^^^14 de diciembre. Tokio, Japón.^^^
Ya es diciembre y yo estoy en mi casa, sola en mi habitación. Se comienza a sentir a mi alrededor la alegría que provocan estas fiestas decembrinas: navidad, regalos, convivencia familiar, una mezcla de sin fin de emociones.
Pero yo no era feliz, en estas cuatro paredes celeste se sentía la soledad que yacía dentro de mí, envidio a todas esas personas que pueden disfrutar alegremente “el espíritu navideño”.
Cansada de estar en mi cama, me levanto, tomo mi abrigo y decido dar un paseo por la blanca ciudad de Japón cubierta por nieve; quizás así relajaría mi mente y evito pensar que me encuentro lejos de mi familia y que mi vida es un completo desastre en donde he tomado malas decisiones.
Camino por la ciudad y observo luces de colores, tiendas con ofertas, regalos, niños corriendo y jugando en la blanca nieve, si… se sentía ya este invierno frío.
Entro en un restaurante y pido comida para llevar, hoy no me sentía con ganas de cocinar y era una buena opción después de todo.
Al salir, camino ya devuelta a casa pero alguien venía corriendo y chocamos golpeándonos muy fuerte los brazos causando que yo me cayera; ella se dió cuenta de lo sucedido y me extendió su mano para levantarme.
— ¡Lo siento!, fue mi culpa… ¿estás bien?. Debí haberme fijado, tenía prisa porque la tienda de regalos iba a cerrar y no te vi pasar, discúlpame… — terminó de decir la chica pelinegro mientras me levantaba suavemente del suelo.
— Está bien, no te preocupes. Entiendo que en estas fechas uno puede estar muy ocupado y distraído. <
— Si y te pido disculpas. Mira, ya hasta te tiré tu almuerzo. — observó el piso manchado.
— Tranquila, no es nada. — dije calmando sus nervios.
— Déjame compensarlo, no sé cuánto te debió haber costado la comida pero toma. — ella sacó algo de dinero de su bolso para después entregármelo. — esto debe cubrir los daños.
— No, no es necesario, no puedo aceptarlo. — negué con la cabeza.
— Por favor, es lo menos que puedo hacer. — colocó sus manos sobre las mías
— Bueno, lo aceptaré, muchas gracias. — guardé el dinero en mi bolso.
— Al contrario. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?, me dio curiosidad el saber de la chica con la que choqué.
— Mi nombre es Harumi Kirishima. — reí levemente con una mano en mis labios. — ¿y el tuyo?
— Que lindo nombre, el mío es Hikari, Hikari Yamagucci. — se presentó.
— Gracias el tuyo también es muy lindo.
— Muchas gracias. ¿Y con quién pasarás navidad?, ¿tienes planes ya definidos?. — preguntó curiosa.
— Pues… en realidad no tengo planes para navidad y año nuevo, vivo sola y mi familia no quiere saber nada de mi.
— Lo siento, que imprudente fui… — bajó la mirada.
— Descuida, no sabías nada.
— Sabes… también vivo sola, mi familia no está en la ciudad ya que viven en Canadá pero les envío regalos por paquetería y nos comunicamos por video llamada. — suspiró.
— Eso es muy lindo.
— ¡Si!, nunca hay perder la alegría y menos en estas fechas. Espero que tu familia pueda verte muy pronto. — sonrió.
— Gracias Hikari — correspondí a su sonrisa.
— ¡Ya sé!, ¿porqué no vamos a tu casa?.
— ¿A… mi casa? — me asombré al escuchar su pregunta.
— ¡Si!, podemos celebrar juntas navidad y año nuevo ya que ambas vivimos solas, ¿qué dices?.
— Bueno… yo… no acostumbro celebrar navidad pero está bien, acepto.
— ¡Genial!, ¿tienes preparados los adornos y el árbol?.
— No… no tengo mucho dinero y pues no he podido comprar nada.
— No te preocupes, vamos a prepararlo todo.
Ella sujetó mi mano, sus manos eran muy cálidas y transmitían serenidad, la serenidad que por mucho tiempo había buscado… <
Íbamos de tienda en tienda, comprando moños, luces, escarcha; todo lo necesario para decorar mi casa. Aquella mujer pelinegra de ojos color miel lucía alegre, con esa sonrisa que a la vez mostraba algo de tristeza, no sé cómo lo hace pero su mirar y su carisma hacen que cambie por completo.
Pasadas las horas, nos dirigimos camino a mi casa, platicábamos en el camino y al llegar a mi casa, ella se sorprendió ya que ella reconoció también el camino.
— Wow, no sabía que aquí vivías. — observó la entrada de mi departamento.
— Si, ¿porqué lo dices? — cuestione desconcertada.
— Es que me acabo de dar cuenta que somos vecinas — mencionó entre risas.
— ¿De verdad?, ¿en qué piso vives?.
— En el mismo piso que tú, solo que vivo enfrente. — señaló.
— Es una gran coincidencia.
— ¡Si!, estábamos muy cerca la una de la otra, quien lo hubiera pensado. — sonrió. — bueno, ahora, entremos a tu casa, hay mucho por hacer.
— Si, vamos.
Entramos a mi casa y colocamos las bolsas de compras en una mesa cerca de la cocina. Lo primero que hicimos fue sacar los ingredientes para cocinar, ambas teníamos hambre y le ayudaría a cocinar algo delicioso.
Casi siempre no disfruto de la compañía de alguien ya que siempre estoy sola pero… al ver su sonrisa y su compañía, eran lo mejor que me pudo haber pasado en este día. Creo que también ella sintió lo mismo en ese momento.
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Comments
SANTA
Pondré tu historia en mis favoritos porque es muy buena.
2022-03-27
13
Guadalupe Vanessa Ramírez Hernández
me encanta la novela está bien chida
2021-09-25
1
Sarai Jana
las unió el destino
2020-10-25
3