...*** 11 años atrás ***...
^^^Pueblo de Ouchijuku, Japón^^^
Era un día de verano, comenzaba mi último año en la preparatoria y aun nos faltaban unos días para que pudiéramos salir de vacaciones, entonces ahí la conocí, una chica intelectual de cabello negro cómo el mío y ojos color miel. Me acerqué a ella y nos presentamos, pude notar que teníamos muchas cosas en común, su personalidad era todo lo contrario a lo que yo era. Los meses pasaron y pareciera que la conociera de toda la vida.
Un día platicábamos en los tiempos de descanso, su compañía me hacía bien y aunque no tuviera muchas amigas, con ella era más que suficiente. Éramos tan unidas que no me di cuenta que el mayor tiempo siempre lo pasaba junto a ella.
— ¿Tienes novio?. — cuestioné sin pensar.
— No, no tengo, hace ya tiempo que terminé una relación.
— Oh lo siento, pregunté sin saber. — bajé la mirada.
— No te preocupes, eso ya pasó y ahora me encuentro bien. — dijo orgullosa.
— Que bueno, me alegra mucho. — sonreí de oreja a oreja.
— Si, vayamos al parque en la salida para realizar las tareas, ¿te parece bien?.
— Claro que si.
Las clases transcurrían y la emoción de estar junto a esa chica se hacía cada vez más grande. Contaba los minutos para que transcurriera el tiempo, no quería perder ningún momento y al poco tiempo después el timbre de la escuela se escuchó indicando ya la salida.
Me dirigí a la entrada de la escuela y la esperé en el lugar donde acordamos, no sabía porqué sentía esta emoción pero lo único que me importaba era siempre verla, ver su sonrisa tan perfecta. Mi mente vagaba imaginándome probando sus labios con un tierno y apasionado beso pero me detuve <<¿en qué estoy pensando?>> me pregunté a mi misma; sabía que llevábamos unos meses de conocernos pero… ¿tener este tipo de pensamientos?, no sabía el motivo y esa pregunta seguía en mi cabeza.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando volteé y la vi acercándose a mi, mi sonrisa se hizo presente de oreja a oreja y también me acerqué a ella saludándola para después dirigirnos al parque. Nuestros padres sabían que iríamos ahí y como tenían muy buenas relaciones, no se opusieron.
Comimos en una cafetería que estaba cerca y después nos sentamos en una banca, el sol brillaba pero el árbol que estaba cerca nos daba sombra. Enseguida tomamos nuestros apuntes para comenzar a resolver los ejercicios, me fascinaba su sabiduría y lo intelectual que era en los estudios, con su ayuda pude comprender más que una clase con el profesor.
Al mes siguiente mis sentimientos estaban revueltos y cada vez que la veía, mi corazón latía más fuerte, no podía sacar esa sonrisa de mi mente. Un día me invitó a una pijamada y estaba más nerviosa que nunca, pues como iba a compartir la misma cama que ella.
Dejé de pensar por un momento y no le di más importancia, preparé mi pijama y me dirigí a su casa no sin antes despedirme de mis padres; su mamá me recibió en la puerta y cenamos al poco tiempo después siendo ya un poco más tarde.
Al terminar de comer, nos dirigimos a su habitación, pude notar sus nervios también pero ya no nos importaba, era nuestra noche y sólo importaba divertirnos.
Encendimos la televisión y vimos doramas japoneses románticos. Y ahí estaba yo, recostada sobre su regazo disfrutando con ella nuestros programas favoritos; nuestras miradas se cruzaron por momentos y eso me hacía sonrojar mis sentimientos estaban revueltos otra vez y mi corazón era un caos.
— Ya… ya vengo, voy al baño. — titubeé costándome trabajo hablar
— Oh claro, está al fondo a la derecha.
Solo asentí y me dirigí rápidamente hacía el baño; me miré al espejo <<¿qué me pasa?, pensé en ese momento>>. Posé mis manos sobre mi cara y abrí la llave del lavabo, lágrimas salían pero no sabía si eran de alegría o tristeza; mojé mi rostro cerrando la llave para después secarme con una toalla que estaba cerca, escuché la puerta tocar, sabía que era ella.
— ¿Estás bien?. — cuestionó preocupada parada en la puerta.
— Si, estoy bien. Solo quería refrescarme un poco. — me acerqué a la puerta y abrí enseguida.
— ¿De verdad estás bien?.
— Claro que si. — sonreí. — regresemos, ¿no querrás perderte la pelea de almohadas o si?.
— Tú lo dijiste. — sonrió también.
Regresamos a su habitación y la película ya había terminado. Apagamos la televisión y nos subimos a la cama; ella alistó su almohada comenzando a golpearme pero yo no me quedé atrás y también la golpee, nuestras risas se escuchaban por toda la habitación y las almohadas resistían los golpes.
Después de un rato, estábamos exhaustas, mi amiga decidió brincar sobre la cama.
— No, espera. — dije tomando un poco de aliento.
“Será divertido” alcancé a escuchar y enseguida me sujetó de las manos, pero estábamos muy exhaustas que resbalamos sobre la cama quedándonos frente a frente y nuestras miradas otra vez se cruzaron. Su mamá en ese instante iba a entrar pero nos vió acostadas a ambas poniendo una cara juguetona de asombro y se fue sin nosotras darnos cuenta.
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