Emma Varela, una joven de 18 años, ha pasado los últimos cinco años de su vida intentando olvidar el trauma de un accidente automovilístico que no solo dejó cicatrices físicas, sino que también le arrebató a su mejor amiga, Sofía. Emma se ha refugiado en los estudios y la natación, evitando a toda costa recordar aquella noche fatídica.
Su mundo comienza a tambalearse cuando Gabriel Muñoz, un joven misterioso y reservado, llega a su escuela. Gabriel, con una mirada cargada de secretos y una actitud distante, se convierte en el centro de atención de todos, pero es a Emma a quien él parece observar más detenidamente.
A medida que Emma y Gabriel se van conociendo, ella descubre que él también tiene su propio pasado doloroso. Ambos empiezan a apoyarse mutuamente, y una conexión profunda surge entre ellos. Sin embargo, emma pronto se da cuenta de que Gabriel sabe más del accidente de lo que el admite.
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Capitulo 1: Sombras Del Ayer
Emma Varela estaba sentada en la última fila del salón de clases, con la cabeza inclinada sobre sus apuntes. Sus ojos recorrían las palabras escritas, pero su mente estaba a kilómetros de distancia. Desde el accidente, concentrarse en algo más que en sus estudios y en la natación era una batalla constante. El dolor de perder a Sofía, su mejor amiga, aún la perseguía, cinco años después.
El timbre anunció el final de la clase, sacándola de sus pensamientos. Los estudiantes se levantaron apresuradamente, conversando y riendo, pero Emma se tomó su tiempo. Reunió sus cosas y salió del aula con la mirada fija en el suelo, evitando cualquier interacción innecesaria.
En el pasillo, el bullicio de los estudiantes se volvió una cacofonía que Emma prefería ignorar. Se dirigió a su casillero, guardó sus libros y se preparó para la práctica de natación. La piscina era su santuario, el único lugar donde podía ahogar sus pensamientos y encontrar algo de paz.
Mientras caminaba hacia el gimnasio, escuchó a varios estudiantes hablar sobre un nuevo compañero de clase. La noticia de un recién llegado siempre era motivo de emoción, pero Emma no prestó mucha atención. Estaba demasiado concentrada en mantener su propio equilibrio para preocuparse por alguien más.
Al llegar al vestuario, se cambió rápidamente y se dirigió a la piscina. El agua fría era un alivio para sus músculos tensos. Se sumergió, permitiendo que el mundo exterior desapareciera. Cada brazada la alejaba de los recuerdos dolorosos, cada respiración la acercaba a la tranquilidad.
Después de la práctica, Emma se secó el cabello y se dirigió a casa. Vivía con su madre, una mujer fuerte que había sido su roca durante los momentos más oscuros. La casa estaba silenciosa, excepto por el leve zumbido de la televisión en la sala de estar.
—Hola, mamá —dijo Emma al entrar.
—Hola, cariño. ¿Cómo te fue hoy? —preguntó su madre, mirando por encima del borde de sus gafas.
—Bien, lo de siempre —respondió Emma, con una sonrisa cansada.
Subió a su habitación y se dejó caer en la cama. Cerró los ojos y respiró hondo, tratando de expulsar el peso del día. El accidente siempre estaba allí, como una sombra que nunca desaparecía del todo. Pero Emma había aprendido a vivir con ella, a seguir adelante a pesar del dolor.
Esa noche, antes de quedarse dormida, Emma pensó en el nuevo estudiante del que todos hablaban. Se preguntó cómo sería su historia, qué sombras cargaría. Pero pronto esos pensamientos se desvanecieron, reemplazados por la oscuridad del sueño, donde las sombras del ayer no podían alcanzarla.
Al día siguiente, Emma se levantó temprano para prepararse para la escuela. El sol brillaba, y el aire fresco de la mañana ofrecía un pequeño consuelo. Tras un rápido desayuno, se dirigió al instituto con la esperanza de pasar el día sin incidentes.
Al llegar al aula, notó que la clase estaba un poco más animada de lo habitual. Los murmullos sobre el nuevo compañero parecían haber aumentado. Emma se sentó en su lugar habitual en la última fila, sin hacer mucho caso a la agitación de sus compañeros.
—¿Has oído? —le preguntó Marta, una de sus pocas amigas, mientras se sentaba a su lado—. Dicen que el nuevo es realmente interesante.
Emma la miró con un leve interés. —No, no he escuchado mucho. Estaba más concentrada en la práctica de natación.
—Bueno, parece que tiene una historia interesante —continuó Marta—. Viene de otra ciudad y ha pasado por muchas cosas. De hecho, escuché que ha estado en varias escuelas por razones bastante inusuales.
Emma alzó una ceja. —¿De qué razones estamos hablando?
—No estoy muy segura —admitió Marta—. Pero parece que ha tenido problemas personales. Eso siempre hace que la gente esté más intrigada.
Antes de que Emma pudiera responder, el profesor entró en el aula, y la conversación se desvió hacia el inicio de la clase. La mayoría de los estudiantes estaban ansiosos por conocer al nuevo, y el bullicio continuó hasta que el timbre anunció el comienzo de la lección.
Durante el receso, Emma se dirigió a la cafetería. Se estaba sirviendo café cuando escuchó una voz conocida detrás de ella.
—¿Qué tal, Emma? —dijo Javier, uno de los compañeros del equipo de natación.
—Hola, Javier. —Emma le sonrió con un gesto amistoso—. ¿Sabías algo más sobre el nuevo estudiante?
—Solo que parece estar en todas partes hoy —dijo Javier—. Estaba en el gimnasio antes de la primera clase, y todos estaban hablando de él.
Emma asintió con una sonrisa. —Ya veo. Parece que está causando sensación.
Javier levantó una ceja. —¿Y tú qué piensas? ¿Te afecta de alguna manera?
Emma se encogió de hombros. —No realmente. No estoy muy interesada en chismes. Tengo suficiente con mis propias cosas.
—Entiendo —dijo Javier—. Bueno, si te interesa, podríamos ir a hablar con él durante el almuerzo.
Emma dudó un momento, luego asintió. —Podría ser interesante conocerlo.
Cuando el timbre sonó, indicando el final del receso, Emma y Javier regresaron al aula. Emma sintió una mezcla de curiosidad y resignación mientras se preparaba para el resto del día. Las sombras del pasado seguían ahí, pero quizás, solo quizás, conocer al nuevo estudiante podría ofrecer un cambio inesperado en su rutina.