Logan es un joven empresario destinado a heredar la dirección de la empresa familiar, pero hay una condición: debe estar casado. Seguro de cumplir el requisito, anuncia a su padre que pronto presentará a Irina, su novia, y le pedirá matrimonio durante el cumpleaños de su madre. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que Irina lo engaña con su mejor amigo. Herido y lleno de rabia, un accidente de auto lo lleva al hospital, donde su vida toma un giro inesperado.
Cuando su padre le exige respuestas sobre su supuesta novia, Logan improvisa desesperadamente y señala a Emma, una joven y amable enfermera, como su prometida. Ahora, debe convencerla de participar en su farsa para salvar su futuro profesional.
Lo que comienza como un acuerdo temporal pone a prueba los corazones de ambos. ¿Podrán mantener la mentira sin caer en el juego de las emociones? Entre secretos, atracción y el riesgo de perderlo todo, Logan descubrirá si es posible volver a creer en el amor.
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Marcando territorio
La mañana siguiente llegó con un aire de expectativa. Logan y Emma se prepararon para asistir a la cita médica, un paso importante en el camino hacia la recuperación de Logan. Aunque él mantenía su habitual actitud distante, había algo en su semblante que revelaba cierta ansiedad.
El trayecto hasta el consultorio fue silencioso, con Emma intentando mentalizarse para la visita y Logan enfocado en lo que el médico pudiera decirle. Al llegar, el galeno los recibió con profesionalismo, pero su mirada hacia Emma fue diferente, cargada de una emoción que Logan no pasó por alto.
El médico solicitó una serie de exámenes a Logan, dejando a Emma en el consultorio mientras el joven era atendido. Apenas Logan se hubo marchado, el galeno se volvió hacia ella con una sonrisa contenida y una mirada que delataba su interés personal.
—Así que al final Logan Reese resultó ser tu novio —comentó, su tono era ligero, pero cargado de una intención más profunda.
Emma, sorprendida por la pregunta, abrió la boca para responder, pero dudó. El médico, no era su amigo, pero había estado pendiente siempre que ella necesitaba algo, había sido un apoyo en el pasado, y nunca le había insinuado nada de manera directa. Sin embargo, ahora, su voz sonaba extrañamente cargada de emociones que Emma no sabía cómo manejar.
—Pues sí —respondió al final, sin muchos detalles, tratando de no parecer incómoda.
El médico asintió lentamente, como si evaluara la situación. Antes de que pudiera decir algo más, la puerta del consultorio se abrió y Logan entró en la habitación. Aunque su expresión permanecía estoica, sus ojos se movieron con rapidez entre Emma y el médico, captando de inmediato la tensión en el ambiente.
"Interesante," pensó Logan, aunque por dentro sentía una punzada de irritación. No había necesidad de palabras; el interés del médico por Emma era evidente, y Logan decidió actuar al respecto.
Con un gesto calculado, se acercó a Emma y tomó su mano con naturalidad, entrelazando sus dedos y acariciándolos ocasionalmente. La mirada del galeno se posó en el gesto, su expresión se volvió tensa por un instante antes de volver a la neutralidad.
—¿Todo en orden? —preguntó Logan, su tono sonaba tranquilo, pero sus ojos desafiaban al médico.
El galeno aclaró su garganta y se centró en los exámenes que tenía sobre el escritorio.
—Sí, claro —dijo con profesionalismo—. Los resultados de los exámenes son buenos. Ahora, vamos a revisar tus piernas.
Logan asintió y permitió que el médico realizara la evaluación. Emma permaneció a su lado, aún sintiendo el calor de su mano en la suya, aunque él no dijo nada más al respecto.
Después de un examen minucioso, el médico se enderezó y se dirigió a ambos.
—Logan, estás listo para comenzar con la fisioterapia. Tus piernas han recuperado suficiente sensibilidad y fuerza como para trabajar en ello. Con esfuerzo, creo que podrías dejar la silla en poco tiempo.
Emma no pudo evitar sonreír al escuchar la noticia, sus ojos brillando con emoción.
—Eso es maravilloso, Logan —dijo, girándose hacia él con genuina alegría.
Logan simplemente asintió, aunque una pequeña sonrisa se formó en sus labios al ver la reacción de Emma.
El médico continuó explicando los pasos a seguir, detallando los ejercicios y el proceso que Logan debería seguir. Sin embargo, a pesar de la información importante, el ambiente en la sala seguía cargado por una tensión subyacente.
Cuando finalmente salieron del consultorio, Logan sostuvo la puerta para Emma, pero antes de dejar que se adelantase, murmuró cerca de su oído:
—Parece que mi doctor tiene un interés particular en ti.
Emma se detuvo y lo miró, sorprendida.
—¿Qué? Eso no es...
—Es evidente —interrumpió Logan con un tono tranquilo, pero firme—. Solo quería dejarle claro que no tiene oportunidad.
Emma frunció el ceño, pero no dijo nada más. No sabía cómo sentirse ante el gesto de Logan, que oscilaba entre ser algo tierno y una afirmación posesiva.
El viaje de regreso a la mansión fue silencioso, cada uno inmerso en sus pensamientos. Sin embargo, algo había cambiado en la dinámica entre ellos, aunque ninguno de los dos estaba dispuesto a admitirlo aún.
