El Sultán Murad, un hombre de 45 años, debió ascender al trono contra de su voluntad, debido al mandato del espíritu guardián del maldito de su padre; sin embargo, debido a los traumas que tuvo al crecer en el harem de su progenitor, lo que realmente deseaba era poder rehacer su vida lejos de aquel país.
Por una alianza realizada con el monarca del reino vecino, el rey Guillermo, decidirá viajar a tierras extranjeras con el fin de buscar esposa y así sellar por completo los acuerdos de paz entre ambas naciones. Sin imaginar, en su camino se cruzaría con la segunda princesa bailarina, maldita de nacimiento, y la cual provocaría que el espíritu guardián le hiciera una propuesta: salvarla de su maldición a cambio de su libertad.
Siendo un hombre completamente opuesto a lo que se esperaba en un gobernante, y sabiendo que su querido hermano menor podría ser el futuro sultán, acepta el trato.
¿Podrá ir en contra de tal poderosa maldición?
¿Podrá salvar a la segunda princesa bailarina?
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CAPÍTULO 1
Una mujer se encontraba llorando, mientras sostenía a su hijo mayor, el cual estaba con sus manos ensangrentadas. No podía hacer nada, aunque se muriera de la ira contra la concubina de su esposo, ya que este era el sultán y por ende, no había fuerza en la tierra capaz de contradecirlo.
—Mami—susurró su hijo—lo siento...
—Por favor—rogó al sultán—por piedad, perdone al príncipe Murad.
—¡Insolente!—ahora golpeó a su esposa—¿Quién te crees para evitar que lo discipline?
El sultán miraba con vergüenza a su hijo, no podía creer lo que su concubina le había dicho hasta que lo vio con sus propios ojos. Su heredero, escogido por la propia águila divina, estaba jugando a ser cocinero. Incluso, su esposa, en secreto, tenía un pequeño espacio en el que había acondicionado una cocina de juguete.
Ya suficiente tenía con que su hijo fuera un niño con sobrepeso, cobarde y llorón, como para soportar que él estuviera haciendo algo que solo las mujeres podían hacer. Con ira, ordenó quemar su cocina de juguete en el patio del palacio de la reina mientras este miraba como lo que más le gustaba era destruido.
—¿Sabes cuál fue tu pecado, verdad?—preguntó el sultán.
—Sí, su majestad—respondió cabizbajo.
—Dímelo—le ordenó.
—Jugar a la cocina—respondió sin levantar su cara.
—Bien—habló antes de irse—cuida a tu hijo, ¡No seas una deshonra!
La reina solo asintió, mientras la concubina soplona sonreía con malicia antes de irse con el sultán. Una vez estuvieron solos, apenas pudieron levantarse del suelo. Su madre, quien estaba enferma desde que había dado a luz a su hijo menor, fue de inmediato a su habitación y mientras comprobaba el estado del niño en la cuna, ordenó tratar las heridas de Murad.
—Murad lo siente—pidió perdón.
—No—susurró acariciando a Murad—mamá... siente no protegerte a ti y a tu hermano.
Murad dejó que su madre, también lastimada por los golpes de su padre, lo abrazaba, mientras seguía observando a su hermano menor en la cama. Si bien no quería ser el sultán, y su pasión se encontraba en jugar a que era un cocinero, detestaba incluso ser un hombre como su padre, que amaba más a sus concubinas que a su madre. Por ende, mientras pudiera proteger a los que más amaba, aceptaría algo que odiaba con su corazón.
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32 AÑOS DESPUÉS...
El cielo estaba increíblemente despejado para el clima tan fresco de ese día. Una niña rubia, con cabellera ondulada, observaba los pájaros volar.
A su lado, sus tres hermanas se encontraban escuchando las historias de la abuela Baba. La anciana, al ver el silencio de la segunda hija de la duquesa, dejó de leer y le habló preocupada.
—¿Ocurre algo, Beatrice?—cuestionó la anciana—¿Beatrice?
Por más que la abuela Baba la llamara, la niña de ocho años seguía sin prestarle atención. Fue en ese momento que otra de las hermanas habló.
