Diana es una mujer de personalidad tranquila y muy trabajadora, pero es alguien solitaria, tiene muchas deficiencias. Hasta que tuvo un accidente.
Su esposo es el protagonista principal de su libro favorito, y ella ¡Es la villana que muere sola al final! Pero, espera ¡Este marido es tan lindo que quiere quedárselo!
¡Qué se pierda la protagonista principal, este esposo solo puede pertenecerle a ella!
No importa si todos la odian, el protagonista masculino nunca lo hará. Pero entre cambios tan inmensos ¿Qué tan fácil es saber sí su amor por él es sincero?
¡Es tan complicado!
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Sentirse a gusto.
El Mayordomo vio que su Joven Señor no tuvo mucha reacción, por lo que dio un recado.
-Por cierto, el patriarca y la matriarca dijeron que volverían dentro de dos días, y que si la joven señora regresaba, que tratará de acercarse a ella para mejor su relación de casados.- Dijo el hombre de mediana edad de repente.
Diego lo miró de reojo y simplemente asintió con la cabeza, no parecía muy interesado en ello. Comió en silencio y luego de terminar, se dirigió a su habitación bajo la mirada entristecida del mayordomo.
Para sorpresa de Diego, un pequeño bulto yacía hecho bola debajo de las sábanas, sus labios se crisparon al ver eso.
Normalmente, él era el único que dormía allí y siempre se mantenía ordenada, incluso si él se acostara.
Movió su silla hasta el baño para poder lavarse los dientes y luego regresó a la cama, colocando la silla justo a la par de su lugar. Sin mucho esfuerzo y utilizando sus brazos, subió a la cama, la cual, quedaba a la altura perfecta para que subiese sin dificultad.
De cualquier modo, tenía más de 10 años de usar silla de ruedas, muchas cosas en la Mansión habían sido modificadas para él.
Con 27 años de edad, era normal que se acostumbrará luego de tanto tiempo.
Tal vez por sus movimientos, la persona a su lado se movió. Diana se giró hacia él y lo miró con somnolencia -¿Qué hora es?- Le preguntó en un susurro, casi dormida mientras bostezaba.
Diego la miró por unos segundos antes de responder -Díez.- Solo dijo una palabra.
Diana cerró los ojos y susurró en voz suave -Mmm...te acuestas muy tarde, eso es perjudicial para la salud...- su cuerpo se acerco al de Diego, acurrucandose justo en las cosquillas de su marido, y casi de forma inmediata, se quedó dormida.
El cuerpo de Diego se puso rígido cuando sintió la calidez ajena que chocaba con su cuerpo, aturdiendolo un poco.
Su mirada bajo hacia el rostro dormido de su esposa, el cual contenía una sonrisa de satisfacción, como si estuviese muy cómoda.
La cabeza de la chica estaba apoyada sobre su hombro izquierdo, mientras que su brazo se envolvió alrededor de su dorso. Haciendo pucheros mientras dormía y sonriendo gentilmente la joven balbuceo -Cálido...
De hecho, la vida de Diana fue difícil, siempre vivió sola, nunca tuvo amigos o conocidos cercanos, ya que muchos la despreciaban por ser huérfana, sin padres o algún familiar.
Ella trabajaba solo para mantenerse con vida, era como un reflejo, para subsistir... pero no era como si aquello le diese algo de felicidad.
Volver tarde a casa solo para no sentir la fría y triste soledad que está le transmitía se había vuelto una costumbre arraigada. Siempre sentía frío, no importaba que tan abrigada estuviese, no había calidez.
Ahora, por primera vez, logró sentir algo de calidez cerca, sentía calor y su instinto fue acercarse a esa calidez que nunca había sentido en su vida pasada.
Diego soportó las ganas que tenía de apartarla, quitó la mirada de ella y se acomodó un poco mejor, soltando un pequeño suspiro de cansancio, cerró los ojos y de forma increíble, se durmió con rapidez.
Por alguna razón, aquel toque molesto en su cuerpo lo ayudó a dormir como nunca antes.
A la mañana siguiente:
Cuando Flora despertó, ya eran pasadas de las 9 a.m., la hora del desayuno ya había pasado hace ya un buen rato.
Soltando un bostezo, extendió la mano, buscando la calidez que sintió durante toda la noche, sin embargo, está ya no estaba. Diana se sentó de golpe al notar aquello, sus ojos cayeron sobre el espacio a su lado.
-Él durmió conmigo...- Murmuró con calma, sus ojos brillaron al darse cuenta de ello -Aun tengo esperanzas.- Se dijo así misma con emoción.
Diego estaba dispuesto a dormir con ella, eso quería decir que la aceptaba y no le molesta estar cerca de ella. Esto la hizo muy feliz ¡Es una gran noticia!
Diana se puso de pie, sintiéndose atraída al instante por una caja exquisitamente decorada que había sido puesta sobre el enorme sofá blanco en la habitación.
Por curiosidad, camino hasta está, sus ojos mostraron sorpresa al ver la pequeña nota amarilla que colgaba del hermoso moño rojo en una esquina.
'Ponte lo que te guste'
Eran palabras simples y cortas, pero su escritura era elegante, casi perfectamente, la mejor letra que había visto hasta ahora.
-Incluso su letra es hermosa.- Sin darse cuenta, una sonrisa apareció en el rostro de la chica, ni siquiera ella misma lo notó. Diana abrió la caja con cuidado, encontrando varias prendas de vestir cuidadosamente acomodadas dentro de la caja.
Se notó que recién habían sido compradas, aún tenían sus etiquetas y olían a nuevo. De hecho, bastante detallista.
Sin fijarse, agarro la primera que vio y se apresuró a a acomodar todas las demás en el guardarropas de gran tamaño donde Diego tenía guardada su propia ropa. Muy pronto, todo el perchero se llenó de distintos colores y tamaños, ya no había solo blanco y negro.
-Sus gustos son muy parecidos a los míos.- Murmuró satisfecha la joven -Casi quiero quedarme con este marido.- Sonrió con cierta diversión en sus ojos.
Luego de terminar, corrió al baño para ducharse y lavarse los dientes.
Media hora después, salió con un vestido de color blanco que llegaba hasta sus rodillas, este tenía ondulaciones muy parecidas a los pétalos de las flores, los cuales, se acomodaron de capa en capa, una sobre la otra.
Sus mangas cubrían sus brazos hasta sus codos y el cuello del vestido también era alto, protegiendo cualquier parte extra que pusiese verse. Es sencillo en la parte superior, pues no tenía ningún detalle, todo el detalle estaba en las hermosas y elegantes ondulaciones de las faldas.
Mirándose en el espejo, Diana asintió con satisfacción, se puso un par de zapatillas blancas sin tacón y luego se hizo un moño alto en el cabello.
Sin más, salió de la habitación sintiéndose muy a gusto.