— Advertencia —
La historia está escrita desde la perspectiva de ambos protagonistas, alternando entre capítulos. Está terminada, así que actualizo diariamente, solo necesito editarla. Muchas senkius 🩷
♡ Sinopsis ♡
El hijo de Lucifer, Azaziel, es un seducor demonio que se obsesiona con una mortal al quedar cautivado con su belleza, pero pretende llevársela y arrastrar su alma hacia el infierno.
Makeline, por su lado, carga con el peso de su pasado y está acostumbrada a la idea del dolor. Pero no está segura de querer aceptar la idea de que sus días estén contados por culpa del capricho de un demonio.
—¿Acaso te invoqué sin saberlo?
—Simplemente fue algo... al azar diría yo.
—¿Al azar?
—Así es. Al azar te elegí a ti.
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Visión del abismo
Contrario a lo que ella pensaba, mis ojos estaban completamente oscuros, al igual que mi aura, mi expresión era fría y retorcida. Estaba completamente fuera de mí, desquiciado. Yo era quien realmente había calentado la habitación sin darme cuenta. Me había detenido justo detrás de ese tipo, viendo su cuello fijamente e imaginando cómo podía tronar sus débiles huesos con un solo chasquido. No le prestaba atención a nada más que a él.
Supongo que me escuchó llegar, porque se dio la vuelta furioso. Claro que no estaba preparado para el horror que tendría en frente. Simplemente se paralizó en el acto. Mi presencia era imperceptible para Makeline, no podía verme, él sí. El tiempo parecía avanzar de una forma extraña, o quizá era la mezcla de emociones en la habitación lo que lo ralentizaba.
Mantuve el silencio, simplemente dejé que se enloqueciera con el terror de mi imagen. Ella solo observaba cómo el hombre miraba hacia el vacío. Retrocedió un poco entre arrastres para tratar de levantarse cuando se encontrara lo bastante lejos. Antes de que pudiese levantarse, lo vio caer con fuerza, el sonido fue similar al de un peso muerto; seco. Pero no decía nada, tampoco se lograba mover. No quitaba la vista del mismo punto; yo. Ni siquiera la volvió a mirar. Solo estaba ahí tirado.
Makeline se puso de pie con dificultad. No podía sostenerse sobre su pierna izquierda, así que recargó todo su peso sobre la derecha y el resto contra la pared. Los labios del tal Thomas se movían, emitiendo sonidos ininteligibles. Su expresión era lúgubre. Parecía que estaba tratando de advertirle a ella lo que tenía enfrente, pero no sabía cómo, o no podía. Y Makeline se veía perturbada de ver su rostro entre la sombra. Sabía que le era angustiante no saber con certeza qué era lo que estaba pasando, y el silencio sepulcral empezaba a asfixiarla.
—Creo que ya fue suficiente —le escuché decir.
Si, lo oí. Pero estaba encadenado con mi propia fascinación por los hechos. La ignoré de todas formas. Ella seguía fija en el panorama. No lo comprendía, no debería preocuparse, considerando que el imbécil estaba recibiendo un castigo justo, la había golpeado. Pero de cualquier modo, notaba su culpa.
—Basta, Azazel —su voz resonó en el silencio.
Creo que estaba debatiendo en su interior entre su deseo de venganza y su estúpida empatía humana. Sin embargo, yo sentía que ya no podía contenerme. Estaba inmerso en la satisfacción de la escena. Me quedé inmóvil, sin responder, atrapado en el momento.
—Te he dicho que pares —levantó la voz hacia el vacío.
La miré aunque ella no me veía, aún había resistencia de mi parte, quería seguir. Regresó el color de mis ojos, no obstante, seguía escuchando los murmullos incoherentes de Thomas haciendo eco en el ambiente. Mi expresión se volvió más serena. Al dejar de emitir tan oscura aura, la temperatura del ambiente empezó a disminuir junto con ella. Fue cuando Makeline lo asoció de inmediato y comprendió que el calor no lo había provocado su cuerpo.
Thomas soltó una tos, leve al principio, pero rápidamente comenzó a carraspear con mayor fuerza, parecía que estaba intentando expulsar algo. Siguió así hasta que progresó a las arcadas. Parecía haber salido del trance, pero conservaba el pánico en su rostro. Se quedó agachado, examinando el suelo por unos segundos, esperando recuperarse. Una vez que volvió en sí, giró levemente la cabeza para mirarla. Estaba pálido.
