Nicolina, una sexi y curvilínea Italiana regresa luego de 10 años, para abrir un Bar que promete subir el calor en los Ángeles.
Bruno Altamirano un seductor, frio y sumamente organizado, se abre paso en el mundo de la arquitectura, ajeno a que la jovencita de la que se enamoro perdidamente en su juventud, regresó a su vida ordenada tan solo para desmantelarla con un documento que podría cambiarlo todo.
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Cavernicola
Un par de días habían pasado de aquel encuentro que dejó a más de uno movilizado.
Nicolina se sumergió de lleno en la inauguración de su nuevo Bar, faltaba unos meses para que eso sucediera.
El evento que habían soñado Luka y ella se sentía tan cerca que ya podían palparlo.
La verdad es que para la italiana esa actividad fue un bálsamo a la cabecita loca que no paraba de recordar una y otra vez aquel encuentro y que la llevo a tomar la pastilla del día después. Descuido por el cual se había regañado; siempre fue muy cuidadosa con su cuerpo, pero Bruno lograba descontrolarla.
Para el mencionado tampoco fue muy diferente, después de aquella charla con Leo creyó posible alejar de su mente aquellas deliciosas sensaciones que aun recorrían su cuerpo, pero eso se volvía casi imposible, necesitaba de manera urgente algo o alguien que lo aleje de ese lugar a donde su mente lo arrastraba.
En cuanto a Tami, no estaba mejor, ella no era de las mujeres de solo una noche y se reprochaba por ser tan malditamente sensible.
Incluso llego a pensar en llamar a Leo y pedirle disculpa por la nota que dejó, pero cierta rubia malhumorada se lo impidió, recordándole aquella promesa que se hizo en el encuentro.
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Esa mañana las tres amigas acordaron desayunar juntas en una bella y pintoresca cafetería y pastelería.
“Dulce Mia”, un lugarcito tierno, de paredes en tono pastel y mesas redonditas con manteles a cuadro en combinación con sillas de respaldo graciosos, pues simulaban coronas.
El lugar decía, dulzura en todos lados, como su dueña, que contaba con dos empleados que la adoraban.
Tami no era ostentosa, y tenía con qué. Tuvo una crianza cargada de amor y compresión. Por lo que no fue extraño que sus padres, dueños de una cadena hotelera, la apoyaran en su sueño de ser repostera, y no la obligaran a seguir sus pasos.
Las chicas habían acordado reunirse allí, antes de que Cleo y Nico fueran al bar a ultimar detallitos de su presentación.
-Tenías que ver al bobo de mi hermano ayer, no dejaba de ver, como esta demente movía su culito en el escenario- agrego entre risas Nico mientras batía su malteada rosa.
Y es que cada vez era más evidente que su hermano y la rubia se traían ganas. El problema es que una era orgullosa y el otro jamás se involucraba en relaciones serias.
-Deja de decir tonterías, miraba el trasero de todas, menos el mío- se quejó Cleo estirando la trompa.
Se sentía molesta, por pensar erróneamente que le era indiferente al italiano. Y como no, si cada que terminaba un ensayo, tenía que ver como este subía a su moto a una bailarina distinta.
-¿Entonces te molesta que no te mire?- Tami elevo una de sus cejas y mostro una sonrisa pícara.
Había veces que su inocencia cedía, pero como la esencia permanecía, extendió un panecillo de dulce en dirección a su amiga.
Cleo abrió los ojos, solita se había puesto la soga al cuello- ¡¡Deja de decir pavadas!! Se quejó y dio un bocado a la delicia
- Ay esto está de muerte\, te amo- cerro los ojos y disfrutó el rico sabor.
Tami se sintió feliz, ver como sus creaciones eran bien recibidas, no tenía precio.
-Gracias- respondió con las mejillas rosaditas, le costaba acostumbrarse a los halagos, que no sean de sus padres.
-Nena, te lo mereces, esto…- Nico señalo el lugar, que estaba repleto de personas- es hermoso y tu trabajo excepcional.
-Mmmm- la rubia movió la cabeza asistiendo y con los labios llenos de azúcar glas.- Tiene toda la razòn.
