Después de correr desesperadamente durante lo que parecieron horas, aunque solo fueron diez minutos, Saito finalmente llegó al hospital más cercano. Al entrar, urgió con desesperación para que atendieran a la niña, y rápidamente la llevaron al área médica, pero a él no se le permitió acompañarla.
Pasó una hora y media (una hora y treinta minutos), durante la cual Saito permaneció en una silla junto a la recepción, esperando noticias sobre el estado de la chica. Aunque no la conocía, no podía evitar sentirse preocupado. No deseaba que le ocurriera algo malo, y solo encontraría paz al saber que ella se encontraba fuera de peligro, para poder irse tranquilo con Yamato, sabiendo que estaba bien.
Las puertas se abrieron de repente, y apareció un médico de cuerpo delgado, vestido con un quimono blanco con las mangas remangadas, su rostro marcado por el cansancio y el agotamiento. Su cabello negro y alborotado no disimulaba la fatiga. Saito, sin pensarlo, se levantó de la silla casi de un salto, ansioso por saber cómo estaba la chica.
El médico, cuyo nombre era Ishikawa, le dio una noticia que alivió su corazón:
—Ella está bien. Logramos estabilizarla, y ahora está descansando. Sin embargo, debido a la grave desnutrición que sufrió, deberá reposar aquí unos días para recuperarse completamente.
Esa respuesta llenó a Saito de un alivio profundo; por fin podría marcharse en paz, sabiendo que la chica estaba fuera de peligro. Pero Ishikawa añadió algo más que dejó a Saito aún más sorprendido.
—"Eres un héroe, chico. Si hubieras llegado solo una hora más tarde, probablemente no hubiera sobrevivido ni un minuto más antes de llegar a este hospital".
Saito, sorprendido por la gravedad de la situación, preguntó con una mezcla de temor y duda:
—"Pero… ¿ella estará bien, verdad?"
Ishikawa asintió con la cabeza, reafirmando:
—"Así es. No tienes de qué preocuparte. Si permanece tres días aquí, su salud mejorará considerablemente. ¿Eres pariente de ella o algún amigo cercano?"
Saito negó con la cabeza, explicando que no conocía a la chica. La ayudó únicamente porque ella se lo había pedido y porque no quería que muriera en ese sucio y maloliente callejón.
Ishikawa asintió, comprendiendo la situación, y luego le entregó a Saito la factura del tratamiento. Al ver la cantidad, el corazón de Saito se le hizo un nudo.
El médico, con tono calmado, le explicó:
—Dado que no eres familiar directo de la chica, no estás obligado a pagar nada. Sin embargo, considerando su estado, dudo que pueda costearlo por sí sola. Si está en tu corazón el ayudarla, puedes pagar la deuda de ella si así lo deseas.
Saito, sin dudarlo, aceptó hacerse cargo del pago en la medida de sus posibilidades, no queriendo que la chica tuviera más problemas debido a su situación económica.
Al salir del hospital y emprender el camino de regreso al barco donde vivía, Saito no pudo dejar de pensar en la chica que había salvado. Sus ojos morados, su cabello del mismo color, su piel blanca y bien cuidada, incluso en su estado de suciedad; su ropa, aunque desgastada y rota, tenía un aire de lujo, casi real, que lo hacía preguntarse quién era realmente.
Lo que más le preocupaba, sin embargo, era la factura del hospital. A pesar de su buena voluntad, la suma era elevada, y no podía evitar dudar sobre si sería capaz de cubrirla por completo.
Tan sumido estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de que ya había llegado al barco de Yamato. Solo lo advirtió cuando, distraído, terminó estrellando su rostro contra el costado del barco, cayendo sobre su trasero con un golpe sordo.
Saito se levantó lentamente, subiendo al barco con la vieja escalera de madera, frotándose la nariz por el dolor que aún sentía. Al llegar a la cubierta, vio a Yamato, Teruki, Izumi y su sensei, Esmeralda, quienes al notarlo se acercaron rápidamente. Yamato fue el primero en llegar, su rostro reflejaba una profunda preocupación.
—"¡¿Saito, dónde estabas?! Te hemos buscado por toda la ciudad, pensábamos que te había pasado algo malo" —exclamó, casi sin aliento.