El automóvil se detuvo frente a la mansión, y Logan, con un suspiro, indicó a Emma que bajara primero. Mientras el chofer ayudaba a Logan con su silla de ruedas, la puerta principal se abrió, revelando a un joven de cabello oscuro y sonrisa traviesa que parecía estar a punto de salir. Era Alec, el hermano menor de Logan, conocido en la familia por su energía inagotable y su afilado sentido del humor.
—¡Mira quién ha llegado! —exclamó Alec, con su tono usual de burla amistosa mientras bajaba los escalones hacia ellos—. El milagroso Logan y su encantadora enfermera personal.
Logan puso los ojos en blanco, acostumbrado a los comentarios de Alec, mientras Emma intentaba no reírse.
—Buenas tardes, Alec —saludó Emma con cortesía.
Alec se detuvo frente a ellos, cruzándose de brazos y observándolos con una ceja arqueada.
—¿Cansados de tanta “cita médica”? —preguntó, enfatizando las palabras con un tono sugerente.
Emma enrojeció ligeramente, pero Logan, con su habitual calma y un ligero tono de sarcasmo, respondió:
—Sí, cansados, Alec. Algunos de nosotros hemos tenido un día largo, no como otros que pasan el tiempo molestando a todo el mundo.
Alec dejó escapar una carcajada, claramente disfrutando de la molestia de su hermano.
—No te pongas así, hermano. Es solo que... bueno, no quiero tener sorpresas antes de que llegue la boda. Ya sabes, pequeños sobrinitos corriendo por la mansión y todo eso.
Emma abrió los ojos sorprendida, el rubor en sus mejillas intensificándose, mientras intentaba ocultar su vergüenza.
—¡Alec! —espetó Logan, frunciendo el ceño, aunque una sombra de diversión cruzó sus ojos—. Cierra la boca antes de que te arrepientas.
—¡Es broma, es broma! —Alec levantó las manos en señal de rendición, pero su sonrisa seguía intacta. Miró a Emma y añadió—: No te preocupes, Emma, soy el más divertido de la familia. Espero que lo descubras con el tiempo.
Emma intentó sonreír, aunque todavía estaba algo incómoda por el comentario anterior.
—Gracias por el aviso, Alec.
Alec se encogió de hombros y se dirigió hacia su automóvil estacionado.
—Bueno, los dejo descansar. Pero en serio, cuídense, ¿eh? —dijo antes de subir al auto y arrancar, no sin antes saludar con una sonrisa burlona desde la ventana.
Cuando el auto desapareció por el camino, Emma finalmente suspiró, sintiendo que la tensión se disipaba un poco.
—Tu hermano es... particular —comentó, intentando sonar neutral.
Logan dejó escapar una risa seca mientras maniobraba su silla hacia la entrada.
—Particular no es la palabra que usaría, pero sí. Es un imbécil con un corazón decente... a veces.
Emma asintió, siguiéndolo al interior de la mansión, aún tratando de entender la dinámica entre los hermanos y procesando el comentario de Alec sobre los sobrinos. Pero, por extraño que pareciera, esa breve interacción la había hecho sentir parte de algo más grande: una familia, aunque peculiar y con sus propios problemas, comenzaba a rodearla.
Dos días transcurrieron en una rutina que ya parecía marcar la relación entre Logan y Emma. Las mañanas eran agradables, con pequeñas conversaciones con Susan y momentos de calma.
Sin embargo, Emma evitaba deambular por la mansión durante las tardes, siempre encontrando una excusa para no cruzarse demasiado con los demás .miembros de la familia. Las noches, como de costumbre, eran un contraste marcado: frías y distantes, con Emma acomodándose en el pequeño sofá de la habitación mientras Logan ocupaba la cama.
Emma, retomó su ritmo de trabajo, como si necesitara la intensidad de los turnos largos para distraerse. Como de costumbre, hizo una visita a Olga, a la que cada vez que iba le contaba sobre sus días en la casa de la familia Reese, y la mujer que la recibía con su habitual calidez y curiosidad, la escuchaba y le daba consejos.
—¿Y bien, niña? ¿Cómo van las cosas con Logan? —preguntó Olga mientras Emma ajustaba las almohadas de su cama.
Ella suspiró, dejando caer su peso en una silla junto a la cama.
—Medianamente tranquilas, supongo. No hemos discutido mucho últimamente, pero tampoco hay... calidez ni nada parecido—respondió con sinceridad.
Olga arqueó una ceja, apoyando sus manos en las sábanas.
—Parece ser un hombre complicado, Emma. Pero tú no te rindas. Hay algo que me dice que ese muchacho no siempre fue así.
—Lo sé, Olga —admitió Emma, sonriendo ligeramente antes de levantarse—. Pero es más fácil concentrarme en mi trabajo que intentar descifrarlo.
Tras su habitual charla, Emma se despidió y continuó con su jornada. Ese día, había solicitado un turno extendido de setenta y dos horas, una decisión tomada con el propósito de evitar el ambiente tenso de la mansión, pero especialmente los encuentros con William, el padre de Logan.
Maldito logan espero que te quedes solo.
Emma aguanta que más da ya no intentes entenderlo porque te trata peor que zapato viejo.