Santiago es el director ejecutivo de su propia empresa. Un ceo frío y calculador.
Alva es una joven que siempre ha tenido todo en la vida, el amor de sus padre, estatus y riquezas es a lo que Santiago considera hija de papi.
Que ocurrirá cuando las circunstancias los llevan a casarse por un contrato de dos años,por azares del destino se ven en un enredo de odio, amor, y obsesión. Dos personas totalmente distintas unidos por un mismo fin.
⚠️ esta novela no es para todo publico tiene escenas +18 explícitas, lenguaje inapropiado si no es de tu agrado solo pasa de largo.
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El comienzo.
Así me imagino a Alva Beltran.
Hoy cumplo veinte años.
Me llamo Alva Beltrán, soy hija única y, a decir verdad, lo he tenido todo. Mis padres me han consentido a manos llenas desde que tengo memoria. En este momento, estoy en una estética, hojeando una revista mientras me arreglan el cabello.
Suspiro al ver a Santiago Rinaldi en una de las páginas centrales. Según dicen, hoy regresa del extranjero porque su abuela está enferma. Tiene treinta y ocho años, es uno de los solteros más codiciados del país y aún no se ha casado. Solo me gusta observarlo… leer cada nota que sale de él, seguir sus apariciones públicas.
"Qué suerte la de la mujer que logre ser su esposa", pienso mientras rozo la imagen con la yema de mis dedos.
A mi lado están mis dos mejores amigas, también arreglándose para esta noche. Paso la página y, como imaginé, aparece Patricio Linares. Otro soltero deseado por muchas, pero para mí es casi como un hermano. Amigo de la familia de toda la vida. También están René Castro, Mauricio Torres… y, entre ellos, el hermano menor de Santiago: joven, carismático, encantador, según lo que publican.
Mi padre apenas me deja salir, así que la mayoría de los rostros los conozco por revistas.
—Ya está listo tu peinado, Alva —dice la estilista.
Me miro al espejo y sonrío: me veo fabulosa. Pago con la tarjeta mientras mis amigas también se preparan para salir. Abordamos la limusina que me lleva de regreso a casa. En el camino, dejamos primero a Ana y a Lila. Nos despedimos entre risas y bromas.
Al llegar a casa, noto que el patio está decorado con luces colgantes y flores blancas. Gente entra y sale, organizando los últimos detalles.
—Alva, ya está tu vestido —me avisa mi nana, esperándome al pie de la escalera.
La abrazo antes de subir con ella. Al entrar a mi habitación, me detengo en seco: el vestido está colocado sobre un maniquí. Es de ensueño.
Mi nana me ayuda a ponerme las zapatillas mientras me acomoda el vestido.
—Qué hermosa está mi princesa —dice mi padre al entrar. Detrás de él, mi madre me mira emocionada.
—Pero aún te falta algo… —dice él, y me coloca una corona en la cabeza.
—Gracias, papá… es hermosa —le digo, viéndome en el espejo mientras lo abrazo. Luego abrazo a mamá también.
—Gracias por esta fiesta.
Salgo con ellos al jardín. Los invitados me rodean, me felicitan, y como siempre, elogian a mis padres por todo.
—Te dije que mejor nos fuéramos a una discoteca —me dice Ana, acercándose—. No sé por qué te gustan estas fiestas tan aburridas.
—No es que me gusten… lo hago por mis padres —le respondo.
—Lo sé, lo sé… perdóname. Estoy de mal humor porque mis papás me quitaron el carro.
—¿Y cómo están?
—Bien, en lo que cabe. Oye… ¿ya supiste que Santiago regresó hoy de su viaje?
—Algo así vi —digo, fingiendo indiferencia.
—¡Por favor! Si tienes tu cuarto lleno de revistas donde sale él. El fondo de pantalla de tu celular es una foto suya editada con una tuya. Sigues todas sus subastas, sus obras benéficas, ¡todo!
—Baja la voz… la gente va a pensar que estoy obsesionada.
—Es que estás obsesionada. No entiendo cómo te interesa alguien que te dobla la edad. Eres joven, hermosa, con dinero, ¡y muchos chicos te buscan! Ahí está Patricio, apenas diez años mayor que tú, y siempre viene a tu cumpleaños, año tras año.
—Santiago no me dobla la edad, solo son dieciocho años. Y el dinero no es mío, es de mis padres. A Patricio lo quiero… pero solo como un hermano.
—Pues hablando del rey de Roma…
Las puertas se abren y entra Patricio con una serenata. La gente aplaude y los flashes de las cámaras no tardan en dispararse.
—Para la princesa de esta casa —dice él, abrazándome.
—Gracias, Pato —le sonrío.
Después de saludar a mis padres, me toma de la mano.
—Me robo a la festejada un momento —dice entre risas. Caminamos hasta una mesa y comemos algunos bocadillos.
—Alva, sabes que te quiero mucho… y como cada año, te pregunto: ¿me darías una oportunidad?
—Sabes que te aprecio, pero como un hermano, nada más.
—Lo sé, pero… ¿no puedes intentar verme de otra forma?
—Lo siento, Pato… no puedo.
—¿Sigues obsesionada con Santiago?
—Eso no es de tu incumbencia.
—Claro que lo es. Estás tan enfocada en una persona que ni siquiera sabe que existes… y rechazas al que siempre ha estado aquí para ti.
—¿Y tú? Rechazas a otras mujeres de buenas familias y sigues con esto cada año. No somos tan diferentes.
La música se detiene. Me alejo en silencio. Patricio se despide de mis padres y se marcha. Lo veo irse con el corazón encogido.
—Alva, ya no me tortures. Vámonos de aquí. Te hace falta divertirte —dice Ana.
Me acerco a mis padres.
—¿No vino la abuela?
—Alva, no es tu abuela —me corrige mi padre con seriedad.
—Lo sé… pero le tomé mucho cariño.
—Si vas a salir, Jorge te acompañará —dice él, y asiento. Ya estoy acostumbrada.
Subo a cambiarme por ropa más casual. Salimos en mi auto, que conduce Ana. Jorge nos sigue en el vehículo de seguridad, como siempre.
Llegamos al club. Ana me señala algo emocionada.
—Ese es mi regalo para ti.
Sigo con la mirada hacia donde apunta… y mi corazón da un vuelco. Es Santiago. Está en el segundo piso, sentado en una mesa rodeado de otros hombres. Fuma con aire serio, elegante, distante. Como siempre.
—Averigüé dónde estaría y supe que te encantaría verlo —dice Ana, guiñándome un ojo.
—Desde esa mesa lo podrás observar perfectamente —agrega Lila.
Nos sentamos y lo observo desde lejos, sin que él se dé cuenta.
Sin duda, este ha sido el mejor regalo de cumpleaños.
Esta bien q Alva esta embarazada y bla bla bla, pero q le esten encima TODOS todo el tiempo es súper fastidioso! Ella tiene un marido q la puede cuidar, pero no, tienen q meterse el cuñado, las amigas, los padres, los suegros... Falta la abuela d Santiago nada más
Si sus padres no se preocuparon antes x el, q vengan ahora xq el tiene "poder" o dinero y qcy no esta bueno!