariñosa con su padre, pero todos sus hermanos apoyaron sus palabras abrazando a su padre.
— Yo los amo, mis bebes hermosos. Mis pequeños, todo lo que dijeron en la televisión es mentira, yo voy a hablar con ellos. Yo quería tener 8 angelitos y Dios me los regaló
— NUEVE, ahora somos 9, ¿o tal vez. Hoy es el turno de la menor de ser negada por su padre? — le dijo Máximo desde la cima de la escalera
Santiago besó a Victoria y la puso en el sofá para poder levantarse. Había llegado el momento de hablar con su primogénito y sabía que no sería fácil.
Genoveva asintió con la cabeza, para autorizarlo a subir hacia la habitación de su hijo. Mientras ella llevó a los demás a darse un baño y a prepararse para cenar.
Santiago tocó la puerta de la habitación del mayor y escuchó el permiso para entrar
Máximo estaba sentado en su cama con la mirada fija en su padre.
— Hijo, te digo lo mismo que tus hermanos. Esa noticia es una gran mentira, yo voy a demandar a esa televisora.
— Ja, ja, ja. Padre, no creo que sea preciso recordarte que no soy un niño común. Yo investigué en Internet y la fuente de esa noticia fue tu prometida. No sabes la decepción que sentí al saber que se llame de esa manera. No voy a negar que hasta ahora habías sido el mejor de los padres, pero no puedo decir que como esposo seas tan bueno. Y aunque pienses que no es mi asunto. De una vez te aclaro que sí lo es. Cuando la que llora y sufre es mi madre. La mujer más importante en mi vida.
Santiago comenzaba a sentirse asfixiado, la decepción en los ojos de su hijo era un puñal en su corazón
— Hijo, por favor, escúchame. Yo te juro que voy a resolver esto y que seremos de nuevo una familia
— No jures en vano. Bien sabes que mi madre jamás va a perdonarte. Solo te pido que cumplas con tus deberes de padre, como hasta ahora y deja a mi madre tranquila. No quiero saber que la molestas o no volveré a hablarte.
Santiago solo asintió y abrazó a su pequeño. Máximo no dudó en abrazar con fuerza a su padre. Ese hombre que había sido su ejemplo a seguir, su héroe durante toda su vida y ahora estaba dando traspié en el pedestal donde él lo había tenido siempre
— Max, eres mi orgullo y lo sabes.
— Te extraño mucho papá — le dijo Máximo. Mientras soltaba el llanto que tenía retenido en el pecho.
Santiago lo sintió sollozar y él también comenzó a llorar y a besar la cabeza de su hijo. En este momento se arrepentía de todo.
En este momento solo quería arrodillarse ante su mujer y suplicarle perdón. Quería recuperar a su familia y disfrutar de sus pequeños.
Genoveva abrió la puerta con cuidado y al verlos a los dos abrazados llorando. Su corazón se estremeció y sus lágrimas también salieron, pero no había marcha atrás.
El error de su ex no era algo leve. Una pequeña criatura venía en camino y él tendría un vínculo con esa mujer de por vida. Y ella a esta altura no compartiría, lo que fue suyo por más de diez años. Era mejor perder su matrimonio que perder su dignidad, su tranquilidad y su paz.
— Máximo. Amor es hora de cenar —le dijo su madre, parada en el umbral de la puerta.
Los dos se separaron y fijaron la vista en ella. Los dos sonrieron a la vez. Ella era la mujer más bella del mundo para ambos. El pequeño Máximo corrió hacia su madre y ella lo recibió en sus brazos
—Te amo mami. Eres la mejor
Los tres bajaron hacia la sala y Santiago venía disfrutando el delicioso aroma de la cena. Su estómago gruñía y él estaba avergonzado. Quería quedarse a cenar, pero no quería imponerse
— Papi. Mami puso tu lugar — le dijo Camila y el volteo a ver la cara de su ex. En busca de una respuesta, pero Genoveva lo ignoró.
Ella, a petición de los niños, había puesto su lugar y su plato. No tenía nada que decir. No le daría ningún motivo para dirigirle la palabra.