En un giro del destino, Susan se reencuentra con Alan, el amor de su juventud que la dejó con el corazón roto. Pero esta vez, Alan regresa con un secreto que podría cambiar todo: una confesión de amor que nunca murió.
A medida que Susan se sumerge en el pasado y enfrenta los errores del presente, se encuentra atrapada en una red de mentiras, secretos y pasiones que amenazan con destruir todo lo que ha construido.
Con la ayuda de su amigo Héctor, Susan debe navegar por un laberinto de emociones y tomar una decisión que podría cambiar el curso de su vida para siempre: perdonar a Alan y darle una segunda oportunidad, o rechazarlo y seguir adelante sin él.
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El peso del amor no correspondido
Capítulo 1
—¿Lo hiciste todo por ella? ¿En serio? Ella te abandonó, fingió su muerte, y yo estuve aquí, intentando curar las heridas de tu corazón. Estuve para que, para que con un solo gesto, volvieras a sus pies…
Susan lo miró con los ojos empañados de lágrimas, su voz quebrada por la frustración.
—Tú no lo entiendes… —contestó él, bajando la mirada, como si la batalla ya estuviera perdida—. Tú eres mi alma gemela, sí. Pero ella es el amor de mi vida. Tú eres la amiga, la esposa, la amante con la que me reconozco, pero ella siempre será mi amante, la única que habita mi corazón.
Susan lo miró como si una parte de ella hubiera muerto al escuchar esas palabras.
—Está bien —dijo con una sonrisa triste, casi irónica—. Mañana nos veremos en el registro para formalizar el final de este matrimonio de dos años que me hiciste creer que era perfecto. Yo soy la tonta, por haber creído que, aunque ella estuviera viva o muerta, tú me preferirías.
Él tragó saliva, el remordimiento pintado en su rostro, pero nada pudo decir para consolarla.
—Lo siento, bella. No fue mi intención hacerte perder tres años de tu vida conmigo. Sabes que, al principio, esto fue por compromiso, no del todo, pero sí por compromiso. Y aunque te tome cariño, ella siempre será mi todo.
Susan cerró los ojos, tragándose las palabras que quería gritar.
—Ya entendí… Solo espero que no te arrepientas, Alan.
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Hace seis años…
La mesa estaba llena de risas y charlas familiares. Los padres de Alan, ansiosos por conocer a la que, según él, sería la mujer con la que pasaría su vida.
—Cariño, por fin nos vas a presentar a esa supuesta novia que tienes desde que entraste a la carrera de arquitectura —dijo su madre con una sonrisa llena de expectativas—. Recuerda que quiero muchos nietos, sabes lo mucho que sufrí para tenerte, y por eso eres el único.
El padre de Alan asintió, agregando en tono grave:
—Es cierto, hijo. Perdimos a dos antes que a ti, y por eso queremos tener muchos nietos, así que solo esperamos que sea una muchacha saludable.
Alan sonrió incómodo. Ya había discutido el tema de los nietos con ellos muchas veces, pero no estaba listo para hablar de lo que realmente importaba.
—Claro, padres. Mi novia es la mejor... no se preocupen por nada. Y sobre los nietos, no estoy seguro. Creo que adoptar sería una buena opción.
Su madre lo miró con incredulidad.
—¿Qué tonterías estás diciendo? Quiero un nieto biológico, no me hables de adopción.
Alan suspiró.
—Lo siento, madre, tengo que irme. Y no se olviden, hoy es mi graduación.
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Una hora más tarde…
Helen y Alan se encontraban en un rincón, alejados de la multitud. El aire estaba cargado de nerviosismo, pero también de una felicidad tranquila. Después de todo, hoy se graduaban. Pero había algo más que pesaba en su corazón.
—Amor, sé que estoy de acuerdo en casarme, pero ¿qué dirán tus padres? Tengo entendido que quieren nietos, y… bueno…
Alan la miró con cariño, pero también con preocupación.
—Claro, podemos adoptar. ¿Cuál es el problema, amor?
Helen titubeó antes de hablar, su mirada buscando una respuesta.
—¿Y qué pensaran cuando se enteren de que soy transexual?