-La verdad jamás pensé que podría llegar a tanto, estoy pensando en abrir una sucursal de “Dulce mía” en Nueva york, ¿Qué DICEN? - chillo feliz.
-Cariño, estoy segura que te ira genial… Tami jamás dudes de tus capacidades, eres buena en esto - agrego Nico y acarició la mejilla de su amiga que sintió su corazoncito vibrar con tan cálido apoyo.
-Sip, y en la cama también, al parecer- agrego Cleo ganándose las miradas de esas dos, sin comprender.
-No me miren- dijo la rubia relamiendo sus labios- vean a la puerta.
La pelirroja, giro lentamente y sus ojitos brillaron cuando uno de sus empleadas recibió a un castaño de traje de diseñador y sonrisa seductora.
-¿Qué hago?- soltó, con la boquita temblorosas y las palpitaciones a mil.
-Sujeta la bombacha, cariño- susurró Nico y Cleo comenzó a reír.
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A varios kilómetros de allí, las máquinas de construcción hacían resonar sus motores. Hombres de casco amarillos y ropa de grafa se movían en los andamios de una construcción que prometía ser uno de los mejores complejos privados.
El polvillo se levantaba cada que caí al suelo alguna bolsas de cal y la arena se desparramaba en el viento, provocando que al contacto con la piel generara una incómoda picazón.
Pero todo esto era música para Dante Greco, amaba controlar el proceso de una construcción, ver como de la nada se podían crear cosas maravillosas.
Alessandro era el intelectual, el que se encargaba de convencer y cerrar los negocios, pero él era hombre de trabajo, de esos que adoraban unirse a sus empleados y sudar sin temor.
Había ido a tempranas horas a controlar y llevar unas donas a su gente, tenían que ponerse al día, por varias semanas algunas lluvias retrasaron el trabajo, pero nada que no pudieran superar.
Se había entretenido tanto entre risas y conversaciones, que sin darse cuenta ya se encontraba removiendo mezcla como si fuera uno más.
Su saco estaba sobre un andamio, al igual que su camisa, y de pronto el dueño de una creciente constructora era uno con sus empleados, dándole duro al trabajo
Lo que lo llevo abandonar su teléfono en el traje e ignorar , nuevamente, las llamadas de cierta mujer arrogante que le había enviado decenas de mensajes que tampoco respondió.
Lo que jamás imaginó, es que esta se atrevería, a ir a la obra.
Su gente lo había puesto al tanto de la última visita, y a pesar de los mil elogios que esos hombres hicieron esa belleza, se vio opacada por el carácter arrogante que se cargaba.
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Camila Altamirano, tuvo que aprender que en un mundo de hombres ella debe ser firme al menos eso fue lo que constantemente le recalco su padre.
Después de detener su camioneta frente a la obra, tomar su bolso de mala gana y dar un fuerte portazo al descender, se dirigió a la entrada.
Estaba una furia, el trabajo para ella era vida, lo quería todo perfecto y ya. Pobre de quienes la rodeaban cuando no lo conseguía, eso la convertía en un dragón.
Esquivo hierros y herramienta, lo que era un poco difícil por sus altos tacones
Se aproximó a un empleado, que no hacía más que devorarla con la mirada, situación a la que la arquitecta estaba acostumbrada, pero que no la amedrento.
-¿Dónde está tu jefe?- el tono demandante y la mirada de “si sigues mirándome así te castro”, hizo que el jovencito indique el lugar y retrocediera unos paso.
La mujer elevo el mentón y movió sus caderas con gracia adentrándose. Su vestuario no estaba acorde para quien visita una obra y es que no estaba en sus planes ir, pero como cierto italiano no respondió sus llamadas tuvo que reprogramar una reunión con un potencial cliente, que no quedo muy feliz.
Camila no perdió la elegancia, aun en terreno inestable, como el que se estaba moviendo.
Pudo ver a los lejos un grupo de cinco hombres riendo junto a la maquina mezcladora, pero sus ojos inevitablemente se posaron en la perfecta espalda en V, que mostraba cada musculo contraído por los movimientos.
-Necesito alguien así, para que arregle mi casita… ¡¡Concéntrate!! - se regañó mentalmente.