Izumi, visiblemente molesta, añadió con firmeza:
—"Sí, Saito, nos tenías muy preocupados. Tuve que cerrar el restaurante en cuanto supe que habías desaparecido, para salir a buscarte. ¿Sabes lo que nos hiciste pasar?"
Esmeralda, con el ceño fruncido y una expresión de angustia, intervino:
—"Nos tenías muy preocupados a todos. Cuando me preguntaron si te había visto y supe que no aparecías, me uní a ellos para encontrarte. No podíamos quedarnos tranquilos sin saber si te había ocurrido algo grave".
Teruki, con tono serio, agregó:
—"Es verdad, chico. A pesar de que eres un maestro elemental casi graduado, no deberías asustarnos de esa manera. Creo que nos debes una explicación por haberte ausentado tanto".
Todos asintieron, comprendiendo el razonamiento de Teruki. Al ver que no podría escapar sin darles una explicación, Saito bajó la mirada, sintiendo la vergüenza y la culpa apoderarse de él. Con voz suave, comenzó a relatar lo sucedido: cómo había encontrado a la chica, la había ayudado y la había llevado al hospital, donde permaneció esperando noticias de su estado. Les mostró la factura del hospital como prueba de su historia, lo que sorprendió a todos, pues la cantidad era considerablemente alta.
Saito, avergonzado, susurró:
—"Perdón por haberlos preocupado tanto. Es solo que no podía dejarla allí, en el hospital, sin saber si estaba viva o no... tenía que asegurarme de que estuviera bien".
El grupo, ya más tranquilo, comprendió la situación. Yamato, con una sonrisa, puso su mano sobre el hombro de Saito y le dijo, con tono reconfortante:
—"No tienes que disculparte, Saito. Lo que hiciste fue admirable, algo que muy pocos harían hoy en día. Lamento si te hicimos sentir mal, pero te amamos tanto que, si algo te hubiera pasado, nos hubiera partido el corazón".
Todos asintieron, sonriendo mientras le transmitían su comprensión, dejándole claro que ya no estaban molestos con él.
Saito, profundamente conmovido por las palabras de Yamato, lo abrazó con fuerza, como si fuera su propio padre, y empezó a llorar desconsoladamente en su hombro. Sus lágrimas caían como si al fin se despojara de todos los sentimientos que había guardado en su corazón durante tantos años, y entre sollozos dijo:
—"Lo siento mucho, no quería preocupar a nadie. Gracias por estar siempre en mi vida... muchas gracias... Gracias a todos".
Yamato, visiblemente sorprendido por la vulnerabilidad de Saito, lo abrazó con ternura, sin saber qué decir, y le susurró con suavidad:
—"No pasa nada, todo está bien. No llores, todo está bien".
Las mujeres, especialmente Izumi y Esmeralda, miraban la escena con asombro y emoción. Nunca antes habían visto a Saito de esa manera. El chico que siempre parecía tan fuerte, alegre y lleno de vida, ahora estaba tan frágil y vulnerable, como cualquier niño que necesitaba consuelo. Sin pensarlo, se arrodillaron a su lado, consolándolo y llorando con él, como si fueran madre y hermana mayor.
Teruki, aunque renuente a mostrar sus sentimientos, también se acercó a abrazarlo. No pudo evitar las lágrimas que, aunque luchaba por reprimir, brotaron al ver a Saito tan destrozado. Lo amaba como si fuera su propio hijo, y verlo tan quebrado le partía el alma. Quiso ser su consuelo, secar sus lágrimas, darle la fortaleza que necesitaba.
Finalmente, todos estaban reunidos en un abrazo, llorando juntos, mientras Saito sentía el apoyo incondicional de aquellos que lo rodeaban. En ese momento, comprendió algo que lo llenó de una paz inmensa: aunque no tuviera padres, como los demás niños de la ciudad, ya no estaba solo. Tenía a estas personas que lo amaban con todo su ser, a quienes podía llamar su familia.
Sonrió entre lágrimas, sintiendo una cálida sensación de felicidad en su corazón, mientras disfrutaba de ese precioso momento rodeado de amor.
...Continuará....
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Comments
Izy Maldonado
mmmm que lindo 😭
2024-11-24
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