—Quiero que te largues de mi casa —le dijo Makeline con voz serena
—Q-qué —tartamudeó apenas—. ¿Con quién —intentaba continuar, pero daba tropiezos con las palabras. Inhaló profundo. O lo intentó, dado que su ritmo respiratorio se había desregularizado y si abría mi percepción podía sentir cómo el corazón subía y bajaba por su garganta. Cobarde— ¿En qué carajo te has metido?
Presté atención a la conversación y seguí en silencio, en caso de que necesitara interponerme si fuera necesario. Aunque, lo dudaba.
—¿No me escuchaste? —repitió Makeline, manteniendo la calma—. Parece ser que no entendiste.
—¿Con quién... mierda estás asociada? —replicó Thomas, inclinándose en su dirección, con evidente esfuerzo— Maldita.
Di una pisada fuerte contra el cemento, recordándole mi presencia. Ella tampoco podía oírme, pero vio a Thomas sobresaltarse. Noté cómo él intentó retener su miedo para no mostrarlo, en vano.
—¿Y qui… quién eres tú? —su voz estaba temblorosa, a pesar de que ya había eliminado todo rastro de malicia en mi expresión.
Esto me entretenía mucho.
Makeline dió un suspiro, todavía quejumbrosa— Es la última vez que te lo voy a pedir, Thomas.
La vió de regreso y de nuevo hacia mí. Le costaba decidir si dejar de observarme. Era difícil apartar la vista, pero era aún más complicado dejar de mirar—. Quiero las llaves —le ordenó ella.
El tipo estaba aterrorizado, pero se veía claramente el orgullo en él. Buscó con desesperación en sus bolsillos, mas no encontró nada. Reparé en lo estúpido que se veía y decidí actuar; metí las manos en su bolsillo por mi cuenta. Él se quedó quieto ante el tacto. Al sacar las llaves, las sostuve en el aire y las solté para que el inútil pudiera tomarlas. Las recibió y con un miedo palpable se las lanzó a Makeline. Luego, dirigió otra vez su vista a mi persona. Estaba apoyando mi brazo en la pared, entretenido. Lo que él temía era que lo tomara desprevenido y volviera a hacer lo de antes, por eso es que no me quitaba la vista de encima.
—Ok —dijo ella—. Ahora vete de aquí.
Le señaló la puerta con una voz que dejaba claro que no había espacio para más protestas. Todavía se sostenía con dificultad. Él no respondió. Al ver su debilidad y el hecho de que la seguía ignorando, se armó de valor.
—Estoy hablando contigo, imbécil —insistió, él giró su cabeza hacia ella una vez más—. No quiero —remarcó esas palabras— que vuelvas a poner un pie en mi casa, ¿me escuchaste?
Siguió sin emitir sonido alguno. Ni asintió, ni negó. Pero hizo un intento torpe por levantarse como pudo. Se movió con pesadez, evitando el contacto visual conmigo, que aún permanecía a unos centímetros, mientras me divertía por dentro. Cuando pasó por mi lado, extendí el brazo para abrirle la puerta. Ignoró el gesto y salió, procesando lo que acababa de ver.
—Supongo que estás aquí, ¿no? —preguntó ella una vez que la puerta se volvió a cerrar, llevando su pierna con dificultad hacia el sofá. Tiró su peso sobre el asiento como si no le perteneciera.
—Supones bien —respondí, haciéndome visible. Encendí la luz para ella, puesto que yo podía verla igual, y me acerqué al sofá. Tomé asiento.
Makeline analizaba la zona afectada, tocándola con cuidado. Le dolían hasta los hombros, y era más que seguro que por la mañana no podría mover ni un brazo sin sufrir por ello y estaría todo el día cantando quejas.
—Oye —dijo, tratando de acomodarse—. ¿Por qué estaba así? ¿Qué fue lo que él vio?
—Una visión personal —contesté sin más, y crucé una pierna sobre la otra.
La analicé, pensando en lo frágil que era así, y en lo fácil que sería para mí intentar hacer algo sin que pudiera defenderse. Y de repente, me pregunté qué habría pasado si no hubiera llegado en ese momento. Tenía claro que ella no habría podido hacer mucho para contraatacar.
Además de todo eso, de alguna forma, el hombre había intentado interferir en mis asuntos y era algo serio, pero ya me encargaría de eso después.