Se aproximó al grupo, y varios detuvieron lo que hacían al ver semejante monumento de mujer.
Camila mantenía su semblante distante, pero elegante
-Dios hoy fue generosos, nos acaba de mandar un ángel precioso- murmuró uno de los que ayudaba a Dante.
-Muchachos, lo que sea que los entretenga, no es tan importante como esto. - dijo el italiano, ignorando que unos metros detrás estaba una mujer
-No creo que piense lo mismo patrón si la ve- dijo otro tocando su hombro para que detenga lo que estaba haciendo.
-Vamos ch…
-Buenos días- la voz femenina lo interrumpió- estoy buscando a su jefe, será que hoy se dignó a venir o tiene otro almuerzo familiar- el tinte arrogante, hizo que el italiano curvara sus labios con molestia.
Dejos los guantes que tenía puesto a un lado y volteo, para ver quién era la atrevida
Los ojitos de Camila recorrieron ese perfecto espécimen, no solo porque el maldito traía el torso denudo, sino por las gotas de sudor que delineaban su firme abdomen.
Si, la pervertida se imaginó sus manos paseando por allí, pero rápidamente alejo la idea al oírlo
.- ¿Quién lo busca?- el tono masculino y casi rasgado aturdió a la arquitecta, que por primera vez fijo sus ojos en el rostro masculino, de quijada firme, barba al ras y unos ojos verdes de ensueño.
-Carajo, no puede verse tan bien- pensó Camila tratando de controlar sus hormonas
Dante, tampoco perdió detalle de esa mujer, ojos azules, rostro pequeños, cabello negro recogido en un rodete, que hacía que la piel blanca se percibiera suave y ni hablar de ese vestido que si bien no mostraba demasiado marcada unas curvas de muerte.
- Y esta belleza de donde salió.
-Camila Altamirano, soy la arquitecta que tiene a cargo este proyecto, y necesito hablar con el señor Dante Greco- se presento correctamente, buscando concentrarse en la tarea por la que fue.
Los empleados observaron como su jefe tomo un casco y camino hasta la mujer que trastrabilló dando pasos hacia atrás al ver esa mole aproximándose.
-¿Qué hace?- frunció el ceño y se mostró desconfiada al sentir como invadían su espacio.
Dante se mostró apático, pero el perfume de la mujer lo estaba invitando a pecar. Sin darle explicaciones coloco sobre esa cabecita un casco.
-No debería ingresar a un sector en construcción sin protección, menos con esos tacones, al parecer es una novata-
Aquella palabra fueron pólvora para quien estaba buscando ser lo más diplomática posible.
-¿Novata?- interrogó con el casquete de costado, debido a la horquilla que sujetaba su cabello.
Dante curvo sus labios asistiendo, le pareció en extremo hermosa, al ver como esos radiantes zafiros se encendía enojados.
-Mire, no tengo tiempo que perder con usted, llame su jefe que quiero saber que estúpida excusa va poner por el retraso de la obra.
Dante arqueo las cejas y los que oían la conversación decidieron alejarse
-Pues si no quieres perder el tiempo conmigo, para que me buscas- dijo sin humor y fue hasta su camisa para ponérsela, sin abotonar.
Camila proceso aquella información y se aproximó a Dante tomando su brazo cuando este intentó irse-
-¿Tu eres Greco?- interrogó furiosa y una de sus cejas se elevo
-Aja- respondió el italiano alejando su brazo, sin poder evitar quedar obnubilado por ese gestito odioso donde la naricita se arrugaba y los ojos se entrecerraron
-El imbécil que no atiende mis llamadas- exhalo sonriendo de mala gana.
No podía creer que lo tenía enfrente, se había cruzado media ciudad para encontrarlo, la había dejado como idiota con ese cuerazo al viento y encima la ignoraba, definitivamente era mucho para una Altamirano que se respeta.
-¿Imbécil?... Dios, no me digas que tú eres la loca histérica que no ha dejado de llamar. - provoco más que entretenido al ver como esta imponía su pecho como un bello pavo real.
-¿Loca histérica?
-Me dijiste imbécil, no espere flores si arrojas dardos- respondió ofuscado
Para él esa charla significaba tiempo perdido en su trabajo.
