el mundo de los sueños se despliega en toda su gloria: nubes formadas por palabras flotan en un cielo etéreo, un río de luz líquida serpentea hacia un bosque oscuro y ominoso en el horizonte, y formas abstractas se mezclan con paisajes imposibles. La niña parece semitransparente, lo que indica que se encuentra atrapada entre los dos mundos.
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La Biblioteca de los Recuerdos
Al cruzar el puente de cristal, Emma sintió cómo el aire a su alrededor cambiaba. El sonido del río desapareció, reemplazado por un silencio profundo y acogedor. El paisaje que se desplegaba frente a ella era completamente distinto a todo lo que había visto antes. Una vasta llanura se extendía hasta donde alcanzaba la vista, cubierta de hierba plateada que brillaba bajo un cielo sin sol. En el horizonte, una estructura monumental emergía: una biblioteca que parecía tocar las nubes.
Cada piedra de sus muros estaba tallada con símbolos que Emma no reconocía, pero que transmitían un aire de sabiduría ancestral. Las enormes puertas de madera estaban adornadas con grabados de árboles, estrellas y figuras humanas que parecían contar historias olvidadas.
Un suave impulso en su interior la llevó hacia la entrada. Cuando tocó las puertas, estas se abrieron con un leve crujido, revelando un interior majestuoso. Filas interminables de estanterías se alzaban hasta el techo, llenas de libros de todos los tamaños y colores. Un aroma a papel viejo y tinta fresca llenaba el aire, acompañado por el susurro de hojas moviéndose como si las palabras estuvieran vivas.
—Bienvenida a la Biblioteca de los Recuerdos, Emma —dijo una voz cálida y serena.
Emma giró rápidamente y vio a una figura etérea que parecía hecha de luz. Tenía una forma humana, pero sus bordes se difuminaban como si estuviera en constante movimiento.
—¿Quién eres? —preguntó Emma, con una mezcla de curiosidad y cautela.
—Soy el Guardián de esta biblioteca. Aquí se almacenan todos los recuerdos, no solo los tuyos, sino también los de aquellos con quienes te has cruzado. Cada libro contiene un fragmento de una vida, un momento que definió un camino.
Emma miró alrededor, abrumada por la inmensidad del lugar.
—¿Por qué estoy aquí?
El Guardián extendió una mano, y un pequeño libro flotó desde una de las estanterías hacia Emma. Era un libro simple, con una cubierta de cuero desgastado. Su nombre estaba grabado en letras doradas en la portada.
—Debes leer este libro. Contiene los recuerdos que necesitas comprender para seguir adelante.
Emma tomó el libro con cuidado, sintiendo un extraño calor al sostenerlo. Lo abrió, y las páginas comenzaron a iluminarse, proyectando imágenes en el aire frente a ella.
El día que cambió todo
La primera imagen era de una tarde soleada en el parque. Emma tenía ocho años y estaba jugando con su madre. Su risa resonaba mientras corrían entre los árboles. Pero entonces, la escena cambió bruscamente. Una ambulancia, lágrimas, la ausencia de su madre.
Emma cerró los ojos, sintiendo el golpe emocional del recuerdo.
—Ese fue el día en que aprendí que la vida podía cambiar en un instante —dijo en voz baja.
El Guardián asintió.
—Ese recuerdo marcó el comienzo de tu miedo a perder a los demás, pero también te enseñó a valorar los momentos de alegría. Sigue leyendo.
Emma pasó las páginas, y otra escena emergió.
El examen que no pudo superar
En esta imagen, Emma estaba sentada frente a un escritorio lleno de libros. Era el día de un examen importante, uno que había preparado durante semanas. Pero cuando recibió los resultados, su rostro se llenó de desesperación.
—Sentí que había fallado, que no era suficiente —recordó Emma.
El Guardián la observó con paciencia.
—Ese momento no fue un fracaso, sino una lección. Te mostró que el esfuerzo tiene valor más allá del resultado, pero también te dejó con una inseguridad que aún cargas contigo.
Emma cerró el libro por un momento, respirando profundamente.
—¿Por qué debo revivir estos momentos? —preguntó, con la voz temblorosa.
—Porque solo al enfrentarte a ellos podrás liberarte de las cadenas que te atan.
Emma asintió, comprendiendo la verdad en esas palabras. Abrió el libro nuevamente, y la última página proyectó una escena diferente.
Una despedida sin palabras
Era el hospital donde su abuela había pasado sus últimos días. Emma estaba en la sala de espera, mirando su teléfono en lugar de estar al lado de su abuela. Recordó la sensación de querer estar en otro lugar, de evitar el dolor de verla enferma.
—No me despedí de ella como debía —dijo Emma, con lágrimas en los ojos.
El Guardián se acercó y puso una mano luminosa sobre su hombro.
—Ese recuerdo no está aquí para castigarte, sino para recordarte que aún tienes tiempo para enmendar tus errores con quienes te rodean.
El libro se cerró suavemente en sus manos, y Emma sintió un peso desaparecer de su pecho.
—¿Qué debo hacer ahora? —preguntó, mirando al Guardián.
—Toma lo que has aprendido aquí y llévalo contigo. Cada recuerdo, incluso los dolorosos, son parte de quién eres. Pero no defines tu futuro solo por ellos; tienes el poder de crear nuevos capítulos en tu vida.
Emma miró a su alrededor una vez más, sintiéndose más ligera y más fuerte.
—Gracias —dijo, con una gratitud sincera.
El Guardián sonrió y se desvaneció lentamente, dejando a Emma sola en la biblioteca. Las puertas frente a ella se abrieron, revelando un camino luminoso que parecía invitarla a continuar.
Emma dio un paso adelante, lista para enfrentar lo que viniera, sabiendo que cada lección que había aprendido la guiaba hacia el despertar.
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