—¿De verdad conoceremos a nuestro príncipe azul?—preguntó emocionada Anastasia—¡Yo quiero casarme con sir Scott!
—¡Y yo con el príncipe Máximo!—expresó la tercera hermana.
—¡Y yo con el papa!—terminó de hablar la menor de todas.
La abuela Baba se rio con dulzura, al parecer las niñas habían heredado el gusto de su madre por los hombres mayores. En definitiva, usaría eso para molestar al duque Jeremy, el cual recientemente había dado la bienvenida a sus últimas cuatro hijas, teniendo un total de doce princesas, las cuales estaba segura seguirían los pasos de su madre a la hora de elegir esposo.
—¿Son o se hacen idiotas?—cuestionó con ira Beatrice.
—¡Beatrice!—la abuela Baba la regañó.
Sus tres hermanas se sintieron tan ofendidas que un concierto de lloriqueos comenzó a resonar en la sala de juegos, haciendo que Beatrice saliera corriendo y se escondiera bajo la cama.
Pasado unos minutos, la puerta de la habitación se abrió y la pequeña observó las botas de su padre caminar en toda la estancia.
—¡¿No está Beatrice?!—preguntó el duque Jeremy—y yo que quería que ella me ayudara a comer estos chocolates...
La niña, quien estaba llorando, al escuchar la jarra de dulces de su padre, salió de su refugio y corrió directo a abrazar la pierna del duque.
Beatrice, quien se caracterizaba por ser muy reservada y fría, solo se alegraba cuando su padre llegaba con la jarra de dulces. El hombre le recordaba a las historias de Santa Claus que había escuchado antes, dónde un hombre gordito con las mejillas rosas traía alegría a los niños.
El duque sonrió al ver que su plan funcionó, así que, tomando en brazos a su hija más querida, ya que era muy unida a él, la llevó a su despacho a comerse los dulces con él.
—Papá prometió a mamá adelgazar...—le dijo sentándose en el sofá a su lado—pero esto será nuestro secreto, ¿vale?
—¿Mamá ya no quiere a papi?—preguntó comiéndose una de las galletas.
—Al contrario—respondió dándole un beso en su frente—es solo qué papi sufre de la presión alta, así que debe bajar de peso.
Jeremy observó como su hija asentía en señal de entendimiento, antes de comerse otras tres galletas. Luego de pasarle un vaso con leche, procedió a preguntarle sobre lo que la abuela Baba le había dicho.
—No me gustan los cuentos de hadas—respondió la niña con la cabeza baja—le tengo envidia a las princesas que encuentran a su príncipe azul. Mis hermanas y yo estamos malditas, al final moriremos...
—¿De dónde has escuchado eso?—cuestionó Jeremy asustado.
—Lo estaban susurrando varias personas en la misa del domingo pasado—respondió la niña haciendo un mohín—lo siento.
—Cariño, antes muerto yo a que alguien las mate a tus hermanas o a ti—le besó de nuevo la frente—ustedes son mi mayor tesoro. Así que apenas veas a tus tres hermanas, te disculparás con ellas, ¿entendido?
Jeremy suspiró con pesadez después de que la abuela Baba se llevara de nuevo a Beatrice. Le dolía el corazón el tan solo recordar la maldita bruja que había maldecido a sus hijas. La pequeña de cabellera rubia se fue más calmada, sentía que podía confiar en las palabras de su padre.
Porque siempre los dioses caprichosos y los demonios malditos hacen con los hombres no se les antoja su gana...
aaaag. que coraje
teníamos que saber esto???!!!
y al regresar baba aseguró que habian perdido su virginidad...
ahí ya no entendí.
ahora lo desoreciaran por flaco y feo jajajaja
o la que se suicidó??/Skull/
sublime
hermoso
maravilloso...
Ojalá le hagas justicia a este héroe...
será en defensa propia
por eso corrompe y laceraba el cuerpo de Beatriz?
como venganza. por su hermano maldito demonio
suena que está madre tiene mucho que ver con la maldición de sus hijas
alguien me puede informar?
será épico este novelon
ya que acabe la masacre
parece los pasajes de Edgar Allan poe
me estoy confundiendo