-Eres el sujeto más irresponsable y poco confiable que he visto en mi vida. - batió sus brazos en el aire, y en aquel movimiento, la horquilla que sujetaba su cabello cayó al suelo, dejando el azabache de su largo cabello deslizarse en cascada sobre sus hombros.
Él trago saliva y carraspeo, sin demostrar que esa mujer estaba provocando estragos en su cuerpo.
Dante no se reconocía, siempre fue un hombre que poco se dejaba llevar por la belleza femenina, pero esa mujer era el combo, belleza y carácter. Como un yegua salvaje, sublime.
-Huy, pero mira nada más, la princesita se enojó- rio buscando enojarla un poco mas, si es que eso era posible.
-No soy una princesita- respondió firme- y espero tengas un plan para recuperar los días perdidos, porque es exactamente lo que vine a buscar, un plan, que no nos haga perder dinero.
Dante se aproximó y ella se mantuvo estoica, sin bajar la mirada ante esa mole
-Primero, no soy irresponsable, simplemente me ocupo de lo importante, mi personal y su bienestar… tus llamados no lo eran. – Esos ojos verdes parecían dejar sin habla a la arquitecta que apretó sus manos con fuerza.
-Segundo, trabajo con personas, no con animales o maquinas, dijimos seis meses y cumpliremos en seis, ahora como acomodo los horarios de mi personal no son de tu incumbencia.
-Pero…- trato de interrumpir, pero él no la dejó.
-En cuanto a confianza, esa es la que el cliente nos cedió a nosotros, porque conoce nuestro trabajo y es exactamente por lo que tú tienes el proyecto, u olvidas que la constructora anterior, que ustedes dirigían con su ex socio, falló- respondió con una enrome sonrisa falsa, hincando en el orgullo de Cami
- Por lo tanto\, Princesita\, si quieres aprender algo de esto\, ven con ropa acorde al lugar y quizás tenga tiempo de enseñarte…Ahora dejamos trabajar.
Intento alejarse, pero Camila apresuró el paso y se detuvo frente a él, apoyando su mano sobre los pectorales marcados, para detenerlo..
Dante abrió sus hermosos ojos, sorprendido, el calorcito en su pecho fue inexplicablemente atrayente.
-Ahora vas a escucharme, cavernícola…- explico apretando los dientes- Uno, no soy una novata a la que vas a tratar como un trapo, si quieres enseñarme algo, ve y estudia en una de las universidades mas prestigiosa, recíbete de arquitecto con honores y quizás te escucho.
Los obreros oían esto entretenidos, la verdad que era el mejor receso de sus vidas. Esa mujer era preciosa, pero sobre todo una fiera.
-Dos, este no es mi primer trabajo y no voy cargar con las culpas de una constructora que no hizo su trabajo, así que tus estúpidas ínfulas de grandezas, donde mides quien la tiene más grande lo haces con tu gente. - Señalo a los hombres que disimuladamente miraron a otro lado cuando se encontraron expuestos.
-Por último... No soy una princesita que dibuja casitas, soy una profesional que diseña edificios de gran escala y jamás permito que nadie se crea con derecho a pisotearme, tu no serás el primero.
Dante lejos de enojarse estaba extasiado, y por primera vez quedo sin palabras.
-En cuarto a cómo visto, no es tu problema, pero si hoy estoy así es por culpa de un arrogante que no fue capaz de atender un llamado de trabajo, lo que me llevo a perder un cliente…
Camila parecía tomar vuelo cuando se enojaba y esta vez volaba alto - Tú vas a trabajar conmigo… te guste o no ambos estamos interesados que esto salga bien.
-¿Estamos claros?- Elevó sus cejas y los ojos azules parecían piedras preciosas cuando la luz del sol los alumbro.
-Estamos claros, Princesa- su mano fue a la de Camila que aún seguía sobre su pecho y la alejó con delicadeza.
-Me alegra, cavernícola- respondió curvando sus labios con arrogancia, y como toda una reina salió del lugar seguida por la mirada de todos, en especial de un nuevo admirador.
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ayyy Gabi como te vamos a premiar ante tanta demora para actualizar ?