Alan la tomó de las manos, seguro de lo que sentía.
—A mí no me importa. ¿Qué les tiene que importar a ellos?
Helen suspiró, pero su rostro reflejaba una mezcla de miedo y amor.
—Bueno, pero también escuché que tus padres son estrictos… y mi familia me abandonó cuando inicié mi transición.
Alan la abrazó con fuerza.
—No te preocupes por eso, amor. Hoy es un día especial porque nos graduamos. Y luego, podré pedirte matrimonio. Lo más importante es que formaremos nuestra familia, aunque sea de una manera diferente.
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Dos horas más tarde…
La ceremonia terminó con aplausos y sonrisas, y Alan no pudo esperar para correr hacia Helen.
—Helen, ¿te casarías conmigo?
Helen lo miró, los ojos brillando con emoción, y sin pensarlo, respondió:
—¡Sí! Claro que sí.
Se abrazaron con fuerza, un beso selló la promesa, mientras los presentes los vitoreaban. Los padres de Alan se acercaron, sorprendidos pero felices.
—¡Felicidades, chicos! Mientras más pronto se casen, más rápido podré tener nietos. Además, nuestro regalo de bodas será la casa que escojan.
Helen, visiblemente nerviosa, les sonrió con cautela.
—Buenas tardes, señores. Lamento no haber ido antes, pero…
Alan la interrumpió con una sonrisa protectora.
—No hace falta, ya lo hablamos. Y sobre los nietos, madre, ya lo discutimos.
Su padre, aún sin comprender completamente la situación, les dio un abrazo.
—Bueno, entonces vayan a celebrar. Pero no olviden la comida a las 7. Tienen cuatro horas para disfrutar.
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Hora de la cena…
La noche transcurría entre risas, pero la tensión de lo que estaba por decirse se palpaba en el aire. La conversación giraba sobre la boda y los futuros planes, hasta que la madre de Alan rompió el silencio.
—Bien, entonces si nos apresuramos, en un año podré tener a mi primer nieto en brazos.
Alan, conteniendo su frustración, respondió con firmeza.
—Basta, madre. Ya te lo he dicho. Nunca tendrás nietos de mi parte.
Helen intentó calmarlo, pero su madre no dejó de mirar a la joven con desdén.
—¿Qué tonterías estás diciendo, hijo?
—Lo siento, pero no puedo tener hijos.
La madre de Alan no lo creyó, y fulminó a Helen con la mirada.
—Eso es mentira… —dijo, volviendo a mirar a Helen con odio—. Seguramente, tú eres la defectuosa, y le estás echando la culpa a mi hijo.
Helen, con la voz temblorosa, decidió finalmente hablar.
—Lo siento, señora. Pero tiene razón.
La madre de Alan se quedó sin palabras. El padre, mirando la situación con desconcierto, intentó calmar las aguas.
—Tranquila, amor…
Pero Alan la interrumpió con voz firme manteniendo la situación en orden.
—Es cierto que no puedo tener hijos porque nací como hombre. Perdón por no cumplir con mi "obligación" de darles un nieto, dijo Helen
Helen, devastada, salió corriendo de la casa, con Alan corriendo tras ella.
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Pasaron los días…
El padre de Alan empezó a aceptar la situación, aunque en su corazón aún había dudas. La madre de Alan, sin embargo, nunca dejó de intentar separar a su hijo de Helen. Pero, a pesar de todo, el amor de Alan por Helen no se quebró.
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Seis meses después…
La boda se celebró en una tarde soleada. La madre de Alan no pudo evitar hacer un escándalo, pero al final, el matrimonio se llevó a cabo. El 24 de diciembre de 2020, Alan se casó por primera vez con el amor de su vida.
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Dos años más tarde…
Helen fue diagnosticada con cáncer cerebral. Ambos renunciaron a sus trabajos para pasar el tiempo que les quedaba juntos en la tranquilidad de su hogar.
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Dos meses después…
Helen falleció, dejando a Alan sumido en una profunda depresión. La madre de Alan, aunque triste por la pérdida de su nuera, encontró consuelo en la idea de que, al menos, ahora su hijo tendría la oportunidad de ser padre, aunque a su manera.